La dignificación del científico en España, una asignatura pendiente
España, un país tradicionalmente apartado de cualquier tipo de desarrollo científico, parece haber comprendido que la reactivación de su economía debe pasar por una potenciación de su capacidad para generar nuevos conocimientos. La aprobación próxima del Plan Nacional de Investigación es un paso tímido.
La próxima aprobación en el Parlamento del Plan Nacional de Investigación Científica y Desarrollo Tecnológico (Planicyt), con una inversión prevista de unos 300.000 millones de pesetas durante el cuatrienio 1988-1991, permitirá pasar del 0,3% del producto interior bruto (PIB) dedicado a investigación y desarrollo en 1983 al 0,8%. Resulta, no obstante, evidente que el tradicional retraso científico de nuestro país no es debido solamente a un problema económico, sino también a una carencia casi absoluta de recursos humanos. Las estadísticas oficiales aseguran que nuestro país cuenta en la actualidad con 19.000 científicos (en equivalentes a dedicación completa); es decir, 4,7 investigadores por cada 10.000 habitantes. Si se compara esta cifra con la tasa de Italia (6,2), Irlanda (8), Francia (12,6), Bélgica (13,2), RFA (16,1), Holanda (17,4) o EE UU (24,7), resulta evidente que aún nos queda por recorrer un larguísimo camino. Por otra parte, incluso el ministro Maravall ha admitido que "los investigadores no solamente son pocos, sino que han vivido y viven con frecuencia en condiciones precarias", y que "la dignificación de la condición de investigador es condición necesaria para atraer jóvenes talentos a la ciencia". Con objeto de conocer si puede pensarse razonablemente que la carencia actual de investigadores va camino de resolverse, se analiza a continuación cuál es la situación real en la que se encuentran los científicos españoles.Dejando aparte a los investigadores que trabajan en la empresa privada, los científicos españoles de plantilla son funcionarios que trabajan, bien en la universidad, bien en los organismos públicos de investigación. De entre todos ellos, nos referiremos a la situación en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), que representa aproximadamente el 30% del potencial investigador desde un punto de vista presupuestario. Los titulares superiores de plantilla dedicados a tareas investigadoras en el CSIC se agrupan en cuatro escalas: profesores de investigación (PI), investigadores científicos (IC), colaboradores científicos (CC) y titulados superiores especializados (TSE). Para pertenecer a alguna de las tres primeras es requisito imprescindible estar en posesión del grado de doctor, aunque muchos TSE también poseen esta titulación. Esto condiciona la exigencia de un período adicional de al menos tres años de estudios posterior a la obtención de un título superior. La realidad demuestra, sin embargo, que para poder tener posibilidades reales de obtener una plaza se requiere que el potencial candidato supere además un período de uno o más años de estancia en un laboratorio extranjero prestigioso y que posea un número sustancial de publicaciones (y/o patentes) de calidad internacional. Todo ello explica por qué un CC recién ingresado en el CSIC no cuenta con menos de 30 años de edad, y ello siempre que posea un bagaje científicamente competitivo a nivel internacional. En la misma proporción, resulta bastante difícil encontrar un IC con menos de 40 años y un PI que cumpla los 50, y siempre y cuando la productividad científica haya sido satisfactoria.
Méritos
Por otra parte, hay que resaltar que la promoción interna, una vez superado el concurso-oposición, tiene lugar mediante concurso libre de méritos. Después de bastantes años de carencia absoluta de plazas, en el cuatrienio 1984-1987 se han convocado un total de 484 de CC y 414 del conjunto IC-PF. Aunque no cabe duda de que se ha realizado un esfuerzo sin precedentes en la historia del organismo, una reciente encuesta realizada entre el personal investigador en plantilla del área de biología y biomedicina indica que más del 90% de los científicos opina que no existen verdaderas posibilidades de promoción. De la citada encuesta parece deducirse que una de las razones que explicarían esta opinión residiría en la peculiar forma en que se nombran las personas que integran los tribunales de concursos y oposiciones. Para los tribunales de CC, tres de los cinco miembros son nombrados directamente por la presidencia del CSIC, mientras que esta proporción sube al ciento por ciento de los miembros en el caso de concursos para IC o PI. Además, aunque la mayoría del personal defiende que es deseable la presencia de expertos ajenos a la institución en tales tribunales (pero en proporciones que oscilan alrededor del 25% del total), se da el caso de que, sobre todo en los que juzgan plazas de promoción interna, de una manera sistemática, la mayoría (si no la totalidad) de los miembros de un tribunal no pertenece a la institución. Aunque nadie duda de la honradez e independencia de todas y cada una de las personas en cuestión, los hechos han