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El Kremlin siente nostalgia de las buenas relaciones que Nixon mantuvo con Breznev

Pilar Bonet

La estancia del ex presidente norteamericano Richard Nixon en Moscú, cuyo valor político real estaba aún por desvelar ayer, tiene un valor simbólico como testimonio del deseo del Kremlin de restablecer el nivel de relaciones soviético-norteamericanas que imperaba cuando Nixon, hoy de 73 años de edad, se hallaba al frente de la Casa Blanca (1969-1974) e impulsaba el proceso SALT sobre armas estratégicas, que ahora se ve amenazado. Richard Nixon, que llegó el sábado día 12 a la capital soviética, se encuentra en visita privada.

Nixon, que regresa a EE UU a finales de esta semana, está alo jado en una de las lujosas villas oficiales del Kremlin destinadas a invitados de honor y situadas en las colinas de Lenin. Mientras esperaba a Anatoli Dobrinin, con quien se entrevis tó ayer tarde, Nixon dió una conferencia en el Instituto de EE UU y Canadá, que preside el académico Giorgi Arbatov, y se conversó con el presidente del Presidium del Soviet Supremo, Andrei Grorniko.

Antoli Dobrinin, hoy secretario del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) y responsable de relaciones internacionales de esta institución, tuvo que marcharse precipitadamente a Vietnam para asistir a los funerales del líder Le Zuan. Dobrinin, que fue embajador en Washing ton desde 1962 hasta marzo de 1986, almorzó ayer con Nixon en un hotel moscovita.

Paradójicamente, Nixon protagonizó su primera reunión con Leonid Breznev en Moscú en 1972, dos semanas después de que los norteamericanos minaran los puertos norvietnamitas y pusieran a Moscú en el aprieto de tener que decidir si congelar la cumbre o ignorar la petición de Hanoi de anular la visita de Nixon, el primer presidente norteamericano que realizó un viaje oficial a Moscú desde finales de la II Guerra Mundial.

Disparidad de criterios existían ayer en medios norteamericanos sobre una eventual entrevista entre el líder Mijail Gorbachov y Nixon, aunque la anulación de un viaje que el ex presidente debería haber realizado a Leningrado hacía pensar que tal vez se preparaba un encuentro con Gorbachov. En medios norteamericanos se descartaba que Reagan hubiera encargado a Nixon una misión especial como mensajero de cara a la cumbre soviético-norte americana.

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El asunto Watergate, que obligó a Nixon a dimitir en 1974, no ha encontrado eco en la URSS, donde el presidente firmó un tratado de limitación de pruebas nucleares subterráneas en 1974, un mes antes de dimitir, durante su segunda visita a Moscú. En aquel entonces, los periodistas soviéticos que cubrían la segunda cumbre Nixon-Breznev se solidarizaron con el entonces presidente y criticaron a sus colegas norteamericanos sin entender el revuelo que causaba el asunto Watergate, según testigos presenciales. Nixon y Breznev pusieron en 1972 su firma al pie del tratado ABM (misiles antibalísticos), por cuya subsistencia lucha ahora el Kremlin. La etapa de Nixon en la Casa Blanca es contemplada con nostalgia desde Moscú, donde goza de gran popularidad y tiene un lugar en el diccionario diplomático dirigido por Andrei Gromiko, de donde está ausente Ronald Reagan.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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