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La mayoría demócrata en el Senado amenaza los planes de Reagan en Nicaragua

Francisco G. Basterra

La escalada militar de Ronald Reagan en Nicaragua y su sueño de una defensa espacial antimisiles, "que proteja como el tejado de una casa cubre de la lluvia", pueden verse frenados por el nuevo Senado, en manos de los demócratas. El objetivo del presidente de acabar con los sandinistas antes de abandonar la Casa Blanca es ahora más difícil, y 1987, con la CIA ya controlando nuevamente la guerra sucia de la contra y con dinero fresco para aumentar la presión militar, será el año decisivo para que la Administración empuje la "liberación" de Nicaragua.

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Pero Reagan tiene ahora enfrente a un presidente del Comité de Asuntos Exteriores del Senado, el demócrata Calaiborne Pell, que ya ha advertido que el énfasis debe ser puesto en la negociación y no en los contras; "todos sabemos que son unos terroristas", dice.Antes de que el Congreso número 100 comience sus deliberaciones, el próximo enero, la Administración confía en que los 100 millones de dólares (unos 13.700 millones de pesetas) ya aprobados para ayudar a los "luchadores de la libertad", como los llama el presidente; su entrenamiento por boinas verdes norteamericanos y una política de aislamiento creciente de Nicaragua comenzarán a dar sus primeros frutos. La Agencia Central de Inteligencia (CIA) controla el día a día de la guerra de Nicaragua, bajo la supervisión política del Departamento de Estado. Aviones de transporte Hércules están preparados para, desde aeropuertos en islas hondureñas, rearmar a los rebeldes.

Se trata de conseguir alguna victoria significativa en el interior de Nicaragua, una toma de territorio con el aislamiento de la costa atlántica nicaragüense de los centros de población del sur del país y el sabotaje de la cosecha del café, para presentar al nuevo Congreso la imagen de una "contra eficaz". La Administración prepara también una potente radio para los rebeldes, que emitirá desde Costa Rica, y está forzando a los dirigentes de la contra para que se cubran con un programa político que atraiga a los descontentos con el sandinismo.

La próxima primavera, cuando se agoten los 100 millones, la Administración deberá volver a solicitar más dinero al Congreso para esta guerra impopular (dos de cada tres norteamericanos se oponen a la intervención de su país), que el presidente no se ha atrevido a utilizar en la pasada campaña. Si en anteriores ocasiones la ayuda pasó en el Senado por 53 votos contra 47, en el futuro este margen puede estrecharse o incluso cambiar de signo.

Pell es un firme opositor a la política centroamericana del presidente, a diferencia de Richard Lugar, el hasta ahora presidente del Comité de Exteriores. Se espera que conceda un papel más relevante a los presidentes de los subcomités, como los senadores Cranston, Dodd o Kerry, los más activistas en la oposición a la política exterior de la Casa Blanca. Un comité de justicia presidido por Edward Kennedy podrá utilizar su capacidad de formar comisiones de investigación para impedir que la Casa Blanca se salte la ley y trate de reanudar la ayuda encubierta a la contra nicaragüense.

"Actuaremos como contrapeso de la doctrina Reagan de intervención activa contra regímenes izquierdistas. El pueblo norteamericano no quiere que se utilice primero la opción militar", ha afirmado el probable futuro líder de la mayoría en el Senado, Robert Byrd.

Plan antisandinista

La Casa Blanca confía todavía en que podrá conseguir compromisos, formando una coalición con los demócratas sureños más moderados, para mantener su política de presión militar sobre Managua. Mientras tanto, la Administración da los últimos toques estos días a su doble política de activismo militar y presión política sobre los comandantes nicaragüenses. La Casa Blanca está debatiendo un plan para conseguir un aislamiento completo de Nicaragua, que en última instancia llevaría a la ruptura de relaciones diplomáticas entre Washington y Managua, posibilidad que ya defiende un sector de la Administración.El secretario de Estado adjunto para Asuntos Interamericanos, Elliot Abrams, suscitó esta posibilidad en el curso de un reciente viaje a los países centroamericanos y presionó en las distintas capitales para que estén preparadas para una ruptura colectiva de relaciones o, al menos, la retirada temporal de sus embajadores y la disminución de sus representaciones en Managua.

El Gobierno también aumentará su presión sobre los países europeos para evitar declaraciones favorables a Nicaragua, viajes de líderes aliados a ese país y que no se entorpezca la apertura de oficinas de la contra, informó esta semana el periódico Miami Herald, que citaba a fuentes gubernamentales. Al mismo tiempo, se continúan poniendo al día los planes para una eventual intervención militar directa, que no ha sido aprobada, pero tampoco descartada, señalan fuentes fidedignas.

Operaciones "quirúrgicas" a cargo de la fuerza aérea norteamericana sobre aeropuertos nicaragüenses para destruir los helicópteros soviéticos y un bloqueo naval para impedir la llegada de suministros de la Unión Soviética y Cuba, y no una invasión por tierra de los marines, son los planes de contingencia barajados.

La 82ª División Aerotransportada, basada en Fort Bragg (Carolina del Norte), el único cuerpo del Ejército preparado para invadir territorio enemigo, acaba de concluir unas importantes maniobras para entrenar a sus 14.000 paracaidistas para el combate en Centroamérica. "Esperamos que Danny Ortega [el presidente nicaragüense] capte el mensaje", afirmó un oficial de aquélla.

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