Alegato de Wole Soyinka en la Academia sueca contra el racismo en Africa

El escritor nigeriano Wole Soyinka compareció ayer en la sede de la Academia sueca para pronunciar un discurso que habitualmente está referido a la literatura, a la distinción otorgada y al agradecimiento por ello, como es tradición en los laureados con el Premio Nobel de Literatura. Pero Soyinka no siguió la línea de sus predecesores, y sus palabras, explícitamente dedicadas a la personalidad de Nelson Mandela, encarcelado por el régimen de Pretoria, fue un extenso y angustiado alegato contra la irracionalidad del régimen del apartheid y la opresión secular del pueblo africano.

La exposición de Soyinka estuvo articulada sobre la presencia del pasado como protagonista del tiempo presente y comenzó con un minucioso relato de un hecho ocurrido en el Teatro Real de Londres en 1958, con motivo de una representación sobre un suceso real, una masacre ocurrida en Hola Camp (Kenia) durante el dominio colonial británico.El propio Soyinka, uno de los actores que debía participar en la representación, que estaba basada en el informe elaborado por las autoridades coloniales, rehusó salir a escena a representar el papel que le había tocado, que era precisamente el de uno de los guardianes del campo que habían terminado a palos con los prisioneros negros. Soyinka trazó un agudo perfil psicológico del comportamiento de los verdugos blancos y sus víctimas y señaló que traía a colación el episodio como ilustración del profundo proceso interior de la conciencia del creador que expone al escritor a dos clases de riesgos, la total paralización o el abandono de la pluma y su sustitución por una más directa herramienta de lucha contra una realidad inaceptable.

Cruel circunstancia

Dijo Wole Soyinka que había una cruel coincidencia entre su presencia, la de un hombre negro hoy en Estocolmo para recibir el Premio Nobel, en el mismo año en el que el progresista primer ministro Olof Palme había caído asesinado y también en el año en que Samora Machel, el líder que una vez puso a su país en pie de guerra contra Suráfrica, ha caído en circunstancias misteriosas. "Tal vez fueron los que se sintieron violados por la traición racial de Olof Palme, lo bastante cortos de vista como para imaginarse que la muerte de un individuo podría detener la marcha hacia adelante de sus convicciones".Señaló que cada acto de terror racista, con su enorme aumento de refinamiento en los métodos de exterminio, es una forma de reconocimiento del potencial de los oprimidos y de que la victoria de éstos camina cada vez a pasos más rápidos.

Destacó el escritor africano que uno de los aspectos que más le había dolido en la reconstrucción teatral del episodio de Hola Camp fue el hecho de que los oficiales blancos autores de la masacre parecieron tener conciencia de que las víctimas eran en realidad seres humanos.

Soyinka tuvo palabras de reconocimiento para Eddie Roux, político y hombre de ciencia surafricano, asesinado con una carta bomba por su lucha contra el racismo y para otros intelectuales y artistas, como André Bring, Abram Fisher, Helen Suzman, Breyten Breytenbach. "Intelectuales, escritores, hombres de ciencia, trabajadores comunes y políticos", agregó, ilegan a un punto en que la realidad social no puede seguir siendo observada como un cultivo de bacterias en un microscopio o convertirse en variaciones estéticas en páginas de libros, pinturas o escenas".

Se refirió también a los dirigentes políticos occidentales que piensan que las sanciones económicas pueden ser efectivas contra los países del Este y que, sin embargo, les niegan efecto para los enclaves del apartheid surafricano.

El escritor africano, conjuntamente con los otros nueve laureados con los Nobel, recibirá mañana de manos del rey de Suecia, Carlos Gustavo, el premio otorgado, en una ceremonia que se realizará en la Casa de Conciertos de Estocolmo.