María Kodama inaugura en Madrid la primera gran exposición sobre Borges
María Kodama, viuda de Borges, inauguró ayer en la Biblioteca Nacional, en el aniversario del nacimiento de Robert Louis Stevenson, la primera gran exposición sobre la vida y obra del escritor argentino, que incluye manuscritos, las primeras ediciones de sus libros, revistas ultraístas que casi ni existieron y un espejo con una pantalla de televisión que refleja a quien se adentra.
"Pero es que de todo escritor puede decirse que deja dos obras: una, la escrita; otra, la imagen que queda de él". Eso dijo Jorge Luis Borges en una entrevista, y tienta creer que pensaba en su propia posteridad, aunque en otras ocasiones dijo que quería ser olvidado tras su muerte. No lo ha sido. "El arte debe ser como un espejo que nos revele nuestra propia cara", dijo Borges.No fue posible conseguir un tigre, imagen constante en la mitología borgeana, en contra de lo que habían soñado los organizadores la noche en que se les ocurrió la idea de la exposición. Ésta se compone de unas 400 piezas de las que unas 350 han sido aportadas por el periodista argentino Antonio Carrizo, quizá el principal coleccionista de la obra de Borges: también coleccionista de objetos y libros relacionados con García Lorca, y de literatura argentina en general, Carrizo posee el manuscrito de algún poema y prácticamente todas las primeras ediciones de los libros de Borges. De la primera edición de Luna de enfrente, Antonio Carrizo ha prestado tres ejemplares, y los tres dedicados.
Una de las dedicatorias incluye el dibujo de un malevo, personaje del bajo mundo rioplatense, de difícil equivalencia en otros países, caracterizado por su coraje en la pelea. Trazas de la admiración de Borges por el coraje abundan, y el ejemplo más citado es el cuento El hombre de la esquina rosada. En una milonga a Jacinto Chiclana, Borges escribió: "Entre las cosas hay una / de la que no se arrepiente / nadie en la tierra. Esa cosa / es haber sido valiente". Mas Borges, al contrario que Saint-Exupéry, Pessoa o García Lorca, de quien se exhiben ahora en Madrid sus dibujos, no era un buen dibujante.
Quizá la pieza más espectacular de la exposición sea el manuscrito de El Aleph, comprado por el Estado en algo más de cuatro millones y medio de pesetas, para la Biblioteca Nacional, en mayo del año pasado. Pero parece ser que Borges no era una persona en exceso respetuosa con su propia obra y hacía donaciones con relativa facilidad. En cierta ocasión, recuerda Antonio Carrizo, una amiga, agradecida con el regalo de un manuscrito, le dijo al escritor: "¿Usted se da cuenta de lo que valdrá esto después de muerto?" Y Borges respondió: "Si yo fuera un caballero, ahora mismo iría al cuarto de baño y me pegaría un tiro".
Equívocos
Además de los libros de Borges -destacan en belleza las ediciones alemanas e italianas-, se exhiben documentos del largo siglo artístico en el que vivió y en el que, a veces, tomó parte directa. Por ejemplo, la revista Manomètre, en octubre de 1922, en la que Borges escribía junto a René Faure, Philippe Soupault y Tristán Tzara, el más famoso de los dadaístas. Tienen gracia también los volantes publicitarios de lanzamiento de la revista Martín Fierro, en Buenos Aires, elípticos, pedantes e ingeniosos: "Si usted cree que Botafogo es una gloria nacional, no lea Martín Fierro". Botafogo, explica Carrizo, fue un caballo de carreras tan famoso y popular que a su muerte fue velado por la multitud.Un ejemplar de la legendaria revista Proa incluye un dibujo de Norah Borges, la hermana del escritor, junto a un texto de Macedonio Fernández, el hombre que pensaba mejor que escribía, según Borges, y a quien éste admiró siempre tanto. Una víspera de Reyes le preguntaron a Borges qué deseaba como regalo, y él pidió volver a escuchar a Macedonio Fernández.
Como suele ocurrir con las exposiciones antológicas, ésta corrige algunos equívocos, y en concreto el de supuestos inéditos. Así, se muestra el periódico en el que apareció publicado el cuento La memoria de Shakespeare, ofrecido como inédito en el número 3 de la revista El paseante. También se conoce la existencia de cuentos o poemas de los que Borges renegó y que nunca han sido reeditados, ni lo serán, según dijo María Kodama, a no ser como apéndice a algunas obras completas, y con mención específica de su rechazo por el escritor.
Una de estas obras repudiadas es justamente la pieza que Antonio Carrizo aprecia más de su colección: un ejemplar del libro de ensayos El tamaño de mi esperanza, dedicado a Ricardo Guiraldes. "A Ricardo, pampa que canta, su amigo en la poesía..."
Novedad para este tipo de exposición literaria es el estudio que se ha realizado, y que aparece en el catálogo bautizado con el nombre de Borgesse, sobre las obras a las que Borges alude en sus libros. Es, naturalmente, un trabajo realizado con ordenador; se informa del número de veces que aparece tal autor citado, cuál de sus obras si es el caso, y en cuál de Borges; se sabe también el número de citas. Es una información interesante por cuanto supone una pista sobre los gustos del escritor y la constancia de tales preferencias. Viene a ser como un índice de los libros que más recordó. Estos datos confirman al lector la importancia que tuvieron, en la vida de Borges, Dante, Henry James, Flaubert, Goethe, Góngora, Cervantes, Blake, Chesterton...
Además de El Aleph, los otros dos manuscritos que se exhiben son los de La muerte del general Quiroga y La historia del cinematógrafo, este último cedido por Jean-Pierre Vernès. Se trata del antiguo diplomático francés que prepara la edición de las obras completas de Jorge Luis Borges en la famosa colección de La Pléiade, y que trabajó con el escritor durante sus últimos meses en Ginebra.
De aquél tiempo guarda cintas grabadas con conversaciones, aunque aún no tiene el valor de escucharlas. Según contó Vernés a una de las organizadoras de la exposición, María Luisa López Vidriero, uno de sus últimos días Borges escuchó a Vernès leerle una de sus páginas, que éste por una vez admiró. Emocionado, Borges preguntó a Vernès: "Entonces ¿he sido un escritor?"
Babelia
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