Las superpotencias monologan sobre sus doctrinas estratégicas
Un grave problema en el diálogo entre las superpotencias es que no hablan el mismo idioma sobre doctrina estratégica. Cuando Ronald Reagan planteó la Iniciativa de Defensa Estratégica (SDI) en marzo de 1983, el entonces líder soviético, Yuri Andropov, expresó sus dudas sobre la salud mental del patrocinador de la guerra de las galaxias. El propio Mijail Gorbachov afirmó el pasado 12 de octubre, al término de la cumbre de Reikiavik, que "sólo un loco" habría aceptado la propuesta hecha por Reagan en Islandia.
Teóricamente, la doctrina oficial de la disuasión nuclear es la de la Destrucción Mutua Asegurada (MAD, o loco, en inglés), por la cual una superpotencia disuade a la otra de atacarla con armas nucleares, pues amenaza con unas represalias devastadoras garantizadas. Es el diálogo de los irracionales. MAD es una doctrina norte americana, derivada del susto que provocó la crisis de los misiles de Cuba, de octubre de 1962. Antes hubo dos doctrinas oficiales: la de las represalias masivas, y la llamada doctrina McNamara, de muy corta duración, que se con centró en evitar el ataque a las ciudades (city-avoidance), con centrándose en blancos milita . Era cuando EE UU consideraba la racionalidad de una guerra nuclear. En la práctica MAD no se eternizó, entre otras razones, porque con los progresos tecnológicos los misiles intercontinentales, con mayor precisión, alcance y velocidad, se han convertido en armas capaces de destruir los misiles intercontinentales enemigos en sus bases o silos. Los militares norteamericanos también consideraron que unas armas que no se pueden utilizar son inútiles. Pero en vez de intentar eliminarlas, de acuerdo con la URSS, la tendencia fue a sacar provecho, militar y político, de ellas. Gradualmente, en términos de planeamiento militar, fue ganando terreno el planteamiento de que, en caso de guerra, se pudiera ganar la batalla nuclear y que el presidente de EE UU no se viera forzado a elegir entre el todo y la nada. En cualquier caso, incluso en el corto tiempo de vigencia de la doctrina MAD, "había una clara separación entre la política declaratoria de EE UU y su doctrina de fijación de blancos", según varios expertos, entre ellos John van Oudenare, ahora asesor en el Departamento de Estado. Los blancos no son las poblaciones civiles, como rehenes, sino las instalaciones militares.
Richard Nixon, en 1970, cuestionó ya la MAD, e hizo hincapié en la utilidad militar de las armas nucleares. En 1974 llegó la doctrina Schlesinger sobre opciones nucleares limitadas (aunque la URSS nunca ha reconocido la posibilidad de una guerra nuclear limitada) y, con Jimmy Carter, la PD59, la directiva presidencial que ahondaba aún más en la dirección apuntada. Luego llegó con Reagan un nuevo interés en la defensa contra los misiles balísticos, aunque declarase, con Gorbachov en Ginebra en 1985, que el concepto de una victoria en una guerra nuclear carece de sentido.
MAD y los soviéticos
En los círculos especializados occidentales se ha debatido largo y tendido sobre si los soviéticos habían aceptado o no la doctrina MAD y sobre si buscaban o no lograr una capacidad de librar y ganar una guerra nuclear, aunque Reagan y Gorbachov declararan en Ginebra, en noviembre de 1985, que no se puede ganar una guerra de ese tipo.
Para un sovietólogo como el norteamericano Raymond Garthoff, la URS S sí aceptó MAD al firmar en 1972 el tratado ABM sobre limitación de los sistemas contra misiles balísticos. Pero son muchos los sovietólogos que opinan que la URSS nunca compartió con Estados Unidos la doctrina de la disuasión mutua asegurada. En la era nuclear, la doctrina estratégica soviética siempre ha insistido en la primacía del ataque sobre la defensa, si fallara la disuasión. Y el temor a ser blanco de un primer ataque ha estado siempre muy vivo, y más ahora con las perspectivas de la SDI.
Para la URSS, reconocen algunos sovietólogos norteamericanos, la SDI norteamericana no es sólo un programa de defensa estratégica, sino una iniciativa estratégica de carácter ofensivo, de la que también forman parte los nuevos misiles intercontinentales MX, Midgetman y los Trident, lanzados desde submarinos. De hecho, un informe del Departamento de Defensa sobre la SDI, de junio de 1986, habla como primera prioridad, antes de las defensas, de modernizar las fuerzas ofensivas de represalia.
Si la SDI fuera un monopolio de EE UU y si funcionara, aun que sólo en parte, para reducir los daños de un ataque de represalia, podría servir para lanzar un ataque preventivo contra la URS S. Además, la defensa no es un sistema de armas, sino una estrategia. Y será tecnológicamente más fácil que las nuevas armas -de láser y de otro tipo sirvan antes para atacar que para defender. EE UU asegura que hay programas similares en curso en la URSS, bastante por detrás de la tecnología norteamericana, según algunos expertos norteamericanos, o por delante, según el Pentágono.
Gorbachov se negó en Reikiavik a legitimar que durante 10 años EE UU, libremente, pruebe, desarrolle y eventualmente despliegue un sistema de defensa contra los misiles balísticos. Gorbachov, al proponer el respeto del tratado ABM durante una década más, estaba, según algunas interpretaciones, dando la luz verde para la SDI, pero ganando tiempo para, quizá, recuperar el terreno perdido.
Hay informaciones contradictorias de Moscú sobre lo que Gorbachov quiso decir al proponer limitar la investigación de la SDI durante una década al laboratorio. Pueden ser signos de flexibilidad por parte de la URSS.
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