Manuela Velasco, actriz: “El talento o el encanto, si es que lo tienes, solo te puede sostener un rato”
La actriz da vida en el teatro a la escritora Carmen Conde, la primera mujer que ingresó en la Real Academia Española
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
Manuela Velasco llega a la entrevista con el único libro que ha encontrado de Carmen Conde (Cartagena, 1907; Madrid, 1996), la primera mujer académica, a la que da vida en el teatro. No la conocía y ha descubierto a una escritora de enorme sensibilidad y fortaleza, miembro de la Generación del 27 a la que, sin embargo, no se le ha dado el reconocimiento que merecía. A sus 49 años, la actriz, sobrina de Concha Velasco e hija de un técnico teatral, se sube de nuevo a los escenarios con una obra que reivindica la maestría de Conde. Sillón K. Cartas desde el olvido, dirigida por Paula Paz, es un monólogo epistolar basado en las cartas que Conde escribió a la escritora neozelandesa Katherine Mansfield. Las cartas de una mujer viva a una mujer muerta. En el Teatro de la Abadía de Madrid, donde se representa la función hasta el próximo 3 de marzo, Manuela Velasco está acompañada por la bailarina Estela Merlos.
Pregunta. ¿Conocía la obra de Carmen Conde?
Respuesta. No conocía ni la obra, ni a la persona.
P. ¿Qué le sugiere ahora después de meses de trabajo?
R. Me ha descubierto cuánta obra de escritoras y artistas mujeres ha estado escondida, silenciada, olvidada. Me ha llevado a revisar por qué de la Generación del 27 nos llegaron ellos, pero nunca ellas. Fueron mujeres que aparecieron en todo su esplendor y se formaron durante la Segunda República, pero después de la guerra y la dictadura fueron borradas del panorama y no las hemos recuperado. Carmen Conde me sugiere la necesidad de leer a estas grandes escritoras que son muy desconocidas, más allá de la anécdota de que fue la primera mujer académica. Es un hito histórico y está muy bien, pero lo importante es leer su obra.
P. ¿A qué cree que se debe el silencio sobre Carmen Conde y otras tantas escritoras?
R. Muchas de estas mujeres que se formaron durante la Segunda República se exiliaron. Las que se quedaron, como Carmen Conde, tuvieron que permanecer calladas y escondidas y publicaron, si publicaban, con seudónimos. Nunca se las recuperó. Me pregunto por qué en los temarios escolares nunca aparecen ellas, por qué a partir de la llegada de la democracia tampoco se las recuperó. Ha habido iniciativas para sacarlas del silencio, pero creo que la mejor manera es la de representarlas y, sobre todo, reeditar sus libros y leerlas. Hoy mismo me he dado una vuelta por las librerías buscando libros de Carmen Conde, algo que llevo haciendo tiempo, y no se encuentra nada de nada. Solo he encontrado en una librería de viejo una antología de 1985. Su primer libro, Brocal, llevo tiempo intentando conseguirlo y me ha sido imposible.
P. ¿Qué le sugiere como autora?
R. Su fuerza por cumplir sus deseos. Es muy curioso, pero ella sintió, como algo místico, la llamada de la poesía. Era una niña sin referentes literarios que se fue formando sola, a pesar de las trabas de su familia, con cuentos y lecturas. Fue aprendiendo, descubrió a Juan Ramón Jiménez, y fue depurando su estilo. Fue una mujer que desarrolló su estilo a base de voluntad, perseverancia y deseo. La fuerza de la constancia le llevó a ser una de las grandes escritoras de nuestro país.
P. Su discurso de entrada en la Academia, leído en 1979, es todo un alegato feminista.
R. Así es. Hemos avanzado mucho, pero lo importante es no retroceder. Nunca un paso atrás. El peligro es que retrocedamos y me inquieta que pueda suceder.
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P. La función se centra en las cartas que Conde escribió a la escritora Katherine Mansfield cuando esta ya había fallecido. La relación epistolar de una viva a una muerta. ¿Qué encuentra en ellas?
R. Son de una inteligencia enorme. Como no tenía a nadie alrededor para desarrollar su intelecto, se buscó a una amiga imaginaria, una interlocutora a su nivel como Katherine Mansfield que, enferma de tuberculosis, pasó mucho tiempo en cama y sola y escribió cartas a su amigos y conocidos artistas. Carmen Conde asumió esas cartas como si fueran dirigidas a ella y compartía las inquietudes que Mansfield, una mujer moderna, libre y abanderada del feminismo, trasladaba a esos amigos. Fue una interlocutora que le ayudó a formar pensamiento, estilo y criterio.
P. “La poesía es el ahora de todos los sueños”, dijo Carmen Conde, una autora que no se entiende sin su entrega absoluta a la poesía. ¿Es usted lectora de poesía?
R. He de confesar que no mucho, aunque reconozco que, con el paso de los años, cada vez me acerco más a la poesía. Me ayudó mucho el proyecto en el que me invitaron a hacer unos recitales de poesía mística. A través de la interpretación tuve acceso a la enorme profundidad y lo milagroso de la poesía, que para mí es lo más parecido a la música.
