Israel, el niño 'sidaca' de Durango
Recientemente, un niño de tres años de edad fue expulsado de un colegio religioso de Durango. La decisión fue motivada por el hecho de que su madre murió de SIDA y padres y religiosas ' del colegio piensan que el chaval puede contagiar de SIDA a sus compañeros, y esto a pesar de que las autoridades sanitarias del Gobierno vasco les informaron de que no había peligro de contagio.Así, se ha fabricado el primer niño sidaca en España. Ni siquiera es portador del virus, pero públicamente se le condena al ostracismo. Toda la población, toda menos él, sabe que es un sidaca. Se le ha condenado. Sus posibilidades de vivir como uno más en la sociedad, a los tres años de edad, han sido canceladas. Es el niño del veneno. Israel no podrá ir al colegio ni jugar en la calle con otros niños. El es el hijo de una heroinómana que trabajaba en una farmacia. Sólo falta que la puerta de su casa sea señalada con una calavera.
Los comités ciudadanos que se ocupan del tema del SIDA, tanto el de Madrid como el de Barcelona, repetidas veces nos hemos dirigido a la Administración, a los profesionales de la salud, a los medios de comunicación, para explicarles la importancia de que la población esté debidamente informada sobre este problema de salud pública. Que se sepa claramente qué es el SIDA, cómo se contagia, cómo no se contagia y cuáles son las medidas de prevención más adecuadas.
Lo sucedido en Durango,que en cualquier momento puede repetirse en Madrid o en Barcelona, en Sevilla o en Vigo, indica que es el miedo irracional el que se sigue imponiendo, cuando no la indiferencia que roza la negligencia.
Israel no puede contagiar a nadie. Primero, porque no es portador del virus (EL PAIS del 11 de enero de 1987), y en segundo lugar, porque el contagio es de sangre a sangre o de semen a sangre, y aunque hay presencia del virus en saliva, sudor o en lágrimas, no es suficiente para contagiar. No se conoce ningún caso en este sentido.
La falta de una información sistemática y rigurosa sobre el SIDA no sólo promueve la propagación de un virus con el que han tenido contacto en este país más de 100.000 personas, sino que también estimula las tendencias discriminatorias o de pánico, fomenta la insolidaridad social.
El problema del SIDA no es un asunto estrictamente sanitario. Está vinculado a la actitud marginadora que de tanta buena salud goza en el seno de la sociedad. Se sigue pensando que el virus del SIDA sólo afectará a personas que calificamos con palabras que empiezan con la letra h, la única letra muda del castellano, y todas estas personas no gozan actualmente de hecho de los mismos derechos que legalmente protegen al conjunto de la población.
Derecho a la intimidad
No escandaliza que un niño sea estigmatizado. Que su nombre y apellido se hagan públicos. No sólo se le niega el derecho a la educación. Cualquiera puede enterarse de que es hijo de una toxicómana; se dice que es portador de una enfermedad que inquieta como antaño podía inquietar la lepra o la sífilis. Este niño no tiene derecho a la intimidad. En un par de años se irá enterando de que es un sidaca. Hoy, ya, percibirá que es distinto, que inspira miedo. ¿Destinaremos plazas especiales para niños sidacas?
Si no entendemos que el SIDA no sólo pone en peligro la salud pública, sino también la vigencia de los derechos humanos y la convivencia social, no habremos entendido nada. En una democracia europea se han violado todos los derechos de un niño de tres años y, en nombre de la estabilidad, hasta se argumenta que este niño ponía en peligro puestos de trabajo. Queremos pensar en que pronto un colegio de Durango acepte a Israel, y así y todo tendremos que pensar en cómo vamos a indemnizarle por el daño causado.
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