Shultz viajará a la URSS con un camión a prueba de espias
Estados Unidos, el país tecnológicamente más avanzado del mundo, ha vuelto a la era preelectrónica y tiene que utilizar de nuevo los correos personales y las valijas para asegurar las comunicaciones con su Embajada en Moscú y con otros países del Este. Su nueva embajada en la capital soviética es posible que tenga que ser demolida antes de su inauguración, ya que está infectada de aparatos de escucha y no hay garantías de que puede ser limpiada. Cuando la semana próxima viaje a Moscú, el secretario de Estado, George Shultz, tendrá que comunicarse con la Casa Blanca desde un camión especial, a prueba de espías, que será trasladado desde Estados Unidos
Otras 10 embajadas norteamericanas, sobre todo el países del Este, han sido puestas en cuarentena por la sospecha de que también ha sido penetradas por el espionaje soviético."Tenemos una embajada en Moscú en la que no se puede ni siquiera hablar en susurros, y otra a la que no podemos cambiarnos porque tiene aparatos de escucha incrustados hasta en las vigas de acero", afirma el congresista Dan Mica. Un senador ha pedido que la nueva embajada, prácticamente concluida y que ha costado 191 millones de dólares (casi 25.000 millones de pesetas), sea demolida y construida de nuevo, y que los soviéticos paguen la factura. "Nunca será segura", dice Patrick Leahy, que sugiere también que no se permi ta a la URSS ocupar su nueva embajada en Washington, situada en la colina más alta de la ciu dad y con las antenas orientadas para captar el tráfico electrónico de la Casa Blanca, el Pentágono y la CIA.
Dos parlamentarios que han volado a Moscú para estimar los daños causados a la seguridad de EE UU se están comunicando en el interior de la embajada con pizarras que borran los mensajes, como las que utilizan los niños por recomendación del Departa mento de Estado. Shultz ha ordenado que no se utilicen las má quinas de escribir eléctricas ni los ordenadores, ya que los soviéticos son capaces de capta los impulsos electrónicos y traducir los mensajes, e incluso ha sido desenchufada la fotocopiadora. Sólo mensajes manuales por escrito. Todos los días, un diplomático va y viene a Franfort, por avión, con las valijas, para mantener abierta la comunicación entre Washington y su Embajada más importante.
Se trabaja a marchas forzadas para construir una nueva habitación sellada, recubierta de cobre y plomo, que no pueda filtrar lo que se hable o se transmita desde su interior, para que lo que Shultz tenga que discutir O comunicar a Washington no sea interceptado por los soviéticos. Pero no hay seguridad de que se termine a tiempo o de que sea suficientemente segura, por lo que el secretario de Estado, que volará el próximo día 13 a Moscú para discutir con su colega Edvard Shevardnadze la posible firma de un acuerdo de eliminación de euromisiles y una cumbre entre Reagan y Mijail Gorbachov, tendrá que utilizar una caravana, como si fuera un campista. Algo que resulta grotesco e incluso humillante para el jefe de la diplo macia de la superpotencia norte americana.
La falta de precauciones -Ronald Reagan fue advertido hace dos años de que el espionaje soviético trabajaba dentro de la Embajada, y el Departamento de Estado no hizo nada-; las luchas burocráticas en Washington; la ligereza de permitir al KGB (los servicios de información soviéticos) construir la nueva Embajada norteamericana utilizando piezas prefabricadas exclusivamente bajo control soviético; y la confraternización sexual de jóvenes marines de guardia en la Embajada en Moscú con guapas espías soviéticas han provocado una catástrofe de seguridad sin precedentes.
Trabajar para el KGB
Arthur Hartman, hasta hace unas semanas embajador de EE UU en Moscú, y el Departamento de Estado se negaron a despedir a los empleados soviéticos que hacían posible el funcionamiento diario de la Embajada, a pesar de que existían fundadas sospechas de que la mitad de ellos trabajaba para el KGB. Ya en 1984, el contraespionaje americano descubrió que las cabezas impresoras de las máquinas eléctricas de escribir habían sido sustituidas y transmitían para los soviéticos.
Es muy posible que todas las comunicaciones secretas entre la Embajada estadounidense Moscú y Washington hayan sido conocidas por los soviéticos desde mediados de 1985, antes de que llegaran a la capital norteamericana. Incluidas las posiciones norteamericanas para la cumbre de Reikiavik de octubre de 1986. "Ahora nos explicamos las precisas respuestas soviéticas que recibimos en la capital islandesa. Nos extrañó entonces su notable habilidad para prever nuestras posiciones", explica un portavoz del Departamento de Estado. Fuentes gubernamentales creen también que la URSS conocía de antemano los movimientos de EE UU en el caso del periodista Nicholas Daniloff.
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