Cooperacion y lucha contra el hambre /1
El PSOE se compromete a incrementar la ayuda oficial al desarrollo en los próximos cuatro años hasta llegar a la media de los países de la Comisión de Ayuda al Desarrollo (CAD) de la OCDE. Teniendo en cuenta que ese porcentaje es hoy del 0,36% del producto interior bruto (PIB) y que España está en el 0,1%, significa que hay que hacer un gran esfuerzo para triplicar el volumen de nuestra cooperación al desarrollo.Todo compromiso electoral es la expresión de una voluntad política, y el Gobierno del PSOE no regateará esfuerzos para conseguir dicho objetivo, aunque, como es lógico, el mismo esté sometido a la evolución de nuestra economía y, por tanto, a factores que no están en la mano del gobernante.
Bueno sería, sin embargo, que la sociedad civil, los interlocutores sociales, empresarios, sindicatos, partidos, asociaciones, organizaciones no gubernamentales (ONG) de Ayuda al Desarrollo y también gobiernos de las comunidades autónomas, diputaciones y ayuntamientos, Parlamento y en general la opinión pública apoyaran y participaran activamente en un objetivo tan noble como es el de la lucha contra el hambre en el mundo, como aspecto más urgente de la cooperación al desarrollo.
Al margen del progreso
De hecho, una conocida organización, Alimentación y Desarme, promueve una campaña, basada en las que con éxito llevó a cabo en Italia y Bélgica, encaminada a movilizar a la opinión pública española en la lucha contra el hambre en el mundo, que se cobra millones de vidas humanas cada año y que sufren endémicamente varios centenares de millones de seres.
Pero no cabe duda que junto con el necesario impulso y estímulo de la participación ciudadana la Administración pública debe garantizar la elaboración de una política de cooperación al desarrollo, la organización de las estructuras necesarias para la planificación, canalización y posterior seguimiento y evaluación de los programas.
En la actualidad, ocho de cada 10 países del mundo son países en vías de desarrollo (PVD), y la abrumadora mayoría de la población mundial sigue viviendo al margen de los avances y progresos que han permitido a una pequeña Darte de la humanidad eliminar la pobreza y alcanzar una calidad de vida sin parangón en la historia.
Esta realidad, además de resultar éticamente insoportable, constituye en sí misma una amenaza permanente para la paz y la seguridad internacionales.
De ahí la exigencia de una acción decidida para enfrentar el problema. Las soluciones para eliminar el subdesarrollo son viables únicamente dentro de un marco general en el que todos los aspectos, comerciales, financieros, industriales, etcétera, de las relaciones económicas internacionales estén contemplados.
La Ayuda al Desarrollo es sólo uno de los instrumentos, pero ciertamente primordial, al completar el escaso ahorro interno de los PVD y aportar los recursos humanos y materiales, tan escasos en estos países, que sirven de catalizadores para su desarrollo.
España, país donante
España, que hasta hace pocos años era aún considerada internacionalmente país en desarrollo, debe dar el salto a país donante por cuatro razones:
- Como democracia socialmente avanzada, España no puede ser insensible a la permanencia del atraso y el hambre en el mundo.- Nuestras circunstancias estratégicas, históricas y culturales conllevan a la par un cierto grado de compromisos y ofrecen a nuestras relaciones exteriores unas ricas posibilidades, que resultaría ciertamente imperdonable no vitalizar.
- El nivel de desarrollo alcanzado por nuestro país debe permitir dedicar recursos crecientes a la lucha contra el subdesarrollo.
- Finalmente, conviene no olvidar la estrecha interdependencia entre las economías desarrolladas y las de los países en desarrollo. Como la actual crisis económica internacional ha puesto de relieve, el crecimiento económico de los países industrializados necesita también de unas mínimas tasas de crecimiento en los países subdesarrollados.
Sin embargo, para dar ese salto cualitativo es preciso conocer las características de lo que tenemos, de lo que partimos, de lo que España ha hecho hasta hace bien poco:
- La AOD ha nacido y crecido no tanto como consecuencia de unas decisiones políticas, sino paulatinamente al ritmo en que se iban alcanzando determinadas cotas de desarrollo.
- Ha tenido un marcado carácter espontáneo y pasivo.
- Como resultado, se ha producido un alto grado de dispersión orgánica, geográfica y sectorial.
- Paralelamente, el presupuesto se encuentra atomizado en decenas de organismos, siendo en ocasiones difícil de identificar su adscripción a la cooperación.
- Los recursos, aunque han alcanzado cifras significativas, resultan todavía, insuficientes, especialmente si se consideran aquellos compromisos mínimos que España tiene con amplias áreas geográficas.
- Existe una carencia de experiencia administrativa en las áreas de la gestión de la cooperación.
Algunas de estas carencias han sido ya superadas en el transcurso de los últimos tres años, primero haciendo lo más urgente, que era conocer en profundidad cuál era la situación real: en 1983 se celebra en el INAP el primer seminario del conjunto de la Administración conectada con la cooperación, que permite por fin realizar una revisión y balance de la cooperación española.
Durante el año 1984 el Senado realiza un detallado informe y aprueba una moción que viene a recoger las líneas indicativas de lo que puede y debe ser la cooperación en nuestro país; ese mismo año, el Instituto de Cooperación Iberoamericana (ICI) elabora el Inventario de la cooperación de la Administración pública española en Iberoamérica, y la dirección de CTI lanza una encuesta omnicomprensiva de la cooperación española.
Todas estas iniciativas han ido creando la base documental y el conocimiento indispensable para abordar con éxito un replanteamiento de la cooperación y más específicamente de la Ayuda al Desarrollo.
Hace un año
En esta estrategia se inscribe la creación, el 28 de agosto del año 1985, de la Secretaría de Estado para la Cooperación Internacional y para Iberoamérica, que absorbe todas las unidades del Ministerio de Exteriores en el campo de la cooperación, dirigiendo y programando así la cooperación internacional, cultural, económica y científico-técnica, y coordinando, además, la acción de todos aquellos organismos de la Administración que actúan en cooperación.
La Secretaría de Estado ejerce, por tanto, competencias horizontales y coordinadoras, y afronta los dos aspectos más necesarios: por un lado, la planificación previa y, por otro, la evaluación posterior. Como un órgano de apoyo se creó en febrero de 1986 la denominada Comisión Interministerial de Cooperación Internacional, que debe elaborar el Plan Anual de Cooperación Internacional (PACI) y la memoria anual de evolución de los programas.
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