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Triunfo del Centro Dramático con el estreno en Milán de 'El público', de Lorca

De noche estupenda puede calificarse el estreno en Milán de El público, drama póstumo e incompleto de Federico García Lorca, por la compañía del Centro Dramático Nacional (CDN), bajo la dirección de Lluís Pasqual. Los cerca de 500 privilegiados espectadores que tuvieron acceso anteayer al Teatro Studio (segunda sala del Piccolo Teatro) acogieron el espectáculo con calurosos y prolongados aplausos y gritos de "¡bravo!". Fue lo que se dice un triunfo.

Entre las personalidades desplazadas expresamente a Milán para asistir al estreno mundial de la obra se hallaban el ministro de Cultura, Javier Solana, e Isabel García Lorca, hermana del poeta. El Público, coproducción del CDN y el Piccolo Teatro de Milán-Teatro de Europa, se ofrecerá en la capital italiana hasta el próximo día 21, para presentarse luego, en enero, en el María Guerrero de Madrid.En los días que han precedido a la primma mondiale de El Público, se ha hecho hincapié, aquí, en Milán, en el carácter experimental del texto lorquiano. Se ha hablado del "considerable esfuerzo" que éste exige al espectador y se ha llegado incluso a decir que se trata de una obra "para especialistas", del eslabón perdido de una hipotética vanguardia teatral europea. Comentarios excesivos aunque un tanto excusables ante un público italiano más familiarizado con el Lorca del Romancero gitano, La casa de Bernarda Alba (único título lorquiano estrenado en el Piccolo) o Yerma (estos días se representa en Milán por una compañía italiana), que con el autor de Poeta en Nueva York o Así que pasen cinco años. Pero lo cierto es que cuando ha sonado la hora de la verdad, al encenderse las luces del teatro iluminando el gran escenario de arena azul, y los cuatro caballos blancos han irrumpido en él tocando sus trompetas, el público se ha quedado literalmente fascinado, enganchado en el viaje -viaje al fondo de la noche, como dice Pasqual- de Lorca. Ya nadie, o casi nadie, se acordaba del eslabón perdido. La magia monda y lironda de la escena se había zampado todas las posibles vanguardias sin dejar ni la raspa. Y uno se acordaba de las palabras del propio Lorca: "Yo he visto en Alicante como todo un pueblo se ponía en vilo al presenciar una representación de la cumbre del teatro católico español: La vida es sueño. No diga que no lo sentían. Para entenderlo, las luces todas de la teología son necesarias. Pero, para sentirlo, el teatro es el mismo para la señora encopetada como para la criada".

Pero, claro, el público milanés tampoco era precisamente un público de criadas, y por más que ignorase al Lorca "surrealista", había mamado el suficiente teatro como para darse perfecta cuenta de lo que hay detrás de los grandes temas que el poeta suscita en su obra: el tema del amor -"Romeo puede ser una ave y Julieta puede ser una piedra. Romeo puede ser un grano de sal y Julieta puede ser un mapa"-; el tema de la personalidad, y el tema del teatro, el teatro bajo la arena: "El verdadero drama es un circo de arcos donde el aire y la luna y las criaturas entran y salen sin tener un sitio donde descansar. ¡Hay que destruir el teatro o vivir en el teatro!". Detrás de estos temas está el gran maestro, el Shakespeare del Sueño de una noche de verano, de Como gusteis; el mago de la amarga Arcadia. Y está, cómo no, Pirandello -que no el pirandellismo- de los seis personajes y de los gigantes de la montaña. A estos dos faros se podría añadir otra referencia: el Jean Genet de Las criadas, el cual, con posterioridad al poeta granadino, desarrollaría el tema del quién es uno que Lorca suscita en la escena entre el Emperador, la Figura de Pámpanos y la Figura de Cascabeles.

Sala inadecuada

Al margen de estos parentescos, lo que aquí cuenta es la palabra del poeta, empecinado en descubrir la verdad, en mostrarla a los demás, aun a costa de quedarse ciego, como dice el profesor Martínez Nadal. Esa ansia por descubrir la verdad, por tocar fondo, aunque ello no sea sino predicar en el desierto -el desierto de las vanguardias- es lo que enamora de esta obra. Para decirlo con metáfora lorquiana: "Yo conocí un hombre que barría su tejado y limpiaba claraboyas y barandas solamente por galantería con el cielo". La palabra del poeta. Admirablemente servída por una compañía de más de 30 intérpretes. Una compañía de lujo, desde el gran Alfredo Alcón (El Director) -su mano a mano final con Walter Vidarte (El Prestidigitador) es un momento soberbio- hasta la jovencísima Maruchi León (Julieta), una cacereña recién salida del conservatorio que, al enterarse de que Pasqual iba a montar El Público, se presentó a él en una discoteca con estas tres palabras: "Yo soy Julieta", y se ganó el papel a pulso, un papel que León convierte en algo aéreo, de una calidad sorprendente.

Lástima que el Teatro Studio no esté a la altura de la palabra del poeta: la acústica es más que deficiente. A ello hay que sumar la arquitectura dura de la sala que hace que la luz después de iluminar la arena azul rebote y se apague en las paredes de ladrillo de ese teatro que más que un teatro parece un presidio de película -Alcatraz, como lo llama el escenógrafo Fabiá Puigserver- por cuyas galerías se pierde el fantasma de Lorca disfrazado de James Cagney. El Público, a mi entender, debía haberse estrenado en el María Guerrero.

A la palabra del poeta y al excelente trabajo de los cómicos, hay que sumar el de Puigserver, que ha realizado, además, un vestuario de gran belleza; el del músico J. M. Arrizabalaga; el de los coreógrafos Cesc Gelabert y Lydia Azzopardi; la colaboración del pintor Frederic Amat y la direcci ón de Lluís Pasqual, que fue, en la noche del estreno, unánimemente elogiada por la flor y nata de la crítica italiana.

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