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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Propietarios de la libertad

Con motivo del congreso de intelectuales recientemente celebrado en Valencia, en un artículo titulado Los propietarios de la libertad, publicado el 2 de agosto en este diario, Marlo Benedetti denuncia, entre airado y amargo la conspiración urdida, según él, por los intereses imperialistas contra los intelectuales comprometidos por definición, es decir, contra los comprometidos con determinado tipo de empresas políticas. Para ello el señor Benedetti parte, por un lado, de una interpretación del último medio siglo de historia, tan restringida, simplista y falaz que le impide ver los hechos en su real complejidad, y por otro,. de una aparente manera de concebir la libertad que la convierte en algo más bien relativo y ambiguo y que le lleva a desconfiar de quienes la afirman en cualquier circunstancia como eje y fundamento de la vida civil. De ahí que el señor Benedetti tropiece con dificultades prácticamente insuperables para entender la actitud de los intelectuales que se sintieron en la obligación de luchar a la vez contra el fascismo y contra el estalinismo cuando -siempre según élcuajó definitivamente la hipotética conspiración. No tengo, sin embargo, el propósito de polemizar ahora con el señor Benedetti sobre estas cuestiones. finicamente quiero rectificar, con datos de primera mano , una de las conjeturas aventuradas por él.Refiriéndose a la campaña supuestamente promovida en los años sesenta por los centros norteamericanos de poder contra los intelectuales comprometidos, el señor Benedetti asevera en un pasaje de su artículo: "Se crearon ámbitos y tribunas (Congreso Internacional por la Libertad de la Cultura, revista Chile, etcétera), donde la libertad y sus derivados atraían desde el título como seducción para intelectuales más o menos propensos". ¿Propensos a qué?, cabría preguntar, pues el autor se detiene ahí. Pero huelga la pregunta, porque el contexto entero nos da la respuesta con suficiente claridad: propensos a enrolarse sin reparos al servicio de esos centros de poder.

¿Cree, señor Benedetti que era de veras así? Permítame que lo dude. Durante los últimos 15 años del período franquista fui secretario del clandestino Comi té Español del Congreso Interna cional por la Libertad de la Cultura, uno de los núcleos más combativos de la oposición intelectual al régimen. Y resulta que entre los miembros más activos de aquel comité figuraban hora bres tan poco propensos como: Bru, José Luis Cano, Chueca, Laín Entralgo, Aranguren, José Antonio Maravall, Morodo, Dio nisio Ridruejo, Ruiz-Giménez, Ti.erno Galván, Josep Benet, José María Castellet o Domingo García Sabell. Claro que, a pesar de todo, el señor Benedetti puede pensar que esos hombres no hacían, en suma, más que contribuir a la conspiración imaginada por él. Pero ahí queda el dato, por si le mueve a revisar su juicio- Pedro Martín Zaro.

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