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El 'Cason' impone el congelado en Finisterre

Tres meses después del naufragio persiste la desconfianza en la Costa de la Muerte

El espectro del Cason sigue tan presente en el ánimo de los habitantes del Finisterre gallego, con el propio barco al pie del acantilado de O Castelo, cuando acaban de cumplirse los tres meses del naufragio. Un espectro que, según todos los informes oficiales, no existe, pero hace que los vecinos sigan pidiendo información como horas antes de protagonizar aquel éxodo nunca visto, y ha sembrado en una población de pescadores reticencias a consumir capturas frescas. En Finisterre, las ventas de congelados se han incrementado hasta un 200%, como las deudas en la contabilidad de los comerciantes.

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Las decoloradas estrellas de la pantalla fijas en las paredes del cine Lago de Finisterre hacía tiempo que no contemplaban un lleno como el del pasado 13 de febrero. Una voluntariosa comisión de afectados había convocado una asamblea en la que nadie apareció a informar, pero dieron su opinión desde un pintoresco vecino que concitó la risa al presentarse como "representante del Frente Nacional Europeo, aquí donde me veis", hasta un viejo marinero que denunció lo que otros temen comentar, que encontraba peces muertos en las playas y se preguntaba "qué doy de comer a mis hijos y a mis nueras".De esa asamblea surgió la iniciativa de empezar a recoger firmas para constituirse en acusación popular en el sumario que instruye la juez de Corcubión, Rosario Hernández. "Lo que sea, para que no nos sigan tomando el pelo", afirma Rafael Mouzo, alcalde de esta villa próxima, todavía convaleciente de un ataque de estrés.

¡Qué nos va a parecer!. Lo de siempre. Que si en el barco no hubiese nada malo no habría ni tanto revuelo ni tanto secreto y que no hay una perra gorda en todo el pueblo". El orondo camarero de la cafetería Mariquito, de Finisterre, es todavía afable, pero da su opinión con la contun dencia y el fastidio de quien lo ha hecho ya muchas veces. Aquí, las economías no se rigen por nómi nas sino por mareas, y la ptohibi ción de-pescar ha dejado sin in gresos a la mayor parte de las familias.

Falta de subvenciones

Los mecanismos de las subvenciones están en marcha, pero hasta ahora, como asegura un anciano que trastea en el motor de su barca, "nos han dado 10.000 pesetas, dicen que la Diputación. Una vergüenza. Todavía tengo el cheque en casa para devolvérselo al alcalde y decirle que así no se tapan las bocas".Sin embargo, como reconoce un joven pescador que ha sustituido el remo por el taco de billar, "algo se pesca. Fuera de la zona y en ella, pero los precios están tirados".

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En los ultramarinos locales, las ventas de congelados y de leche embotellada han subido como la espumas. "Hay algo de aprensión y miedo a decir que se tiene", dice la propietaria de uno, que más parece estar moderando una tertulia en su establecimiento. "Sí, las compras a cuenta también son más numerosas", dice. "Habrá que esperar a que cobren los viejos", tercia una teórica compradora.

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