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Traductores españoles exponen los problemas de la literatura soviética en nuestra industria editorial

Una conferencia internacional reúne en Moscú a 150 especialistas en la traducción del ruso

Pilar Bonet

La traducción de la literatura ruso-soviética en España ha sufrido las consecuencias de la desconfianza editorial hacia la novedad literaria no publicada previamente en otros países occidentales y del burocratismo Institucional soviético, según las opiniones de algunos de los más expertos traductores españoles que asisten estos días a una conferencia internacional que reúne a 150 especialistas en la traducción del ruso en Moscú.

Seis traductores, que cubren el ámbito castellano y el catalán, representan a España en esta conferencia internacional, donde hay participantes de 42 países y cuyo telón de fondo es el boom literario propiciado en la URSS por la publicación de obras críticas que en parte habían sido prohibidas durante largo tiempo.Algunas de estas obras, como El detective triste, de Víctor Astafiev, o Plaja, de Chinguiz Aitinatov, junto con La ropa blanca, de VIadimir Dudintsev, se encuentran actualmente en proceso de publicación en España, en tanto que el verdadero hito de la permisividad soviética en la actualidad -Los niños del Arbat, de Anatoli Ribakov- parece no tener aún adjudicado ni fecha ni traductor para su publicación en castellano.

Actualizar a los clásicos

Ricardo San Vicente, María Sánchez Puig, Isabel Vicente, Juan Eduardo Zúñiga, José María Güell y Manuel de Seabra son los expertos reunidos estos días en la capital soviética para abordar los problemas específicos que plantea la difusión de la literatura soviética en el extranjero.De todos los traductores que representan a España en esta conferencia internacional, sólo Isabel Vicente dice vivir de la traducción únicamente, ya que los demás compaginan esta actividad con otras tareas, como la crítica literaria, la propia creación o la enseñanza. Algunos de ellos se quejan de que las casas editoriales españolas prefieran reeditar a los clásicos, en ocasiones sin realizar una traducción actualizada, a arriesgar en un autor moderno poco conocido por el público español. Manuel de Seabra y José María Gúell, que traducen ambos al catalán, advierten que el panorama es algo mejor en Cataluña, donde, en su opinión, hay un mejor conocimiento de la literatura soviética. Un caso concreto, afirman, es el de Maiakovski, que cuenta con más traducciones al catalán que al castellano.

Las traducciones del ruso caen en ocasiones en un vacío de crítica literaria, y obras como El cantar de las huestes del príncipe Igor (un clásico del idioma ruso compuesto probablemente durante el siglo XII) pasan prácticamente desapercibidas, según señala María Sánchez. Puig, pese a haber sido publicada en dos versiones distintas en un corto intervalo de tiempo.

La Asociación Soviética de Derechos de Autor (VAAP) que monopoliza la venta de derechos de autores soviéticos en el extranjero, determina en gran medida la imagen de la literatura soviética en el exterior, al dar facilidades para traducir ciertas obras y poner trabas a otras menos bien vistas por en cuadrar peor en la proyección internacional pretendida, afirma uno de los expertos.

Obras polémicas

La crítica a las deficiencias del sistema soviético se vende ahora bien en el exterior, que antes recurría a los disidentes exilia dos para cubrir esta categoría.Las obras polémicas que se publican ahora en la URSS -sobre todo por capítulos en las revistas literarias especializadas- son autorizadas para la exportación, como sucede en el cine, donde películas antes no exportables han recibido luz verde.

La VAAP administra una buena parte de las divisas que se reciben en concepto de derechos de autor y pasa un porcentaje al escritor, obligado a pasar por este organismo. Entre las traducciones al castellano que se realizan en la Unión Soviética y las que se realizan en España hay en ocasiones fallos de coordinación, al traducirse a veces la misma obra por duplicado con vistas al mismo mercado.

Uno de los problemas de las traducciones castellanas realizadas en la URSS es la imagen que los editores soviéticos tienen del lector, al que a veces presuponen peor preparado que el lector francés o el alemán.

El editor soviético suministra así una producción necesaria para la formación del lector en castellano, según reconocen fuentes de este medio. Por otra parte, el mercado potencial de las traducciones castellanas de literatura ruso-soviética editadas en la URSS -Latinoamérica y -países como Cuba o Nicaragua- imprime en parte un carácter instrumental-propagandístico más acorde con criterios políticos estrictos que literarios.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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