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43ª EDICIÓN DEL CERTAMEN LITERARIO

Mejor jugar bien al póquer que ganar el Premio Nobel

Alfonso Armada

"Yo creo que él cambiaba el jugar bien al póquer por el Premio Nobel", dice Clemente Auger, presidente de la Audiencia Territorial de Madrid y miembro de la tertulia del café Gijón, de Madrid, a la que asiste asiduamente Manuel Vicent. A la tertulia, que el autor de Pascua y naranjas frecuenta desde hace 10 años -"desde la llegada de la democracia", recuerda el pintor Pepe Díaz, otro de los contertulios-, asisten también, entre otros, el cineasta Tito Fernández, el guionista y director de televisión Fernando García Tola, el juez Ignacio Sierra, el escritor Raúl del Pozo, el fiscal Jesús Chamorro y Manolo El Guapo.A Auger, amigo de Vicent desde hace 15 años, le cuesta distanciarse y sintetizar al personaje: "Es un tipo muy profundo, muy inteligente más bien callado, de mirada acerada. Él es como una especie de señor del Mediterráneo, la antítesis del hortera. Cuando está en el mar, en su barquito, siempre parece o un pirata o un al mirante, nunca un deportista. Destaca en él esa mezcla de almirante y agricultor, con la sabiduría del que conoce la tierra como el que cuida un huerto de naranjas o un arrozal en el Misisipí. Siempre está brillante, aunque es más incisivo que brillante. No es arrollador, no es parlanchín. Se podría destacar de él que es el que más entiende, el que más sabe de las miserias de la gente. Otros compañeros suyos de generación saben más de política o de sociología, Vicent es el que más sabe del alma humana y de sus sufrimientos".

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Pepe Díaz, que acude a la tertulia del madrileño café Gijón desde hace cerca de 20 años, recuerda las partidas de póquer que organizaba en su estudio, cercano al café. Vicent decía de los que peor jugaban, entre los que se incluía, "que eran unos membrillos".- Díaz cree que "Vicent es un hombre tímido, muy tímido, pero con mucho sentido del humor. Entra en la tertulia en ráfagas, muy divertidas, como agujas. Es lo contrario de lo que aparenta en los artículos, no tiene nada que ver con esa agresividad que a veces hay en lo que escribe".

Humor negro

La tertulia, heredera de las viejas tertulias de, artistas e intelectuales de Madrid, se suele reunir los jueves, viernes y sábados, de 16.30 a 19 horas. "Se habla de todo", dice Díaz, "de política, de la gente, pero siempre en un tono de coña, de humor negro. Cuando se comienza a hablar de un personaje, más que despellejarle, lo que hacemos es una fiesta total. En la tertulia nos tomamos todo a cachondeo, desde Felipe González a lo que sea"."Lo que a mí me interesa d el personaje", dice Fernando García Tola, director del desaparecido programa de televisión Si yo fuera presidente.... "es un cierto cinismo filosófico y literario, por cuanto. tiene de impúdico y descarado, que no se corresponde con su presencia real, ya que él no es ni impúdico ni descarado. A mí me gustaría tenerle pintado en un cuadro, con esa cabeza que tiene tan calva y esos ojos tan duros y tan tiernos. Me gustaría tenerle pintado en un cuadro como si fuera un antepasado, un referente renacentista, como maestro al que imitar, al que un día poder llegar a parecerme".

Tola dice que se atreve a decir de él "que es un hombre muy reservado para sus asuntos íntimos. Tras esa explosión de fuegos artificiales que es su estilo, hay una reserva profunda". "Si lo sacas de Ahora y lo pones en el Renacimiento", continúa, "no se extrarlaría nada. Si voy caminando por Mújica Laínez y me lo encuentro en Bomarzo, no me extrañaría nada. Le quieró mucho, me da pudor hablar de él".

Tola asegura que, "al escribir, Vicent sufre. Con frecuencia le cuesta escribir a pesar de que su estilo parece tan fácil. Escribir es para él como poner el pie al otro lado de la fronterade la crisis. A veces tiene que mirar la pared durante mucho tiempo".

Manolo El Guapo, Manolo Sañudo, es un personaje del café Gijón, al que acude desde hace 26 años. Recuerda que que Francisco Umbral quien lo bautizó de guapo, "cuando de joven era muy guapo y vivía con una aristócrata". Dice de Vicent que "tiene una inteligencia crítica muy valenciana. Es muy mediterráneo, muy listo, muy espléndido. Hay en él más inteligencia interior que la que exterioriza. A veces te deja abrumado, por su talento y por su ternura".

Para Umbral, que lo conoció en 1965, "es como Gabriel Miró, pero con mala leche. Escribe tan bien como su paisano, pero tiene a su favor la mala leche que a Miró le faltaba".

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