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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Los resbalones del dólar

LA REPETIDA caída del dólar norteamericano frente al resto de las monedas de los países industrializados plantea un grave problema al sistema financiero internacional, en un momento en el que aún no se han apagado los ecos del reciente reajuste entre las monedas comunitarias. Como ya se dijo entonces, la causa última del reajuste había que buscarla en la depreciación del dólar, que provoca un flujo de capitales hacia la República Federal de Alemania y fuerza al marco al alza. Como era previsible, la caída del dólar ha provocado nuevas tensiones en el seno del Sistema Monetario Europeo; esta vez, sin embargo, será preciso esperar a que pasen las elecciones alemanas para plantear lo que en el fondo se ha venido esquivando desde hace algún tiempo: la reforma del Sistema Monetario Internacional.La caída del dólar tiene su origen inmediato en el fuerte déficit comercial norteamericano: a mediados de 1986 pareció que la situación iba a mejorar, pero las últimas cifras han echado por tierra las esperanzas de un rápido reequilibrio del comercio exterior de Estados Unidos. El déficit comercial en 1986 se quedará por encima de los 145.000 millones de dólares, superando así en más de 20.000 millones de dólares al registrado en 1985. El que se produzca un déficit de esta envergadura a pesar de la fuerte depreciación del dólar frente al resto de las monedas de los países industrializados es un síntoma que los mercados interpretan de manera pesimista.

También es posible que el reciente descalabro del llamado Irangate haya influido de manera negativa en las expectativas generales y en la percepción de la capacidad del presidente Ronald Reagan para llevar adelante su política económica, creando así nuevas incertidumbres en cuanto a la posibilidad inmediata de corregir los desequilibrios de la economía. La fragilidad de lo que se ha dado en llamar la confianza se fundamenta en la manera en que se ha venido financiando el déficit corriente norteamericano: de 1981 a 1985 la posición exterior neta de Estados Unidos experimentó un deterioro de unos 350.000 millones de dólares, al tiempo que la posición neta del sector privado extranjero frente a Estados Unidos experimentaba una mejora de algo más de 400.000 millones de dólares.

Son, pues, los inversionistas privados, y no las institutiones oficiales, quienes detentan en sus carteras la mayor parte de los dólares que han salido de Estados Unidos en los últimos años. Una buena parte de esta masa enorme de capitales es la contrapartida de los excedentes comerciales japoneses y se encuentra en manos de instituciones privadas de este país, como compañías de seguros o fondos de pensiones. Hasta ahora el comportamiento de estas instituciones ha consistido en privilegiar el largo plazo, estimando que el diferencial de interés cubría el riesgo de cambio. Pera esta apreciación puede modificarse en cualquier momento, especialmente si el dólar sigue cayendo, lo cual agravaría aun más la situación.

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Por lo demás, la caída del dólar de las últimas semanas parece dar la razón a quienes estimaban que la moneda norteamericana estaba sobrevalorada y que sería precisa una disminución nueva de su valor frente a las monedas de los principales países industrializados para que alcanzase su nivel de equilibrio. Se trata, indudablemente, de una apuesta peligrosa, pues nadie puede predecir a ciencia cierta cuál es el nivel de equilibrio de la moneda norteamericana, ya que previamente habría que definir lo que se entiende por equilibrio.

Si por este último se entiende, aquel que permita equilibrar la balanza por cuenta corriente, entonces tendrá que transcurrir mucho tiempo antes de que pueda hablarse de un dólar estable; si se consideran únicamente los aspectos financieros, entonces el nivel de equilibrio vendrá fijado por el nivel respectivo de los tipos de interés, en cuyo caso, o bien éstos son demasiado bajos en Estados Unidos o bien excesivamente altos en los otros países industrilizados, especialmente en la República Federal de Alemania y Japón. Éste ha sido el fondo del debate a lo largo de los últimos meses.

La envergadura de estas cuestiones aconseja el tratarlas de manera global y no dejarlas al azar de los sobresaltos en los mercados de cambios. Los acuerdos del llamado grupo de los cinco en septiembre de 1985 abrieron un camino que debería haber desembocado en una propuesta global para la reforma del Sistema Monetario Internacional. Desgraciadamente, esta propuesta aún no ha visto la luz del día y lo mismo ha ocurrido con la unidad monetaria europea, que debiera haber seguido de cerca la puesta en práctica del SME. Y sin embargo, ambas reformas son cada vez más urgentes para estabilizar las monedas y asegurar un contexto adecuado para el desarrollo del comercio mundial de bienes y servicios.

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