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Tribuna:EL 31º CONGRESO DEL PSOE
Tribuna
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El futuro del socialismo en Europa

La corriente socialista, hoy, representa la primera fuerza política de Europa, incluso aunque esta realidad encubra una pluralidad de situaciones políticas, económicas y sociales.Los socialistas son mayoría en España y Grecia, y en Francia tienen vocación de volver a serio. En otros países, sin constituir por el momento la única alternativa o el polo alrededor del cual podrían unirse las fuerzas de izquierda, su peso en la vida política les permite desempeñar un papel preponderante.

Si unimos esta primera comprobación a la disminución, a veces muy sensible, de los seguidores de los partidos comunistas, al crecimiento en el curso de las últimas elecciones de los partidos socialistas -más recientemente en Bélgica-, resulta claro que en Europa será alrededor de los socialistas que se crearán las condiciones de la dinámica y reunificación de las fuerzas de izquierda.

En Europa existe una diversidad de fuerzas políticas, pero también una variedad de situaciones a las que se enfrenta cada país, ya se trate de la prioridad, dada, especialmente en España, a la consolidación de la democracia, del formidable esfuerzo que los países de la Europa septentrional han comenzado a realizar para acometer los desafíos de la integración europea o la diversidad de estrategias de defensa que caracterizan a cada país y que son afectadas por la corriente socialista de Europa, ya se trate, finalmente, de problemas surgidos por la evolución de las relaciones entre los sindicatos y los partidos de izquierda.

Esta pluralidad de situaciones políticas, esta especificidad nacional de los problemas planteados a cada país y, por tanto, de sus respuestas, caracterizan perfectamente el movimiento socialista europeo en su diversidad y en su complejidad. Me parece que así se elimina toda simplificación excesiva o el intento de un análisis demasiado global. Esta diversidad no es un factor de división entre los socialistas, yo creo que más bien es algo fecundo en esta construcción sin parangón que constituye la comunidad europea: un intento permanente para armonizar sin apremios las políticas de 12 Estados soberanos que tienen su propia historia, su situación geográfica, sus alianzas...

Con la adopción del acta única, Europa está hoy comprometida en una nueva etapa. Si la creación del gran mercado interior no constituye ciertamente el objetivo de la Europa que los socialistas desean construir, su realización modificará sustancialmente la fisonomía de la comunidad en los próximos años. La apuesta no es sólo por la ar monización de las normas, de los derechos de aduana, de las reglamentaciones..., sino también por la evolución de las mentalidades y de los comportamientos en un mercado ampliado donde podrán circular libremente los hombres, las mercancías, los capitales. Es una realidad que cualquier reflexión sobre el papel y el futuro de los socialistas en Europa debe tener en cuenta y para la cual deben prepararse todos conjuntamente. La integración comunitaria, porque amplía progresivamente los ámbitos de decisiones comunes, limita el ejercicio de las soberanías nacionales y las decisiones unilaterales.

Papel irreemplazable

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Por tanto, ésta debe ser para los socialistas la ocasión de multiplicar los intercambios y las reflexiones comunes, de buscar los enfoques convergentes. Es una de las condiciones para reforzar la construcción europea que integra los valores del mo vimiento socialista.

En este debate que enfrenta a dos visiones del futuro de Europa, el papel de los socialistas me parece, por tanto irreemplazable.

¿Es preciso intentar definir una Europa socialista? Más que tratar de establecer en una fórmula una especie de objetivo o de resultado de la historia, me parece más útil definir concretamente la gestión de los socialistas. Ésta será progresiva, a base de transformaciones sucesivas y de una suma de reformas.

Esta gestión se opone claramente a la visión de una Europa Ramada liberal que hoy caracteriza el proyecto de los conservadores. Desde este punto de vista, la unión de una parte de la derecha, por tradición bastante poco europea, aclara las alternativas en el plazo de aquí a 1992, para el fin de nuestro siglo. ¿Una Europa de cada uno para sí o una Europa de la solidaridad? ¿Una zona de libre intercambio o un espacio económico común? ¿Una Europa resignada o una Europa activa? ¿Una Europa de la uniformidad de los medios de comunicación o una Europa de la diversidad creadora de culturas? Estas elecciones dan claramente la medida de lo que se apuesta: las respuestas que los socialistas sabrán dar a estos desafíos construirán la Europa del mañana.

