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Néstor Basterretxea expone su mitología vasca

El MEAC reúne 140 esculturas y pinturas que buscan, con geometría y magia, las raíces del pueblo vasco

La primera exposición individual que se celebra en Madrid de¡ artista vasco Néstor Basterretxea, de 63 años, se inaugura hoy en el Museo Español de Arte Contemporáneo (MEAC). Hasta el 11 de octubre podrán verse 140 piezas, entre esculturas, pinturas, dibujos y collages, de uno de los nombres más representativos del arte vasco. La antológica recoge distintas épocas de una actividad presidida por la búsqueda de las imágenes antiguas del pueblo vasco desde una estética actual.

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La sala Julio González del MEAC es el escenario de una normalización artística que rompe las fronteras del País Vasco para difundir la obra de sus grandes artistas. La temporada pasada, el Ministerio de Cultura también organizó dos antológicas de pintura y escultura de Agustín Ibarrola. En los próximos meses, una entidad privada, La Caixa, expondrá en Madrid y Barcelona la obra del escultor Jorge Oteiza, nombre asociado por amistad y colaboración con Néstor Basterretxea, quien lo define como "el mejor escultor del mundo, y el primero que habló, en los años cincuenta, del espacio 31 del valor del vacío cuando sólo se hablaba de símbolos imperiales y religiosos".Las esculturas en círculo de la serie Cosmogónica Vasca, que ocupan el primer espacio de la sala, definen para el espectador la búsqueda del artista -desde su vuelta del exilio, en Francia y Argentina, en 1952- de la identidad etnográfica del pueblo vasco. En ese espacio, ambientado con música de José Luis Isasa, ha situado también las colecciones de máscaras, de flores mágicas de sol y las estelas funerarias discoideas.

"Nuestra mitología, las ideas arcaicas que a mí me han interesado son ideas que forman parte del comportamiento de los vascos durante decenas de siglos, y nosotros somos hijos de aquella mentalidad, terrores, angustias y luces cósmicas. La mitología me ha revelado, me ha ayudado a conocer mejor nuestro pueblo; es una mitología de un país que fue pobre, rodeado de culturas más evolucionadas y con gentes mejor armadas. Es una mitología de ataque al enemigo, en unos gestos desesperados de supervivencia", declara el artista.

"Otra razón por la que me he fijado en este mundo que nos llega desde una herencia oral, transmitida de padres a hijos, es que carece de imágenes, de una iconografía que se podía esperar de un pueblo que inventa una lengua. Me he propuesto llenar ese vacío cultural, y en esta labor he rastreado desde la prehistoria para recoger todas las ideas y símbolos que he ido encontrando como señales más auténticas de nuestra antigua vida. Se trata de ratificar lo que Oteiza llama 'el alma vasca', y resuelta desde una estética actual".

Basterretxea añade que la preocupación por las raíces vascas se da exclusivamente en los escultores actuales, que trasladan al arte las dudas y afirmaciones de "nuestro ser vasco". "Una conciencia y resistencia ante el peligro de que nuestra identidad cultural fuera disminuyendo en intensidad nos ha impulsado a que nuestro arte se refiera a esos valores vascos. Es indudable el entronque con lo vasco y lo universal. Los escultores vascos tienen un sello personal. Hay una insistencia en la concatenación de formas pesadas, que rehúye todo lo gestual, en donde un sentido de solemnidad y de eternidad subyace en nuestras proposiciones. Creo que el partir de la raíz y de la propia historia añade una densidad especial a la obra".

La antológica muestra la evolución artística, desde la pintura a la escultura, de una amplia obra que incluye, además de lo expuesto, otras 80 piezas, 11 esculturas monumentales y 500 metros cuadrados de 18 murales en la cripta de la basílica de Aránzazudobras. "Empecé pintando, y bajo la influencia de Oteiza me inicié en la escultura de una manera muy consciente y disciplinada. Estudié el comportamiento de la línea en el plano, y observé que las líneas, según el trazado, tienen la capacidad de romper el plano, hacia adelante o hacia atrás. Un día cogí una chapa de hierro e hice físicamente lo que idealmente pasaba en los dibujos".

Basterretxea, Chillida, Ibarrola y Oteiza (por orden alfabético) forman las cuatro esquinas del arte vasco contemporáneo, que gravitan como una losa sobre las últimas generaciones. "Es cierta esa losa, porque quizá al habernos dedicado a realizar unas obras desde unas razones más radicales, nuestras obras se adelantan, pesan mas, que las de los escultores jóvenes, en donde las razones estéticas son el único contenido de ellas; son más universales, pero esa universalidad hace que pierdan los significados. Los jóvenes de hoy en día no terminan de sustituirnos, quizá porque las razones que existen en sus obras son más diluidas, más generales, aunque nosotros tenemos un enorme respeto y cariño por su trabajo".

El artista señala sobre el denominador de su obra que está muy presente la preocupación estructuralista, "que en el fondo es el entendimiento del espacio donde se produce la obra, pero sin renunciar a una magia, a un mundo cósmico o poético. Es una dualidad que en mis obras se superpone. No me dejo llevar por los simbolismos ni por el estructuralismo geométrico. Me interesa estructurar el plano o el espacio desde un conocimiento de la geometría sin renunciar a un aliento poético".

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