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Largas colas en París para contemplar el tesoro arqueológico de Tanis

Lluís Bassets

Uno de los mayores tesoros arqueológicos de la historia, en cualquier caso el segundo en importancia en la egiptología y el más espectacular después del descubrimiento de la tumba de Tutankamón, se expone por vez primera en el Grand Palais de París desde finales del pasado mes de marzo hasta el 20 de julio. Diariamente, el público forma grandes colas a la espera de poder contemplar las joyas, figurillas y esculturas de Tanis, el oro de los faraones.

Uno de los objetos de más valor es la máscara funeraria, hecha de oro incrustado de lapislázuli y cristales negro y blanco, del faraón Psusenés. Sólo el sarcófago de Tutankamón supera en riqueza y perfección, al decir de los expertos, a esta mascarilla hallada en la ciudad nilótica de Tanis.Tanis es casi un modelo de las trampas que se le ofrecen al arqueólogo y al historiador al intentar datar e identificar viejas ruinas y vestigios. La trampa llega incluso a la publicidad alcanzada por su descubrimiento, tan escasa que hasta esta exposición el público francés no ha podido percibir la envergadura de los trabajos realizados por Pierre Montet, uno de sus más insignes arqueólogos, comparable, como mínimo, al propio Howard Carter, el descubridor de la tumba de Tutankamón en 1922.

Tanis fue durante muchos años, hasta las investigaciones originadas por el descubrimiento de Montet, una ciudad mítica que se creía enlace entre Egipto y los pueblos semitas, lugar donde los judíos pasaron su cautiverio y una de las capitales de los grandes faraones. La realidad es muy distinta. Tanis es la capital del Tercer Período Intermedio, o, si se quiere, uno de los interregnos de decadencia y pérdida de la unidad política o de la hegemonía sobre la zona en la historia del antiguo Egipto. El período ocupa desde 1080 antes de Jesucristo hasta el 702 antes de Jesucristo, casi 400 años en los que los grandes sacerdotes de Tebas gozaban de un poder similar al de los fáraones en un país dividido.

Tanis se encuentra en pleno delta del Nilo, a 50 kilómetros del mar y a unos 180 de El Cairo en dirección norte, hundida en unas colinas arenosas y yermas. Su nombre árabe es Tell San el-Haggar, expresión en la que Tell significa colina, San podría ser la derivación de Tanis, y el Haggar significa 'cantera', lo que indica que las ruinas líticas de la vieja ciudad fueron utilizadas durante siglos para la construcción en los núcleos de población vecinos.

Pierre Montet halló a la vista una ínfima parte de la gran cantidad de construcciones de piedra de la antigua Tanis. "Se creería que ha quedado reducida a nada por alguna explosión de titanes", asegura Jean Yoyote, el prologuista del catálogo de la exposición. Pero la piedra caliza de la ciudad no ha sido pulverizada por el tiempo, sino por los picapedreros. Una de las piedras de libación que se expone en París fue convertida en molino de aceite.

Expolio

El expolio de Tanis no es excepcional. La propia ciudad fue en parte construida con los materiales acarreados desde otras ciudades, posiblemente de Pi-Ramses (la casa de Ramsés), ciudad del período denominado Nuevo Imperio, uno de los apogeos de Egipto, que ocupa desde 1555 antes de Jesucristo hasta 1080 antes de Jesucristo. La presencia de ruinas de este período hizo creer a muchos que Tanis era un yacimiento de la XIX dinastía, y, más concretamente, de la época de Ramsés II.Montet se instaló allí en 1929 y realizó la primera exhumación importante entre 1939 y 1940, ya en plena guerra mundial, y continuó trabajando en las últimas excavaciones en los meses posteriores al término de la guerra. Los tesoros de Tanis provienen en gran parte del Museo de El Cairo, donde fueron depositados por el arqueólogo, pero otros tienen su origen en las recolecciones superficiales realizadas por los franceses en el siglo XIX y se encuentran en el Louvre.

Montet halló una necrópolis con cinco tumbas reales. A diferencia de ruinas más antiguas, en Tanis no quedaban vestigios de muebles y telas. Los profanadores de tumbas de todas las eras se habían encargado de ir vaciando sepulcros, pero la humedad y el viento salado del delta terminaron con cualquier tipo de materia de origen orgánico. Sólo la piedra y los metales se conservaron. Montet halló, en vez de momias, fragmentos de esqueletos cubiertos de polvo y joyas, figurillas y recipientes.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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