P. Su primera opción de vida no fue la interpretación. Se licenció en Historia del Arte, ¿por qué se decantó por la actuación?
R. Me encanta estudiar y quería tener la experiencia de la Universidad. El arte y la historia me interesan de siempre. Me apasiona el devenir del ser humano y la representación artística de cada época de la historia. Me di cuenta de que iba a dedicar toda mi vida a analizar las obras de otras personas y no iba a crear nada, además de que me gusta investigar, pero no soy capaz luego de sintetizar y de escribir y soy nula en expresión plástica. Me di cuenta de que la herramienta que yo tenía para expresarme era mi cuerpo y mi voz y por ello estudié interpretación.
P. ¿Qué se aprende en una familia teatrera?
R. Un respeto y una adoración absolutos por todos y cada uno de los oficios. He tenido la suerte de conocer la parte visible que era mi tía Concha y a la invisible de los técnicos que es mi padre. Lo que he aprendido de ambos es que esto no lo hace solo la cara visible, sino que es un trabajo de equipo y que todo es igual de valioso. Es una profesión que tiene algo de parecido a la preparación de un atleta o un músico. El talento o el encanto, si es que lo tienes, te puede sostener solo un rato. Es un oficio que necesita de un compromiso y una entrega importante.
P. Se estrenó en el cine con 10 años con Pedro Almodóvar en La ley del deseo. ¿Qué recuerda de aquello?
R. Lo recuerdo todo. Lo tengo muy grabado. Al casting me llevó una hermana de mi madre. Almodóvar me propuso un juego que era pensar en una persona a la que quería mucho y que había muerto por culpa de la Virgen. Me puso delante de una Virgen y pregunté: “¿Puedo?”. Yo fui a un colegio laico y en el recinto militar donde vivían mis abuelos me señalaban como a la única niña que no había hecho la comunión y se dirigían a mí como ”la atea”. Creo que fue mi oportunidad de soltar todo lo que llevaba dentro. A partir de entonces, Carmen Maura me adoptó y me cuidó muchísimo, me enamoré de Antonio Banderas. Pedro me enseñó muchísimo. Es un recuerdo felicísimo.
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P. El cine y la televisión ocupan buena parte de su trabajo. ¿Qué encuentra en el teatro?
R. En el teatro siento que estamos todos vivos, no solo yo, sino también el público. La función la hacemos todos juntos. En un escenario no le tengo miedo a la vida, se me olvidan los miedos y las tristezas. Le tengo pánico y en los estrenos siento literalmente que me voy a morir y me recuerdo que no es eso, sino que estoy muy viva. Es el lugar que te da permiso para todo, es un permiso seguro porque todos sabemos que es una ficción. Es el lugar que te permite ir más lejos en tus emociones.
P. La interpretación no es un oficio estable. ¿Piensa a menudo en ello?
R. No lo pienso, lo vivo y lo sufro. Los dos últimos años he estado prácticamente en mi casa. Siendo mujer y cumpliendo años te das cuenta de la losa que cae sobre ti. Aquellos que te llamaban ya no te llaman. Ahora ha vuelto a sonar el teléfono afortunadamente. Estoy rodando una serie y trabajando en el teatro. Cuando era más joven creía que iba a ir enganchando trabajo tras trabajo y que la vida iba a ser siempre así. Y no lo es. Y por eso una de las cosas que me parecen más importantes y que aconsejo a mis compañeros más jóvenes es que ahorren.
P. ¿Usted ahorra?
R. Ahora sí. Un actor tiene que ahorrar. La mitad de mi sueldo va a ahora a una cuenta de ahorro. Me preocupa el futuro. Yo no tengo vivienda, vivo de alquiler y en Madrid los precios son insoportables e imposibles. Intento ahorrar todo lo que puedo para ver si consigo pagar la entrada para comprarme un piso, que en Madrid será de 30 metros cuadrados. Afortunadamente, mis padres tienen un refugio en el monte con gallinas y su huerto y pienso que allí me iría. Siempre pienso en ahorrar.
P. Hace ya tiempo que dejó de ser la sobrina de Concha Velasco para ser Manuela Velasco. ¿Le resultó difícil?
R. Muy difícil. En uno de mis primeros trabajos como presentadora de Los 40 Principales en Canal Plus éramos cinco compañeros que empezábamos a la vez. Cuando se presentó el programa a ninguno de mis compañeros les hicieron entrevistas ni les sacaron en ningún medio y yo tenía cola para hacer entrevistas. No tenía nombre, solo era la sobrina de Concha Velasco. A partir de esta experiencia intenté no aparecer con mi tía en ningún sitio. Quería generar interés por mí misma, si es que lo que hacía tenía interés. A mucha honra, soy la sobrina de Concha Velasco y orgullosa de ella como artista y ser humano.
P. Su tía le dio en una ocasión un consejo: ‘Hazte imprescindible’. ¿Lo ha conseguido?
R. No. Y, además, me gusta ser consciente de que no soy imprescindible. Me dio otro consejo: “Solo bebe agua antes de salir a un escenario”.
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