Gracias a los socialistas y a los socialdemócratas, la Europa de posguerra se ha sabido desarrollar y hoy encarna un modelo de sociedad que concilia el programa económico con el progre so social. Papel del Estado e iniciativa privada..., esta síntesis de la solidaridad y de la libertad, este equilibrio entre el individuo y la sociedad hoy son nuevamente cuestionados por la gran ofensiva ideológica de aquellos a quienes la etiqueta liberal esconde su profundo conservadurismo. Desajuste social, debilitamiento sindical, rechazo de las conquistas sociales; de este modo, el espacio europeo se convertiría hasta fines de 1992 en el laboratorio de una de recha fascinada por el modelo americano pero, sobre todo, por una vuelta atrás.

Es de cara a estas amenazas que los socialistas deben afirmar una identidad común, un proyecto en el cual se expresen sus valores fundamentales: el derecho al trabajo, la solidaridad, la plenitud del individuo, la eficacia económica en la justicia social. Nuestras conquistas son reales. Yo pienso ante todo en el consenso relativo, forjado en el curso de los años, que hoy mucho más que ayer, caracteriza a los partidos socialistas en la construcción europea. La tendencia es, ampliamente, la de una adhesión a la comunidad, a sus instituciones, a sus políticas. A partir de ahora los socialistas inscriben su acción en el marco europeo e intentan dar respuestas conjuntas a los problemas comunes.

El futuro de la CE

Esta identidad me parece igual mente real con respecto a las decisiones a tomar y que comprometen el futuro de la comunidad, y más particularmente con las medidas necesarias que deben acompañar el mercado interior desde la última cumbre de los líderes de los partidos so cialistas de la CEE reunidos en París ante la perspectiva de la cumbre de Copenhague. Una postura común de todos los socialistas ha surgido así sobre al gunos problemas esenciales: la reforma de la política agrícola común, la financiación de la CEE, el importe de los fondos estructurales. Los debates, en ocasiones demasiado técnicos, a los que lamentablemente no ha sabido escapar el Consejo europeo, no deben disimular la importancia de los objetivos: la cohesión económica y social de la comunidad, la necesaria solidaridad entre las regiones del Norte y del Sur, el desarrollo de las políticas comunes y por tanto su financiación, y por último, el futuro de la PAC, con las adaptaciones necesarias para su mantenimiento. Sobre el conjunto de estos objetivos, los socialistas han sabido pronunciarse con una sola voz. Es una gestión que será preciso prolongar, dando respuestas comunes a algunas prioridades: un mayor crecimiento europeo para crear más empleos, un espacio social europeo que garantice, armonizándolos, el mantenimiento y la ampliación de los derechos sociales de los trabajadores de la CEE, una política comercial exterior que permita a Europa ser un socio al que se le escucha y respeta, un SME reforzado.

El congreso del PSOE se abre cuando se clausura la convención nacional de los partidos socialistas, destinada a adoptar las propuestas que haremos a los franceses con motivo de las próximas consultas electorales.

La experiencia nos ha demostrado que las situaciones económicas, sociales y políticas no excluyen la similitud de los problemas a los que hoy se enfrentan, en diferente grado, nuestras sociedades modernas: el empleo, la modernización social, la formación y reconversión impuestas por las reestructuraciones industriales, el papel del Estado, la transformación social. Si los valores de los socialistas son constantes, enraizados en su historia, conocemos, por haberlos determinado, los límites que imponen los apremios económicos y lo estrecho de algunos márgenes de maniobra.

Me parece indispensable que entre los partidos socialistas en el Gobierno y los partidos socialistas con una vocación mayoritaria se intensifiquen los intercambios, las interrogantes comunes que nos permitan confrontar nuestros análisis, nuestras experiencias, nuestras dificultades.

Es con este espíritu que he propuesto para 1989, con motivo del bicentenario de la Revolución Francesa, organizar un gran congreso sobre el socialismo europeo, donde los socialistas de toda Europa debatirían conjuntamente los grandes problemas de este final del siglo XX.

Reafirmando nuestra identidad, proponiendo respuestas adaptadas a una realidad que evoluciona, fieles a nuestras exigencias y a nuestros valores, no debemos preparar el futuro del socialismo de mañana, sino hacer que éste continúe vivo en Europa. Soy optimista.

Lionel Jospin es secretario general del Partido Socialista francés. Traducción: C. Scavino.

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