Una oportunidad bien aprovechada
Numerosas instituciones estatales y privadas se dedican en Estados Unidos al estudio de la Unión Soviética. Tienen a su disposición riquísimos archivos y bibliotecas, como la del Congreso, donde el abanico de documentos va desde la copia del primer código legal impreso en Rusia hasta el servicio de fotocopias del material no clasificado de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) pasando por los papeles personales del escritor VIadimir Nabokov.Analizar la colección completa de los periódicos Pravda e Izvezia y de centenares de publicaciones soviéticas no es problema en Washington, pero muchos sovietólogos adolecen del contacto directo con la vida y la atmósfera del país de su dedicación, de las sugerencias y observaciones confidenciales que ayudan a captar una situación, y ello se traduce a veces en más o menos brillantes construcciones mentales que poco tienen que ver con la realidad.
El equipo de intelectuales, políticos, economistas y periodistas soviéticos que se desplazó a Washington con Gorbachov constituía, en este contexto, una excelente oportunidad para los sovietólogos norteamericanos de ver en directo y a gran escala una sustancia viva procedente de la Unión Soviética.
Este hecho es especialmente importante para aquellos que, por sus críticas afirmaciones o por su origen de emigrados políticos, se han visto privados durante largos períodos de la posibilidad de viajar a la URSS o de realizar investigaciones y acceder a archivos en aquel país. Los contactos con la Unión Soviética se han intensificado en los últimos tiempos y nombres vetados del pasado son ahora recibidos en las instituciones soviéticas que parecen haber olvidado viejos agravios.
La oportunidad de Washington fue bien aprovechada. Instituciones y universidades organizaron coloquios, cenas y conferencias e interrogaron debidamente al equipo soviético sobre la posición de Gorbachov en la correlación de fuerzas del poder en la URSS y la influencia de la cumbre celebrada en Washington en la política interna. El saber cuál será el futuro del líder soviético y si repetirá el destino de Nikita Jruschov, destituido en 1964, apasionaban a la afición.
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