Lengua y cine en Cataluña
Gubern invocaba Constitución y Estatuto para establecer una base legal de dicha discriminación, en tanto que ambos textos reconocen la cooficialidad de castellano y catalán en el principado. Pero el caso es que esos mismos textos también dicen, para quien quiera leerlo, que las diversas lenguas del Estado serán objeto de especial respeto y y que la lengua proteción de Cataluña es el catalán.En el artículo se citaba el " exilio profesional" del director de cine barcelonés castellanoparlante Vicente Aranda, que se marchó a trabajar a Madrid porque el problema lingüístico le impedía hacerlo en Barcelona. Conviene aclarar que su película Tiempo de silencio se ha rodado en Madrid, pero gracias, en parte, a una subvención de 15 millones de la Generalitat. Pero, además, lo cierto es que ningún problema lingüístico impedía rodarla en castellano en Barcelona, porque cualquier filme rodado en castellano en Cataluña puede, si el director y la producción no se oponen, beneficiarse de un sistema de subvención de la Generalitat que prevé la dotación de la película con una cantidad de hasta el 25% de su coste para que la exhiba en catalán. Un director o un productor pueden, si lo prefieren, renunciar a esa subvención, pero si al hacerlo quedan fuera de las bases de la convocatoria de unos premios no es atribuible a esas bases exclusión alguna. Un ejemplo muy reciente, que el amigo Gubern cita en sentido diferente en su artículo, lo constituye el filme del director santanderino afincado en Barcelona Jesús Garay, Més enllà de la passió, que se estrenó en catalán en Sages, a pesar de haberse rodado en castellano en Cataluña.
En cuanto al cine vasco, que cita como ejemplo de cine en castellano financiado desde la comunidad autónoma, hay que clarificar. El cine catalán se piensa y se hace aquí, no desde los despachos madrileños de directores o productores vascos puntualmente llamados por el Gobierno de Vitoria y versiones simbólicas en euskera. El cine catalán se desea desde la calle, desde la profesión, donde hay una tradición y una industria, aunque más o menos depauperada, y el idioma es comprendido prácticamente por el 90% de la población.
Pero, por otra parte, los baremos sobre los que se basa la normalización lingüística de Cataluña no son de naturaleza étnica, como parece desprenderse del artículo de Gubern, sino estrictamente cultural, cosa muy distinta. Se ha convenido hasta la saciedad que ésta no es una nacion que se defina por su etnia sino por su cultura, crisol de etnias y culturas diversas a lo largo de su historia..
Cuando Orson Welles rodó Une histoire immortelle no cambió parámetros étnicos sino culturales. Pero ojo: como el propio Gubern explica, Welles rodó en Francia en francés y Berginan y Godard lo hicieron en Alemania en alemán y Miklos Janksó en Italia en italiano. En suma, esos directores rodaron, a pesar de ser extranjeros y de culturas muy distintas, en el idioma del país en el que trabajaban. Y más importante: eso sucedía en países que no tienen amenazada su lengua. Si el grueso de la producción cinematográfica de Cataluña se hace en catalán -y la mayoría de nuestros directores así lo han hecho desde que ha sido políticamente posible- no sólo no es negativa sino muy saludable, como en el resto de la creación cultural, la aportación de otras culturas, como en su caso la castellana.
No hay, pues, discriminación en unos premios de cine catalán, convocados por una institución que subvenciona a fondo perdido y previamente la versión y la explotación de las cintas en catalán.
Modelo cultural
Más bien lo que parece haber es una urgente necesidad de clarificar y definir conceptos. Si debemos tratar de hacer una cultura de vocación e interés universales, el modelo de cultura a fomentar parece claro que debe huir de mimetismos provincianos de las metrópolis culturales, sean éstas Madrid o Nueva York. Máxime cuando la explosión de los mass media tiende a uniformizar de forma alarmante la cultura de masas (y de elites). La universalidad bien entendida no pasa por la imitación o la aplicación de signi icantes culturales -como el idioma-, sino de la originalidad de la que impregna a un colectivo su propia cultura, que en nuestro caso fue herramienta suficiente a lo largo de los siglos para producir vanguardia, calidad y universalidad. Una vía de clarificación consiste en diferenciar entre industrl a cultural catalana -donde cabe todo y, bienvenido sea- y creación cultural catalana.Podenios editar libros y producir películas en cualquier idioma. Pero sólo podemos crear cultura catalana partiendo de los códigos propios de esa cultura y el idioma es un código básico.
En esta etapa, el trabajador intelectual que vive y trabaja en Cataluña, y que por ello es catalán, en el caso de que una de sus herramienias básicas sea el idioma, es libre pero responsable de las consecuencias de elegir determinado idioma, haciéndolas coincidir o no con unos intereses de progreso y de universalidad que en Cataluña parece convenido que pasan por la recuperación de la propia personalidad.
En esta etapa, además, al invocar la realidad socio-lingüística, hay que matizar y tomar al menos algunas precauciones, porque se puede estar invocando involuntariamente, en parte, la consecuencia de un esfuerzo muy calculado y minuciosamente ejecutado por el franquismo con toda la fuerza de su Estado durante 40 años.
Y que Aranda y Marsé y Goytisolo hagan aquí su magnífico trabajo como les plazca -pero sin usarlos de lanzadera política- en un marco en el que la acción restauradora del daño causado a la cultura catalana sea tan amplia que cualquier expresión creadora no hecha en catalán deje de ser un problema, como no lo sería para cualquier cultura normallzada, como aquella en la que, a pesar de todo, Welles rodó en francés. Y dejemos ya de echar leña a un fuego que no arde.
Babelia
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