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ALARMA NUCLEAR

Las espinacas, punto débil de la unidad europea

Andrés Ortega

Las espinacas pueden ser la fuente de fortaleza de Popeye, pero ayer demostraron ser el punto débil de la unidad de la Comunidad Europea (CE), que sabe qué hacer con los demás, pero no consigo misma. Los doce se pusieron ayer finalmente de acuerdo para suspender las importaciones de algunos productos agrícolas de siete países del Este, pero fracasaron en un intento de definir normas comunes sobre lo que ellos mismos pueden hacer. No habrá, pues, cifras comunes sobre los niveles de radiactividad permisibles para los productos que se comercialicen en la CE. Imperará la regla nacional, si bien con una declaración expresa de no discriminación hacia los demás miembros de la CE. Dieciséis días después de la catástrofe de Chernobil, la CE no ha salido airosa de la prueba.

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Tras una semana de debates entre expertos, el acuerdo final llegó en la reunión, prevista desde hace tiempo, de los ministros de Asuntos Exteriores, personas que, como señaló el español Francisco Fernández Ordóñez, de radiactividad saben poco. El italiano Gitilio Andreotti se negó a discutir de becquerelios (medidas de radiactividad) y remitió la cuestión a otro grupo, del que salió la solución de compromiso que al final triunfó.Las medidas externas están pensadas, en principio, hasta el 31 de mayo, aunque en esa fecha se puede revisar la situación. La Comisión Europea, haciendo uso de sus poderes de gestión, ya había suspendido el jueves la importación de carne fresca y bovinos y cerdos vivos provenientes de Europa del Este. Los doce añadieron ayer los animales caprinos y los equinos, los productos lácteos, las frutas y hortalizas frescas, los pescados de agua dulce y sus huevas (incluido el caviar), los crustáceos y los moluscos.

Los países afectados por la suspensión son Bulgaria, Hungría, Polonia, Rumania, Checoslovaquia, la Unión Soviética y Yugoslavia (no la República Democrática Alemana, porque Bonn no lo permitió). Sus exportaciones de estos productos hacia la CE superaron en 1985 los 135.000 millones de pesetas, según datos de la Comisión. De hecho, nacional y unilateralmente, diversos países de la CE (Francia, España, Italia, Dinamarca y otros) ya habían tomado medidas similares.

Éste es el aspecto externo. Con vistas al comercio interno en la CE, fracasó el intento de establecer unos límites máximos de radiactividad para la leche y para las frutas y hortalizas, ante las divergencias entre la RFA e Italia. El intento de separar a las verduras de hoja grande _las espinacas, las lechugas y otras_ topó con la oposición italiana.

Finalmente, los expertos llegaron a una solución de compromiso que elevaron a los ministros y éstos aprobaron: a la espera de fijar niveles de tolerancia comunes (los expertos vuelven a ello el jueves), los miembros de la CE se comprometen a no aplicar a los productos procedentes de otros Estados miembros niveles más restrictivos que los aplicados a los productos nacionales. Cada país aplica la normativa nacional y sin fecha límite. La idea comunitaria salta. Los Estados de la CE reconocen la validez de los controles efectuados por otros países comunitarios y se comprometen a no imponer "exigencias específicas a la importación".

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Desacuerdo político

En realidad, éste es un compromiso por el cual, como explicaron fuentes españolas, Italia cedió en la supresión de los certificados que exige a las importaciones y los demás países aceptaron en principio las normativas nacionales. Todo ello, por "un desacuerdo sobre los niveles tolerables que esconde también una divergencia en los intereses comerciales y políticos". En todo caso, las espinacas italianas no entrarán en la RFA.

"Nuestro objetivo es derribar las barreras intracomunitarias que se han establecido a causa de Chernobil". indicó Fernández Ordáñez, preocupado por el hecho de que la falta de regla comunitaria pueda frenar las exportaciones agrícolas españolas. El acuerdo no garantiza gran cosa.

Los doce se comprometieron a comunicar a la Comisión Europea datos homogéneos acerca de la evolución de la radiactividad sobre sus territorios y las disposiciones sanitarias aplicables a nivel nacional. Aunque parezca increíble, países como Francia no facilitaron hasta pasados más de 10 días del accidente estos datos. Se invitó también a la Comisión Europea a presentar propuestas para que tal situación no se repita en el futuro y para completar el tratado sobre la Comunidad Europea de la Energía Atómica (Euratom) para proteger a los ciudadanos en caso de crisis.

Grecia, respaldada por Bélgica e Irlanda, solicitó que se celebre un debate a alto nivel sobre la seguridad de las plantas nucleares de los países comunitarios. Las tres naciones propusieron que el tema figure en la agenda de la cumbre que se celebrará en La Haya los próximos 26 y 27 de junio.. Además, los doce acordaron una serie de recomendaciones para quienes viajen a la Unión Soviética. Les invitan a evitar algunas zonas _Lituania, Kiev, el oeste de Ucrania, Minsk, Bielorrusia y el noreste de Polonia_ y a no beber leche ni comer huevos, junto a otras medidas preventivas.

Sin embargo, estas medidas, como explicó Fernández Ordóñez, no afectarán al próximo viaje oficial del presidente del Gobierno español, Felipe González, a la Unión Soviética, sobre el que el ministro informó ayer a sus homólogos comunitarios.

Poco antes del acuerdo, el comisario Carlo Ripa di Meana, encargado de la Europa de los Ciudadanos, señalaba que "la Comunidad ha demostrado en estos días no existir como entidad política y científica capaz de reaccionar a tiempo a los múltiples problemas de una emergencia nuclear".

Por otra parte, la Coordinadora de Organizaciones Profesionales Agrícolas de los países comunitarios criticó ayer en Bruselas a la CE por no afrontar la situación creada por el accidente de Chernobil.

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