La mano de Reagan en la 'guerra sucia' contra Nicaragua, un secreto a voces
La mano de la Administración de Ronald Reagan en las operaciones privadas de ayuda a la guerra sucia de la contra en Nicaragua es un secreto a voces en Washington, a pesar de los intentos del Gobierno norteamericano de presentarse como un observador neutral de esta lucha. Pero el presidente. no va a verse salpicado por el embrollo del avión norteamericano derribado el pasado dia 5 sobre Nicaragua y la captura del primer prisionero estadounidense de esta guerra encubierta, el mercenario Eugene Hasenfus.
Este caso, que un observador extranjero podría pensar que tiene un potencial político devastador para el Gobierno, no se parece ni de lejos a un mini Watergate, a pesar de los intentos de la Prensa por investigarlo.Ronald Reagan está por encima de estas minucias y considera héroes a los rebeldes, a los que compara con los voluntarios del Batallón Lincoln en la guerra civil española. Él mismo se ha declarado un contra, se ha convertido en el principal promotor del envío de ayuda, militar y humanitaria, a los rebeldes que tratan de derrocar a los sandinistas, y el pasado fin de semana firmó la ley que permite a la CIA retomar la guerra contra Managua de una forma oficial, empleando 100 millones de dólares (unos 13.200 millones de pesetas). Aun así, la ley impide que militares norteamericanos vuelen sobre Nicaragua o se acerquen a 32 kilómetros de sus fronteras.
El Congreso ha concluido su mandato, y sus miembros no quieren complicarse la vida cuando se están jugando la reelección en las elecciones del próximo 4 de noviembre. Un intento de formar una comisión investigadora para esclarecer los vínculos de la operación Hasenfus con la Casa Blanca ha fracasado en el Senado. La casi imposible tarea de distinguir entre la ayuda privada a los rebeldes y la oficial, utilizando agencias del Gobierno norteamericano, es sólo un juego de palabras.
Complicidad oficial
Miembros de la Casa Blanca, el Pentágono y la Agencia Central de Inteligencia, oficialmente a título privado, estimulados por el propio presidente, colaboraron para formar una red clandestina de mercenarios, ex agentes de espionaje, y veteranos de Vietnam y del Ejército para continuar los suministros a la contra. Estas operaciones han sido discutidas en la Casa Blanca, informaba ayer The New York Times. Para no caer en la ilegalidad, la Administración realmente ha subcontratado la ayuda con grupos de patriotas benefactores, manteniéndose oficialmente al margen.
No han aparecido, sin embargo, pruebas concluyentes que vinculen directamente a la Administración con el avión de Hasenfus. Pero los síntomas de una complicidad oficial, que conocía y ayudaba a coordinar estas operaciones privadas que bordean la legalidad, son cada día mayores. "Es realmente difícil imaginar que la CIA no ha tenido ningún papel en el movimiento de suministros a través de la base salvadoreña de Ilopango" (centro logístico del apoyo a la contra), ha afirmado Stansfield Turner, ex director de la CIA.
La desafortunada historia del agente caído del cielo, el ex marine y antiguo colaborador de la CIA en Vietnam Hasenfus, es una prueba de lo anterior. La Administración niega que el caso del avión de transporte fuera una operación gubernamental, pero el propio vicepresidente, George Bush, aparece vinculado indirectamente a ella. Su consejero de Seguridad, Donald Gregg, un ex agente de la CIA, agencia que dirigió Bush, le presentó al vicepresidente a Max Gómez, un cubano que trabajó para el espionaje norteamericano, veterano de la invasión fallida de Bahía de Cochinos y que tiene a gala llevar el reloj que portaba Che Guevara cuando murió a manos del Ejército boliviano. Gómez ha sido citado por Hasenfus como el coordinador, en nombre de la CIA, de las operaciones de ayuda a la contra desde El Salvador. La cadena de televisión CBS ha vinculado también al hijo de Bush, Jeb, de 33 años, presidente del Partido Republicano en el condado de Dade, en Florida, con los esfuerzos para suministrar armas a la contra.
George Bush dijo que Gómez es un "patriota". El embajador norteamericano en El Salvador también conocía a Gómez, a pesar de que en principio lo negó.
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