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Pedro Laín quiere que la Academia "empiece a funcionar"

El director de la institución anuncia para 1992 la 'Edición del V Centenario' del diccionario usual

Andrés Fernández Rubio

El director de la Real Academia Española (RAE), Pedro Laín Entralgo, cita la labor de uno de sus predecesores, Ramón Menéndez Pidal, como referencia de lo que quiere conseguir antes de abandonar su puesto, en diciembre de 1988: "La tarea lexicográfica debe estar en manos de técnicos de la lengua", dice. Laín Entralgo presentó ayer en la sesión de la Academia un plan con dos objetivos principales: conseguir la publicación en 1992 de la Edición del Quinto Centenario del diccionario usual y lograr una "modernización" de la RAE para que la entidad "empiece a funcionar". Ésta unirá a su presupuesto, a partir del próximo otoño, más de 100 millones de pesetas cedidos por instituciones privadas.

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Tras una conversación con Pedro Laín Entralgo, de 79 años, muchas personas podrían decir que habla como un libro abierto; y es que lo que cuenta, sobre temas dispares, podría ser publicado directamente, sin corrección alguna. En su forma de expresarse le da tiempo de atender hasta a la línea sonora de lo que dice, y la búsqueda de la propiedad puede llevarle a sustituir iglesia por templo, hijo por vástago y muerte por dama fría. Una ordenación mental muy rigurosa podría definir al actual presidente de la RAE.A finales de 1988, Laín Entralgo, médico nacido en 1908, no podrá optar, debido a su edad y según señala el estatuto, a la elección del puesto de director. Es el 25º presidente de la institución, cargo que ostenta desde hace casi cinco años. "Cuando yo lo deje", señala, "pretendo que la Academia haya empezado a funcionar".

Año decisivo

Laín Entralgo sitúa históricamente el momento del que parte el proceso de "actualización y dinamización" de la Academia que pretende consolidar: "El año 1925 fue decisivo en su historia", dice, "cuando Ramón Menéndez Pidal abrió una nueva etapa como director, tras haberse cerrado otra con la muerte de Antonio Maura. Hasta entonces, la Academia era una asamblea de grandes hombres de letras y de personas socialmente distinguidas. Desde entonces, junto a los grandes de la literatura -o los que por grandes eran tenidos; en cualquier caso, no todos- fue aumentando el número de los técnicos de la lengua y de los sabios en diversas disciplinas. Menéndez Pidal advirtió pronto que la tarea lexicográfica debe estar en manos de estos técnicos".El director de la Academia cita una serie de personas en activo, todas ingresadas a partir de 1925, que demuestran esa idea de técnicos: Dámaso Alonso, Emilio García Gómez, Rafael Lapesa, Alonso Zamora Vicente, Fernando Lázaro Carreter, Emilio Alarcos, Manuel. Alvar, Manuel Seco, Emilio Lorenzo, Valentín García Yebra, Gregorio Salvador o el último académico ingresado, Francisco Rico.

A partir de Dámaso Alonso, predecesor en el cargo, y a quien Laín considera continuador de los esquemas de Menéndez Pidal, el director cree llegada la hora de institucionalizar la actividad de la Academia, dotándola de equipos técnicos auxiliares y de recursos materiales que permitan el trabajo de la institución en los diccionarios histórico, usual y manual, además de las gramáticas.

"Por tanto, necesitamos dinero", dice Laín. La situación de precariedad de la Academia ha sido muy comentada, con sus 34 millones de pesetas de presupuesto oficial. "Si no fuera porque la Academia es editora de su propio diccionario, tendríamos que cerrar la tienda", añade.

Esta situación puede cambiar a partir del próximo otoño, "cuando se constituya un fondo, no inferior a los 100 millones de pesetas, fruto de las donaciones de una serie de instituciones financieras e industriales, cada una de las cuales, a través de la Asociación de Amigos de la Real Academia Española, y con la iniciativa del gobernador del Banco de España, Mariano Rubio, contribuye con cinco millones". Esta asociación, creada en diciembre de 1983, está promovida por muchos de los grandes bancos.

El objetivo es la publicación de la vigésima primera edición del diccionario usual, cuya presente edición, que data de 1984 y en la que se incluyeron 8.000 nuevos términos, no había sido revisada desde 1970. Pese a esa larga lista de nuevas palabras, el diccionario recibió críticas por cuanto supuestamente no responde a las necesidades de la época de aceleración histórica que vivimos. Laín Entralgo señala que de cara al V Centenario se buscará adecuar el diccionario "a la altura de lo que la lexicografía actual y las actuales exigencias del uso del idioma piden de nosotros, para todo lo cual se cuenta con la colaboración de la Asociación de Academias de la Lengua Española, en la que están incluidas la Española, todas las hispanoamericanas, la filipina y la norteamericana".

Recursos personales

Para esta tarea, la ampliación de los recursos personales resulta imprescindible, según dice Laín, que se lamenta de que los académicos, cuya retribución es más bien simbólica, no puedan dedicarle a la entidad su jornada completa, ni siquiera media jornada. "Todos conceden prestigio a la Academia", dice, "aunque unos dan más prestigio, y otros más trabajo".Tanto para el diccionario usual como para el histórico, que va por el final de la letra a, Laín Entralgo- precisa que se requiere ampliar la nómina de los colaboradores de la RAE, entre profesores y técnicos que puedan contar con un sueldo y dedicar todo su tiempo a estas labores, siempre bajo la dirección de los académicos.

"La publicación íntegra del diccionario histórico", dice, "podrá culminarse en un plazo razonable, entre 30 y 40 años, mediante la próxima creación de un Instituto Nacional de Lexicografía, dependiente de la RAE. Para este nuevo instituto, el Ministerio de Educación y Ciencia va a consignar en los próximos presupuestos la dotación económica correspondiente".

El diccionario histórico tiene por finalidad descubrir toda la riqueza de sentido de una palabra, con apoyaturas literarias que incluyen citas de escritores y pensadores españoles y latinoamericanos, y estudios sobre la evolución ortográfica de las palabras y de los verbos.

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