Cine de mediana calidad
El festival entró ayer -aparte del pequeño revuelo organizado por periodistas mirones alrededor de las curvas de Bo Derek- en ese ecuador apático e insulso que los organizadores de este tipo de festejos aprovechan para que las películas menos interesantes del concurso pasen desapercibidas entre las resacas de la noche del sábado. Si la regla no falla, hoy la competición volverá a recuperar el nivel perdido.
Las películas proyectadas ayer fueron Tierra de hierro, cielo de cobre, dirigida por el turco Omar Zulfa Livaneli, y la canadiense Candy mountain, dirigida por el suizo Robert Frank.Ambas adolecen del mismo defecto: sólo consiguen transmitir una pequeña parte de lo que sus autores pretenden decir en ellas. La película turca combina en su argumento ingredientes políticos con otros mitológicos y folclóricos, y lo que en el guión probablemente está bien urdido, en la pantalla sólo a medias se ve realizado.
La película canadiense es una ortodoxa historia de camino, también llena de incrustaciones de tipo folclórico. El relato naufraga al no introducir en el viaje del protagonista los suficientes elementos emocionales para que el espectador permanezca tenso. Esta carencia impide el crecimiento de la historia y hace que, cuando ésta llega al final del itinerario, al espectador le dé lo mismo lo que le ofrezcan en él. Su interés se ha quedado olvidado en la cuneta.
Estas dos películas, que con manga ancha se puede calificar de dignas, estuvieron bien complementadas por la exhibida la tarde del viernes: Boda en Galilea, del palestino Michel Khleifi, que es un excelente documento etnológico y folclórico adosado a una ficción muy ingenua.
Babelia
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