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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

África piensa su futuro

LA 'CUMBRE' anual de la Organización para la Unidad Africana ha concluido en Addis Abeba con el epígrafe de una preocupación que debe ser bien venida en el mundo entero. En el cónclave de la capital etíope se ha decidido la creación de una comisión para la aplicación de los derechos humanos, lo que revela la existencia de una creciente sensibilidad estatal hacia esos problemas, en un continente donde la inestabilidad de las instituciones contribuía al desamparo frecuente del ciudadano ante el poder.Juzgar desde una perspectiva occidental el comportamiento de las instituciones políticas africanas es siempre engañoso. El Estado, en la forma en que lo conocemos en el mundo desarrollado, es una pura imitación en la mayor parte del África negra, donde su acusado carácter patrimonialista hace que los diferentes grupos en disputa por el poder lo suelan entender como una forma de participar en el botín de las relaciones económicas con el exterior, o simplemente en el reparto de los recursos oficiales.

Todo ello no significa que falte una sensibilidad africana para los derechos humanos o que haya incapacidad alguna para edificar el Estado de derecho sobre una base autóctona africana, pero sí que las instituciones, miméticamente tomadas del mundo occidental, tienen una menos que pasable adaptación al paisaje vernáculo. En cualquier caso, soluciones mixtas de africanismo y occidentalización parecen ir abriéndose caminos en Estados eminentemente viables como Zimbabue; Tanzania, donde un cierto pluralismo no ha dejado de existir pese al fracaso de la revolución agrícola de Julius Nyerere; el Senegal que dejó en herencia Sedar Senghor, o en la propia Uganda, tan arrasada de pasados dictadores.

Cualquier disquisición, sin embargo, sobre los derechos humanos se ha de vincular a la crisis económica del continente y al crecimiento de la deuda externa, que obliga a destinar una medía de más del 40% de los recursos a su servicio. En este sentido, la cumbre africana ha convocado una reunión especial para septiembre próximo para tratar el problema económico en su conjunto. Entre las, propuestas a estudiar, una vez descartada la posición radical del no pagaremos, figura la de destinar un máximo de un 20% de lo obtenido por las exportaciones al abono de los intereses de la deuda, lo que recuerda las propuestas del presidente peruano, Alan García. De otro lado, la gran diferencia con los organismos internacionales, como el Fondo Monetario y el Banco Mundial, es el de que éstos pretenden seguir tratando con los deudores africanos en forma bilateral, mientras que la OUA defiende una negociación conjunta deudores-acreedores.

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Sobre los grandes temas estrictamente políticos, la organización ha preferido pasar de puntillas para no antagonizar a Libia, después de que el presidente Hissene Habré fuera recibido en Addis Abeba como el único presidente del Chad, y a Marruecos, de quien se especula sobre un eventual regreso a la OUA tras su alejamiento, hace dos años, con el ingreso de la República Arabe Saharaui Democrática. El apartheid, finalmente, ha servido para que la OUA formulara una rara felicitación a los países occidentales que han comenzado el proceso de desinversión en Suráfrica. Los grandes problemas del continente negro, por tanto, siguen siendo de una gravedad acuciante, pero un cierto nacionalismo económico, que busca su coordinación más allá de los Estados, permite pensar que África comienza a ser capaz de pensar su futuro.

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