_
_
_
_
Tribuna:CENTENARIO DEL FINAL DE LA ESCLAVITUD
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El final de los amos

Este mes de diciembre se celebra en Madrid una conferencia internacional que conmemora el hecho de que hace un siglo, el 7 de octubre de 1886, el Gobierno español declaró el final definitivo de la institución de la esclavitud en su colonia de Cuba. La esclavitud de los africanos y de sus descendientes había continuado en Cuba, al tiempo que iba siendo abolida en todos los lugares del hemisferio, surtiendo de mano de obra a una industria azucarera próspera y tecnológicamente sofisticada. Tanto los regímenes liberales como los conservadores de España habían permitido su mantenimiento, temerosos del posible detrimento de sus ingresos y del antagonismo de la clase plantadora si se acometía la abolición. La esclavitud y el colonialismo estaban inextricablemente entrelazados, y cualquier paso dado en contra de la primera parecía amenazar la segunda.Los historiadores han enfocado generalmente la abolición como un hecho político y han centrado su atención en los debates parlamentarios, los líderes abolicionistas y los cambios legales. Pero una cuidadosa exploración de los testimonios documentales pone de manifiesto un complejo proceso social en el seno de la propia isla, un proceso de desafío por los esclavos y de una adaptación a regañadientes por parte de los amos.

La abolición de la esclavitud comenzó con algunas iniciativas de los insurrectos durante la Guerra de los Diez Años (1868-1878) y la respuesta española con la ley de 1870 de manumisión de los recién nacidos y los ancianos. Se hicieron algunas concesiones en el tratado que dio fin en 1878 al conflicto anticolonial, y en 1880 los esclavos fueron transformados en patrocinados, sometidos a un trabajo obligatorio pero nominalmente libre. Este gradualismo, descrito como una virtud por políticos y plantadores, frenó de manera efectiva la obtención de la libertad por parte de miles de esclavos que se habían visto obligados a trabajar bajo el brutal régimen de trabajos forzados existente en la isla. Pero este mismo gradualismo creó instituciones cuyos documentos escritos permiten a los historiadores, irónicamente, documentar el papel de los esclavos en la consecución de su propia emancipación.

Los esclavos cubanos habían encontrado desde hacía mucho tiempo las formas de resistirse a su esclavitud: fugas, rebelión, ataques a capataces y propietarios. Los riesgos de estas formas de resistencia fueron muy grandes, y sus costes comprendían el sufrimiento físico, la separación de la familia y la muerte en el caso de no tener éxito en sus intentos. A medida que el problema de la abolición se introdujo en un debate público, y que las perspectivas de libertad se iban haciendo más inmediatas, se extendió la resistencia, incluyendo una amplia gama de actividades en búsqueda de la libertad. En realidad, algunas actividades absolutamente pacíficas tomaron un carácter más combativo cuando llegaron a formar parte de un desafío a la continuada dominación de los dueños de esclavos.

Según fue bajando el precio de los esclavos, los esfuerzos de éstos por acumular capital mediante la venta de artículos procedentes de sus conucos (parcelas de tierra que los esclavos tenían en usufructo, no en propiedad, para su abastecimiento) se fueron haciendo más importantes. Encontramos, por ejemplo, asientos como el anotado en los registros del Ingenio Nueva Teresa en julio de 1883: "Depositado por la morena Mamerta, criolla, para la manumisión de su hijo Mamerto... 50 pesos de oro". Otros esclavos y patrocinados dieron un paso más y demandaron a sus amos ante las Juntas de Patronato, establecidas para vigilar el cumplimiento de la ley de 1880. Aunque los dueños de esclavos intentaban bloquear tales iniciativas, unos 7.400 patrocinados consiguieron obtener su libertad mediante pruebas de que sus amos habían violado los términos de la ley. Otros los acusaban de que habían sido irregularmente registrados, y otros intentaban llegar a arreglos de acuerdo mutuo y salir del estado de patrocinado.

Los patrocinados encontraron aliados en diversos lugares. Aquellos que habían conseguido la libertad podían colaborar en la campaña por la manumisión de sus parientes y amigos, actuando como litigantes y como fuentes de información.

El pequeño movimiento abolicionista existente en Cuba proporcionó alguna ayuda legal y ayudó a romper el monopolio informativo de los plantadores.

Estos esfuerzos llevaron a una aceleración del paso en la emancipación: unos 10.000 patrocinados lograron su libertad en 1881-1882 mediante la propia compra de la misma, el litigio y la negociación; el año siguiente, otros 17.000; al siguiente, 27.000, y así sucesivamente.

Había habido en Cuba casi 200.000 esclavos en 1877, pero en el momento de la promulgación del real decreto que terminaba con la institución del patronato en 1886 sólo quedaban por liberar en cumplimiento del mismo unos 25.000.

Cuando buscamos explicaciones para los fenómenos históricos complejos, tratamos de encontrar las causas subyacentes. En el caso de la abolición de la esclavitud en Cuba, entre esas causas se encuentran el aspecto cambiante de la política española, la victoria del Norte en la guerra civil de Estados Unidos, la terminación del tráfico de esclavos y la competencia a que tuvo que enfrentarse el azúcar cubano en el mercado mundial. Pero también es importante reconocer la forma en que los individuos y los grupos supieron aprovechar las circunstancias coyunturales existentes para acelerar la llegada de la libertad.

En Cuba, los esclavos fueron actores de su propia liberación. Utilizando las leyes proyectadas para refrenar y posponer el cambio social, encontraron vías para acelerar el proceso. de transformación. Sin embargo, lo que los antiguos esclavos iban a descubrir después de conseguir la libertad legal era la ambigüedad y la limitación de ese concepto. Los inmigrantes procedentes de España supusieron una competencia en el mercado de trabajo, los grandes propietarios monopolizaron cada vez más el acceso a la tierra y estuvieron en litigio los derechos civiles y políticos. Los antiguos esclavos habían roto los más evidentes de los lazos que les constreñían, pero iban a encontrar difívil lograr sus objetivos de tierra, movilidad y trabajo.

En 1895 comenzó la segunda guerra para independizarse de España, y la población de color de Cuba se unió en gran número a la rebelión. Habiendo intervenido directamente una vez en su propia liberación, los antiguos esclavos se echaron hacia adelante cuando surgió el siguiente desafilo. La guerra daría fin definitivamente al dominio de Cuba por España, pero, sin que ésa fuera la intención de los combatientes por la independencia, iniciaría el dominio por otra potencia metropolitana. Cuando en 1899 el Gobierno de Estados Unidos izó sobre la isla la bandera estadounidense, muchos de los que habían luchado en las décadas anteriores debieron pensar que la, lucha por la autonomía personal y nacional se convertiría en una lucha sin fin.

Rebecea J. Scott es profesora asociada de Historia en la universidad de Michigan, Estados Unidos, y autora de Slave emancipation in Cuba: the transitión to free labor, 1860-1899. (Princeton University Press, 1985).

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_