demostrado la existencia del profundo malestar antes apuntado. En resumen, no parece aventurado afirmar que, a pesar del incremento notable en las dotaciones de plazas de los últimos cuatro años, los investigadores opinan mayoritariamente que en la práctica no existen suficientes posibilidades reales de promoción para estimular de verdad el trabajo creativo que es la investigación científica.Además de las consideraciones anteriores, cabe preguntarse si, no obstante, el científico está suficientemente considerado a otros efectos. Desde un punto de vista social, resulta evidente que en nuestro país, salvo en las solemnes declaraciones oficiales, no existen todavía las condiciones objetivas que permitan que la sociedad reconozca en su justo valor la importancia de las tareas investigadoras. Pero incluso estas declaraciones de las autoridades no parecen verse reflejadas en la realidad cotidiana, como se pone en evidencia si se comparan simplemente las retribuciones de los profesionales de la ciencia con otros colectivos análogos de la, Administración. Para poder afirmar esto de modo incontrovertible se ha realizado un análisis estadístico de un total de 662 puestos de trabajo de niveles de complemente de destino 26, 28 y 30 pertenecientes a 34 catálogos de puestos de trabajo en trece ministerios y organismos públicos (los niveles correspondientes en el CSIC serían 27,28 y 29 para CC, IC y PI, respectivamente). Los resultados obtenidos han demostrado que, asignando tan solo la media aritmética de los complementos específicos que reciben actualmente los funcionarios de nivel 28 (1.313.000 pesetas por año), el sueldo bruto anual (sin trienios ni pagas extraordinarias de un IC (2.850.000 pesetas por año) es inferior en 711.000 pesetas (¡un 25% del sueldo bruto anual!) a la remuneración media de cualquier funcionario español de igual nivel. Idénticos resultados se obtienen para las retribuciones de PI, CC o TSE. Si además se tiene en cuenta que el complemento específico está destinado a puestos de trabajo en atención a su especial dificultad técnica, dedicación, responsabilidad, incompatibillidad, peligrosidad o penosidad, es claro que el científico no constituye más que un colectivo totalmente marginado dentro de la Administración española.
Sueldo del maestro
Cuando se nombró a don Santiago Ramón y Cajal director de la que sería futura escuela neurológica, el entonces ministro de Instrucción Pública, conde de Romanones, rebajó el sueldo del maestro, que había sido fijado en principio en 10.000 pesetas anuales, a 6.000, cuando los ex ministros, los consejeros del Banco de España, de la Tabacalera, etcétera, cobraban alrededor de 12.000 pesetas anuales por asistir solamente una vez al mes a los consejos de tales entidades. Tanto hoy como entonces, los poderes públicos siguen abusando de la vocación y profesionalidad de los hombres y mujeres de ciencias, y éstos siguen sin tener sueldos dignos. En comparación, las simples becas posdoctorales que concede la CE son superiores a los sueldos tanto de un TSE como de un CC, y sólo algo inferiores al de un IC, y, según datos oficiales, un funcionario comunitario con un título de grado medio B-5 cobra al mes como sueldo mínimo neto 2.900.000 pesetas, y dicha remuneración sube hasta un mínimo neto anual de 7.150.000 para un titulado superior del grado A-3.En la actualidad se está discutiendo la elaboración de un catálogo de puestos de trabajo entre las autoridades del CSIC y las centrales sindicales (que sólo serán representativas una vez que tengan lugar elecciones sindicales). Nadie sabe en este momento lo que saldrá de él, pero existen dudas fundadas de que ello suponga una mejora significativa de los salarios del personal del CSIC, en general, y del personal científico, en particular. Por otra parte, la ley de la ciencia, en la disposición adicional tercera, obligaba al Ministerio de Educación y Ciencia a que elaborara un reglamento de organización, funcionamiento y personal del CSIC. Dieciocho meses después de la promulgación de dicha ley, y tras repetidos aplazamientos, dicho reglamento aún no ha visto la luz y nadie (?) sabe cuándo la verá ni cuál será su contenido.
Creemos haber puesto suficientemente de manifiesto que el impresionante esfuerzo presupuestario que el Gobierno del PSOE ha propiciado en el Plan Nacional de Ciencia y Tecnología puede verse frustrado si no se incrementa todavía más el número de nuestros científicos y si éstos no son reconocidos en lo que científica y económicamente valen. Coincidimos con el actual secretario de Estado de Universidades e Investigación cuando afirmaba: "Un conjunto de investigadores satisfechos, motivados e incentivados constituye la mejor garantía de funcionamiento de un organismo". Como ya dijo Alejandro Nieto en su discurso de despedida como presidente del CSIC en 1983, "( ... ) no nos hagamos ilusiones: si esta cuestión (la de personal) no se arregla, la investigación se detendrá por incapacidad física y por las tensiones internas del personal" .
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