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Tribuna:SE AGUDIZA LA LUCHA CONTRA PINOCHET
Tribuna
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Nuestro compromiso es con Chile

El general Augusto Pinochet está en guerra contra el pueblo chileno. En esa crítica circunstancia la responsabilidad del socialismo chileno, junto a otras fuerzas opositoras, es enorme para conquistar la libertad, contribuir a la formación del futuro régimen democrático y defender dentro de él los intereses de los sectores oprimidos.Como lo señalara el reciente pleno nacional del Partido Socialista de Chile, nuestra tarea central es lograr el término de la dicta dura y la constitución de un Bloque por los Cambios capaz de concertar una mayoría suficiente para democratizar el país e impulsar las transformaciones estructurales que Chile requiere.

Frente al drama actual de nuestra patria no caben medias tintas: o se está por la democracia y la justicia social o se está por la dictadura. De ahí nuestra, oposición tajante a los intentos de maquillar el régimen mediante aperturas limitadas o negociaciones tendentes a introducir cambios menores a la Constitución dé 1980 que favorecen la continuidad del régimen autoritario.

"Partido único"

La inmensa mayoría de los chilenos ha comprendido este dilema, lo que deja a Pinochet más aislado que nunca dentro y fuera de nuestras fronteras. Al dictador sólo le queda atrincherarse tras el Ejército, al que ha convertido en un partido único con el monopolio de las armas.

Para sostenerse en el poder e imiponer la continuidad de su régimen más allá de 1989, el tirano ha ordenado la ocupación del país por las propias fuerzas armadas. Reorganizó los mandos del Ejército promoviendo a sus más fieles seguidores y alentó a algunos de éstos a fingir como improvisados políticos que llamaban públicamente a cerrar filas en defensa del jefe.

A partir de abril de este año el pueblo sufre un paroxismo represivo cuyas manifestaciones más bochornosas son el allanamiento de las poblaciones y sedes universitarias, las ocupaciones militares de Santiago, como ocurrió el Primero de Mayo y con ocasión de una reunión parlamentaria internacional, y la ofensiva desatada contra la Vicaría de la Solidaridad, organismo de la Iglesia católica.

El juego de Pinochet

Pinochet juega a acentuar la tensión, a cerrar una salida política y llevar las cosas al único terreno que le es propicio: el de las armas. En esa lógica, la oposición insurreccional termina por hacerle el juego.

Para frustrar los designios del régimen, los chilenos se movilizan. Se inicia así una prolongada prueba de fuerzas entre la sociedad civil y los uniformados, de cuyo desenlace depende el futuro de Chile.

Nuestro empeño es evitarle al país más sufrimientos y devolver a nuestro pueblo la soberanía para decidir su destino. Tenemos, pues, que elevar al máximo la presión social y obligar a las fuerzas armadas a negociar una rápida, pacífica y auténtica transición hacia la democracia.

Estamos por potenciar la movilización y organización social para persuadir a sectores de oposición que temen al pueblo cuando lucha pacíficamente y a otros que promueven irresponsablemente una confrontación armada.

La demanda de Chile, surgida de la Asamblea de la Civilidad, constituye en ese sentido la expresión más amplia y no excluyente de la voluntad popular de conquistar la democracia ahora. A esta decisión de lucha de las principales organizaciones sociales debe sumarse un acuerdo político del más amplio espectro que nos permita enfrentar con éxito las jornadas de movilización que ya comenzaron.

Conscientes de que el combate contra la dictadura entra en fases decisivas, debemos buscar los caminos para hacer de los paros nacionales sucesivos una escalada eficaz para la movilización masiva y pluralista de la ciudadanía e impulsar otras formas de desobediencia civil que demuestren a las fuerzas armadas que Pinochet ya no puede gobernar al país y que seguir sosteniéndolo las pondría en peligro como instituciones.

Obstáculos a la unidad

Ello implica también superar los obstáculos que todavía hoy entorpecen una más amplia concertación opositora y que se manifiesta dramáticamente en la incapacidad de proponer una salida única a la actual situación. Pinochet hace todo lo posible por impedir un diálogo político amplio, pues sabe que la división de la oposición prolonga la vida a su régimen y le permite seguir esgrimiendo la amenaza de "después de mí, el caos".En cuanto a acordar una exigencia común, es mayoritaria la aceptación de nuestra propuesta de reclamar elecciones ya, la cual tiende a convertirse en una reivindicación nacional tras la que se focaliza la movilización social.

Las dificultades que han impedido hasta ahora la conformación de una oposición nacional única son más profundas y tienen que ver con la conducta de los diversos actores en el trágico 11 de septiembre de 1973 y con las distintas opciones políticas y económicas para el futuro.

Lo más grueso se expresa en la negativa de la Democracia Cristiana a mantener un diálogo con los comunistas para concertar una acción opositora única y la pertinacia de éstos en publicitar el uso de la violencia y justificar los actos terroristas que se atribuye el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR), que favorecen la estrategia militar de la dictadura y descargan sobre el pueblo el coste de la aventura.

El drama de Chile exige superar estos desacuerdos. Seguiremos trabajando por la unidad tras una salida política clara y compartida a la crisis nacional, así como por un proyecto no discriminatorio de gobernabilidad democrática.

Para lograrlo consideramos imprescindible flexibilizar las distintas alianzas políticas opositoras. Nuestro compromiso es con Chile. Los socialistas chilenos vamos a estar a la altura del desafío, que asumimos con decisión para abrirle a nuestro pueblo las grandes alamedas de las que hablara el presidente Salvador Allende.

Ricardo Núñez es secretario general del Partido Socialista de Chile.

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