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Reagan dice que sólo ha perdido una batalla que seguirá luchando, por conseguir la ayuda a la 'contra'

Francisco G. Basterra

FRANCISCO G. BASTERRA Ronald Reagan no ha dejado pasar ni siquiera 24 horas, ayer contraatacó después de la derrota política y personal sufrida el jueves en el Congreso, donde la Cámara de Representantes rechazó, por 222 votos contra 210, su propuesta de ayudar a la contra nicaragüense con 100 millones de dólares (algo más de 14.000 millones de pesetas). La impresión generalizada, incluso entre los demócratas, es que Reagan, tras un proceso de compromiso en el que dará un tiempo a la negociación política, conseguirá del Congreso finalmente ayuda militar para los antisandinistas. Reagan ha dicho que el jueves sólo perdió una batalla, pero no la guerra.

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El presidente, con un nuevo discurso dirigido a un grupo de partidarios de la contra, reanudó ayer su campaña para explicar a los norteamericanos que deben apoyarle en su política, que persigue impedir la consolidación de una "segunda Cuba" en el continente americano. Sin embargo, la derrota es un trago amargo para Reagan, que había convertido esta votación en "una prueba histórica" de su presidencia y dedica a este debate un enorme esfuerzo personal. Dirigentes del Congreso, demócratas y republicanos, dijeron ayer que es factible un compromiso, que comenzará a dibujarse la semana próxima, cuando el Sertado, dominado por los republicanos, debata de nuevo la ayuda. Los primeros, análisis señalan que la Administración perdió la votación porque no ha conseguido despejar las dudas de la opinión pública sobre su política hacia Nicaragua, que es considerada como un intento disfrazado de acabar con el Gobierno de Managua mediante una presión militar que muchos creen que provocará final mente una intervención directa de tropas norteamericanas en Nicaragua. Reagan no se rinde fácilmente y, tras calificar a la jornada del jueves como "un día negro para la libertad", prometió "solemnemente volver una y otra vez hasta que se arte esta batalla, hasta que la li bertad tenga la oportunidad que se merece Nicaragua", y conseguir la ayuda militar que solicita. Pidió a los rebeldes que "tengan fe y esperanza, porque el pueblo norteamericano comienza a despertarse y a comprender la justicia de vuestra causa, que es la nuestra".Los líderes civiles de la contra, a quienes el presidente llama "luchadores de la libertad" y compara con los padres fundadores de Estados Unidos, mostraron ayer su decepción por el revés en el Congreso. Los sandinistas ganan un tiempo precioso con las dudas de Estados Unidos, "que sirve para reforzar un régimen represivo", afirmó Alfonso Robelo. La situación militar de los rebeldes es muy delicada, y necesitan urgentemente misiles tierra-aire para no ser aplastados por el Ejército sandinista, según informes del Pentágono.

Esta vez, la excesiva retórica -el presidente acusó de falta de patriotismo a la oposición y sugirió que no votar con él era votar por los comunistas- ha tenido un efecto contrario del deseado. Probablemente no haya fallado la capacidad de persuasión del gran comunicador, que continúa siendo muy grande, sino la política que intenta vender, que no es aceptada. Dieciséis representantes republicanos votaron en contra de su presidente al sumar su voto al de 206 demócratas. La ayuda a la contra fue apoyada por 164 republicanos a los que se sumaron 46 demócratas. El Congreso no está aún convencido de que Estados Unidos ha agotado las vías de negociación de un acuerdo pacífico para Nicaragua.

"El pueblo no está dispuesto a comprometerse en una escalada de violencia militar en Centroamérica hasta que se exploren por completo otros caminos", afirmó el representante demócrata Thomas Foley. El presidente ofreció un compromiso de última hora para demostrar su voluntad negociadora, pero no fue suficiente. Pero la oferta de retrasar la mayoría de la ayuda tres meses hasta ver si los sandinistas negocian con su oposición -algunos piensan que sería suficiente que abrieran un diálogo formal con su oposición interna, aunque los líderes civiles de la contra aseguran en Washington que son los representantes de esa oposición en el interior- será introducida ahora como parte de la propuesta que votará el Senado. La Administración enviará inme diatamente al diplomático Philip Habib a visitar a los países del Grupo de Contadora (México, Panamá, Colombia y Venezuela) y del Grupo de Apoyo.

Nueva misión para Habib

La misión de Habib será presionar a los latinoamericanos -que, con la excepción de Paraguay, Chile y El Salvador, rechazan la política de Reagan de ayudar a la contra- para que legitimen a los rebeldes y convenzan a los sandinistas de a.brir un diálogo con la oposición. El presidente ha sugerido ya que estaría dispuesto a realizar alguna concesión más si es necesario para triunfar en el Congreso, cuyo sector liberal crítico tiene mala conciencia. En el fondo, aborrece a los sandinistas y, sobre todo, no quiere aparecer como blando ante el comunismo por miedo a perdeir sus escaños en las elecciones parlamentarias de noviembre.

En el debate en las próximas semanas -los demócratas quieren forzar un nuevo voto en la Cámara el 15 de abril, tras las vacaciones de Pascua- se centrará en la zanahoria más que en el palo, las negociaciones y la posibilidad de que Washington reanude el diálogo con Managua. La ayuda dependerá de si el Congreso juzga que el esfuerzo de Reagan de agotar la vía del diálogo es suficiente y si los sandinistas han respondido de buena fe.

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