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Tribuna:ENTRE EL ACTO Y LA PALABRA
Tribuna
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De cuando la gramática se hace teoría

Se ha hablado tanto de la revolución chomskiana en la lingüística que da sonrojo emplear siquiera la palabra. Lo cierto es que, como el propio Chomsky afirma modesta y lúcidamente, la verdadera revolución conceptual en el estudio del lenguaje tal vez no se ha producido todavía. Pero tampoco seamos ingenuos o poco generosos; sólo desde hace muy pocos años se están dando los primeros pasos significativos que abren la posibilidad de un giro drástico en la comprensión de qué es el lenguaje humano y en la manera. de proporcionar explicaciones acerca de él. Ahí está el mérito y la gracia de la obra de Chomsky, a quien se ha dedicado un simposio en Madrid.¿Pero en qué consiste el cambio de óptica y cuáles son sus signos visibles? La mejor respuesta a tan amplia pregunta es -me parece- contar la historia de una disciplina ya no tan nueva y bastante compleja, sino mostrar cómo la innovación conecta con la intuición y la especulación asentadas, cómo les da sentido. Más divertido acaso, pero un poco accesorio, sería contestar con el relato de cómo los primeros síntomas de un cambio profundo (antes incluso que el cambio en su totalidad) están produciendo desasosiego, incomprensión y más que reticencias en los escolásticos de nuevo cuño, que desde hace años no paran de anunciar los funerales de la gramática generativa.

Cuando Chomsky nos propone estudiar el estado previo a la producción del lenguaje, en vez de abocarnos a la descripción del producto inabarcable de la actividad lingüística, no está indicando sólo que el objeto propio y posible de la indagación lingüística es la gramática y no las lenguas. Está también trazando las líneas básicas de un programa de investigación y de una nueva repartición de las áreas académicas del conocimiento. La primera consecuencia de este giro, en efecto, es que los conglomerados de datos y las definiciones operacionales -elementos casi exclusivos de los análisis anteriores- dejan de ser instrumentos suficientes para lo que se aspira a caracterizar. Así, pues, la disciplina se hace teórica, abstracta y obligada a operar con identizaciones y, más aún, se convierte en explícitamente mentalista, ya que tiene que hablar de lo que no se ve, o de las causas de lo que se ve. Con esta conversión se está realizando simultáneamente un movimiento hacia atrás y hacia adelante. Hacia atrás, porque casi toda la tradición filosófica y gramatical es programáticamente mentalista y universalista. Hacia adelante, porque la articulación chomskiana de la gramática concibe una mayor adecuación entre la naturaleza del objeto de estudio, los dispositivos técnicos por medio de los cuales se construyen explicaciones acerca de aquél y la estructura general del modelo donde esos dispositivos se compaginan. Por decirlo de manera elemental: Chomsky extiende con medios modernos las viejas ideas.

Esa teorización de la gramática y esta mejor acomodación entre objeto, dispositivos y modelo tienen unas manifestaciones visibles chocantes que no pueden escapar al observador sagaz. Cambian, por ejemplo, los datos con los que se trabaja. Varían en volumen, porque la existencia de problemas y no de fenómenos preestablecidos hace surgir necesariamente nuevos hechos; en tipología, porque no sólo la lengua escrita, o mejor, los ejemplos positivos de estados sincrónicos, pueden servir para asentar una hipótesis; y en complejidad intrínseca, porque la indefinición de algunos problemas se corresponde con la oscuridad de los elenientos de juicio. Se modifica asimismo la manera de construir las explicacianes gramaticales. Como es obvio para los científicos duros, dar razón de un fenómeno no es formular una generalización descriptiva o aproximar una intepretación intuitiva, sino establecer hipótesis, formular leyes, enlazar unos principios con otros y derivar teoremas. Que un gramático quiera proceder de tal manera puede parecer desaforado y hasta susceptible de caricaturización, pero hay ya buenos, aunque pocos, ejemplos de trabajos armoniosos y penetrantes así desarrollados.

Respuesta

Otra consecuencia nada trivial del giro mencionado es la desaparición de la frontera entre gramática particular y gramática o lingüística general, pues si lo que la disciplina se propone es dar respuesta a interrogantes acerca de la naturaleza del lenguaje humano interiorizado, entonces lo que el estudio de una lengua específica habrá de de cimas será qué propiedades o con diciones vinculadas a aquella na turaleza aparecen también en la lengua particular, o están sujetos o se modifican en ella y son, por tanto, tipológicamente relevantes.

Ése es el cambio y éstos son algunos de sus signos. Lo que el lingüista, el epistemálogo y el curioso impenitente se preguntarán es que va a pasar ahora. En fin, quién sabe; con las nuevas ideas científicas suele suceder algo semejante a lo que ocurre con las innovaciones en el pensamiento social y político: en cuanto uno se descuida, y por mucho que griten los dueños de la situación anterior, están ya ahí y no podemos desprendernos de ellas. Es más que probable, en efecto, que los detalles concretos del análisis chomskiano no subsistan más allá de lo razonable, pero así como la manera de ver la naturaleza cambió sustancialmente tras Newton, pongamos por caso y sin pretender comparar, así los hechos del lenguaje requieren otra mirada tras la irrupción de la gramática generativa. Quienes hayan podido entender y acaso convivir con un descubrimiento de esta naturaleza en el corto, rutinario, dogmático y penoso lapso de una vida humana han debido de ser muy afortunados.

Violeta Demonte es lingüista y profesora en la universidad Autónoma de Madrid.

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