La Iglesia se muestra reacia a adoptar el papel de mediadora entre la oposición y Pinochet
El trabajo de los sacerdotes en las poblaciones y los barrios pobres de Santiago, la creación de la Vicaría de la Solidaridad para defender a las víctimas de la dictadura y el permanente reclamo de lajerarquía religiosa del retorno a la democracia, han permitido a la Iglesia desarrollar un papel histórico en Chile.La Iglesia ha sido hasta hace pocos años la única oposición real al general Augusto Pinochet, el único freno a los excesos de la dictadura. "Gracias a la Iglesia, el régimen se ha moderado muchísimo", cree el padre Renato Hevia, jesuita y director de la revista religiosa Mensaje.
Las expectativas en este país son, sin embargo, que la Iglesia haga mucho más que eso. Que se sitúe claramente del lado de la oposición y aliente a la movilización popular contra la dictadura. Pero, en opinión de destacados portavoces religiosos, no lo va a hacer. "La Iglesia no se va a convertir en un factor político ni puede tomar partido por unos contra los otros, porque tiene que ocuparse también de la conversión de los que están en el Gobierno", dice el padre Hevia. "Sólo en una situación extrema la Iglesia va a tener que aceptar una mediación para el entendimiento entre civiles y militares".
La máxima jerarquía de la Iglesia, el arzobispo de Santiago, Juan Francisco Fresno, representa una línea partidaria de la despolitización de la actividad de la Iglesia. "Fresno se siente incómodo con los compromisos sociales", afirman quienes le conocen. Es el clásico sacerdote de pueblo, un cura de la vieja guardia ascendido al más alto cargo en 1983 en reemplazo del mucho más antiguo y popular Raúl Silva Henríquez.
Reproches al arzobispo
El arzobispo Fresno ha mantenido siempre abierta la puerta con el régimen, aunque tampoco ha reducido el tono en su solicitud de democracia, y se asegura que en cierta ocasión comentó en privado que, cuando llegue el momento, pedirá a Pinochet que se vaya. Es un hombre tranquilo, poco dado al lucimiento personal y a los discursos incendiarios, cuya actividad ha sido criticada por la izquierda.
Al arzobispo se le reprocha que dos ofertas de diálogo entre el Gobierno y la oposición se produjesen en momentos en que el nivel de movilización social había alcanzado su punto más alto y el régimen se encontraba en situación más débil, con lo que -se dice- sirvió más al régimen que a la oposición.
En agosto de 1983, después de que se registraran varias jornadas de protesta con decenas de muertos, Fresno convocó en su casa a la oposición y al Gobierno para iniciar el fracasado diálogo nacional. Dos años más tarde el arzobispo propuso el Acuerdo Nacional, al que se adhirió la derecha, el centro y la izquierda moderada. Esta última iniciativa cuenta todavía en Chile con una mayoría de partidarios que la aceptan como el paso más serio que se dado hasta ahora en el camino para lograr la transición a la democracia.
La Iglesia ha actuado, eso sí, en primera línea en la defensa de los derechos humanos, y el precio de esa actuación en estos 13 años es de varios sacerdotes muertos (el último, el padre francés André Jarlan, cuya vida fue segada en 1983 por una bala perdida del Ejército mientras leía la Biblia en su escritorio), cientos de detenidos y torturados y cuatro templos quemados. Sólo a lo largo del último año, fueron arrestados 140 laicos dirigentes de comunidades cristianas. Sobre el cuerpo de algunos de ellos los torturadores grabaron una cruz a cuchillo.
Las víctimas principales de la represión son las organizaciones cristianas de las poblaciones (villas miseria), dirigidas principalmente por curas extranjeros. Uno de ellos es el sacerdote español Jesús Herreros, testigo de la convivencia entre militantes de izquierda y cristianos, de la compatibilidad entre las actividades políticas y las prácticas religiosas. "Aquí hay viejitas que no se pierden una marcha, pero tampoco se pierden una misa", dice.
En las poblaciones los sacerdotes organizan ollas comunes, catequesis, comisiones de derechos humanos... Son respetados y queridos. "Nuestra preocupación es unir la fe de este pueblo a su vida", afirma el padre Herreros. "Es evidente", añade, "que parte de mi trabajo debe ser combatir la dictadura".
Vicaría de la Solidaridad
La Iglesia chilena ha aportado además un modo de evangelización único en el mundo: la Vicaría de la Solidaridad, a la que este año se ha concedido el Premio Príncipe de Asturias a la Libertad.
La Vicaría de la Solidaridad es la máxima expresión de una Iglesia comprometida socialmente. Desde hace tiempo es la bestia parda del régimen, que utiliza todos sus canales para perseguirla y desprestigiarla. El vicario episcopal de la Vicaría, Santiago Tapia, no cree que la misión de este organismo oficial del episcopado sea actuar como oposición. "La Vicaría no hace juicio al régimen, pero tiene que proclamar la verdad, tiene que actuar en defensa de los que sufren y tiene que ir actuando en los sectores cristianos a fin de que asuman sus responsabilidades en el establecimiento de una sociedad justa y fraterna". En sus 10 años de funcionamiento, la Vicaría ha defendido a cientos de perseguidos políticos, ha asesorado jurídicamente a miles de personas, ha dado refugio a los indefensos, y también les ha prestado asistencia sanitaria y alimenticia. El único religioso del organismo es el propio vicario; los demás son laicos, y entre ellos ha habido durante años militantes de distintos partidos, incluidos marxistas.
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