13 líderes presos dan "testimonio por la democracia"
Los dirigentes de la Asamblea de la Civilidad chilena cumplen una semana en la cárcel
En la sala de visitas de la cárcel de Capuchinos, que es como un gimnasio oscuro lleno de bancos, apenas se puede circular entre los centenares de personas que van a saludar a los 12 dirigentes varones de la Asamblea de la Civilidad que se encuentran detenidos. Vestido con una chaqueta de gamuza y vaqueros, el reo Juan Luis González, el médico democristiano que preside la Asamblea, dijo a EL PAÍS: "Los detenidos estamos dando un testimonio por la democracia. No queremos el poder ni más sangre ni víctimas. Sólo la democracia". Los dirigentes fueron responsabilizados por el Gobierno de la violencia habida en la huelga general del 2 y 3 de julio, y un juez decidió el miércoles procesar a 13 de ellos.
Resulta fácil distinguir a los dirigentes de la Asamblea en esta prisión. Cada uno está rodeado por decenas de personas. Los gestos abundan y escasean las palabras. Un abrazo, un apretón de manos, frases de aliento y una promesa todavía por cumplir ("los sacaremos") son la tarjeta de presentación de los visitantes. Antes han debido hacer pacientemente cola para entrar. Al hacerlo, cada uno debe firmar un libro e identificarse, un trato que no se le exige a los familiares de los presos comunes.Los hombres tuvieron algo de fortuna dentro de su detención, si eso es posible: quedaron recluidos en Capuchinos, una cárcel en el, centro de la ciudad a la que se suele enviar a los acusados por delitos monetarios. En cambio, María Antonieta Saa, la única mujer detenida, representante de organizaciones femeninas, quedó en una prisión común. Sólo se le permiten visitas dos veces a la semana y la disciplina es rigurosa.
Sobre los varones pende la amenaza. Si hacen declaraciones políticas, volverán a una cárcel común, les advirtieron los guardias. A los periodistas se les impide la entrada con magnetófonos o cámaras fotográficas y no pueden tomar notas. Grupos de gendarmes revisan a cada visitante.
Aunque el ánimo de los detenidos es jovial, se sienten víctimas de una dictadura implacable y de un poder judicial que casi no ha mostrado independencia en 13 años. González, que fue interrogado durante nueve horas, dijo estar preocupado por la salud de Lautaro Ojeda, un anciano de 78 años que lleva marcapasos, dirigente de los jubilados. Pero Ojeda, que durante el Gobierno democrático de Allende fuera subsecretario de Trabajo, pide el mismo trato que sus compañeros. "No estoy preocupado por mi salud, sino por la de millones de chilenos que ansiamos la libertad", dice. Héctor Moya, presidente de los camioneros, un gremio que fue partidario del golpe militar, relata que ha seguido trabajando: "Ayer vinieron a verme 80 camioneros e hicimos una reunión aquí".
Cada dirigente aprovecha su profesión para ocupar el tiempo cuando no son interrogados. Los médicos González y Francisco Rivas velan por la salud de todos. El académico Patricio Basso y el profesor Osvaldo Verdugo dan clases. El ajedrez, la lectura y escribir son algunas de las distracciones. Pero su organización persiste y está naciendo una camaradería que no ha sido frecuente en la dictadura entre militantes de difereptes partidos. Comparten comidas, regalos, cigarrillos y café.
Según González, "nuestro sacrificio es muy pequeño al lado del de otros que han dado la vida, fueron torturadoso quemados".
Obispos, diplomáticos, políticos, ex ministros, simples ciudadanos y Ios familiares de los reos llegan en masa a Capuchinos. "¿Cómo no tener esperanzas si vemos que la Asamblea tiene tantos amigos?", comenta González mientras prodiga apretones de manos.
Acciones de solidaridad
La solidaridad visita la cárcel a cada momento. El primer gesto fue el respaldo de los 28 obispos chilenos a los detenidos, a través de una carta que les llevó monseñor Sergio Contreras, secretario de la Conferencia Episcopal. Después, el martes, el consejo de relevo de la Asamblea, formado por dirigentes que reemplazan a los encarcelados, anunció que realizará concentraciones públicas en Santiago y provincias "como un rechazo a los propósitos de Pinochet de perpetuar la crisis".El miércoles, centenares de médicos que no llegaron a poder entrar en la prisión cantaron el himno nacional ante la puerta de Capuchinos. Ese mismo día, al atardecer, unos 70 camioneros estacionaron sus vehículos en calles céntricas, y provocaron un fenomenal atasco, en apoyo a los detenidos. Grupos de mujeres preparan una marcha para los próximos días y el Comando Nacional de Trabajadores, la principal central sindical, anuncia mítines públicos en todo Chile para el 6 de agosto y una marcha por la paz.
Los abogados defensores son pesimistas respecto de la suerte de los detenidos. Más que en la justicia, confían en la solidaridad para que les sea devuelta la libertad.
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