Sorpresa tras la proyección de los primeros filmes británico y sovietico
La primera de las películas británicas en competición, Fatherland de Ken Loach, ha causado al mismo tiempo buena impresión y una cierta perplejidad. Lo primero se deriva de la excelente factura del filme, montado de manera moderna y hecho a partir de una notable capacidad para captar detalles; lo segundo surge del argumento de Fatherland, pues lo que empieza siendo la crónica de las dificultades de un cantante de la República Democrática Alemana (RDA) que se pasa a Occidente y que no quiere dejarse manipular políticamente acaba por convertirse en un relato en busca de los orígenes de un padre y una patria que se confunden. Se vio también el primer filme soviético, que produjo cierta sorpresa.
Ken Loach, aunque no es ajeno al escepticismo reinante respecto a los grandes ideales, no lo comparte. Como su protagonista, él rechaza los países donde impera el llamado socialismo real porque busca el socialismo auténtico; topa con dificultades en todas partes porque no se cansa de repetir que "si el estalinismo no es el socialismo, tampoco el capitalismo es la libertad". Al final, su peregrinación en pos de unas raíces con las que le sea posible convivir en paz se revelará infructuosa: su padre, el mítico y desaparecido héroe de la resistencia, que vive oculto bajo otro nombre en Cambridge, es un traidor y, lo que es más grave, razona su traición y se lamenta de haber creído, en un momento dado de su vida, en la bondad de algún poder, pues ello le convirtió en servidor de todos.Los soviéticos también han querido sorprender con su Cuzaja, belaja i rjaboj y han sembrado la confusión. Unas imágenes a menudo bellísimas y con un notable poder de fascinación, alternando el blanco y negro y el color, la suavidad con la mayor crudeza, el lirismo con el drama realista, el presente y el pasado, no bastan para seducir. La oscuridad reina sobre la historia, casi incomprensible, en parte por la compleja estructura del filme, en parte porque resulta muy difícil meterse en un mundo de contrabandistas de palomas.
Polémica sobre Pilar Miró
Siempre la selección italiana es objeto de múltiples críticas. Pero hoy el cine italiano es un fantasma y sus disputas internas no interesan a nadie. Quizá por eso este año toque a los españoles ser protagonistas de un pintoresco escándalo, organizado desde las páginas de un diario madrileño y que implica a Gian Luigi Rondi, director de la Mostra; Pilar Miró, participante en esta 431 edición y ex directora general de Cinematografía, y Román Gubern, crítico e historiador del cine y jurado del festival.
El conflicto surge de la presencia de Werther en. Venecia, al menos según una interpretación no mal intencionada de los hechos. En 1985, la entonces responsable de nuestro cine condecoraba a Rondí en agradecimiento a su interés y receptividad respecto a la promoción del cine español. Meses antes, la propia Miró encargaba a Román Gubem que escribiera un libro para la Filmoteca Nacional sobre el cine y la guerra civil española, encargo que surgía de otro anterior, nacido en Estados Unidos, que pedía al profesor catalán que participara en un simposio en Pasadena sobre el mismo tema. De todo esto se quiere deducir que Pilar Miró preparaba su retorno al mundo de la dirección a través de un estreno veneciano, y que además pretendía que fuera triunfal gracias a la presencia de Gubern, un submarino a sus órdenes, en el jurado. Al menos eso es lo que se deduce de la interpelación parlamentaria de la diputada por Coalición Popular Isabel Tocino.
Román Gubern, ha querido hacer constar, en Venecia, que "el libro se le encargó antes de que empezara el rodaje de Werther, cuando Pilar aún estaba en la dirección general", y que su presencia como jurado en Venecia "responde a una invitación del presidente del sindicato de críticos italianos, Lino Micciche, que es un organismo independiente de la Mostra, que, por su parte, también me escogió como representante español". Respecto al sentido último de las preguntas de Isabel Tocino, que se interroga sobre los criterios por los que Gubern ha sido elegido para escribir el libro, Gubern se conforma con remitir a la amplia bibliografía de la que es responsable y que aborda, directa o indirectamente, la guerra.
Pilar Miró, en el diario La Repubblica, se refiere en tono humorístico a las acusaciones que se formulan contra ella. Y en la sombra de las cenas, medallas y libros, el auténtico problema: las subvenciones y la caída en desgracia del hasta ahora delegado de la Mostra en España. Si en las primeras interviene el amiguismo y la subjetividad, con un lógico margen de irritación para los rechazados, la segunda cuestión es más compleja y aún queda inexplicada.
Babelia
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