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36º FESTIVAL INTERNACIONAL DE BERLÍN

Diferentes rostros de la violencia asoman en el certamen berlinés

La muestra berlinesa subió en la jornada de ayer el interés de los filmes a concurso, sin alcanzar lo excepcional. La expectación despertada la noche del martes por la película alemana occidental Stammheim, sobre el famoso proceso Baader-Meinhof, continuó en las proyecciones efectuadas ayer, miércoles. El filme soviético Viaje de un joven compositor ofreció otro rostro, éste retrospectivo, de la violencia política, pero estilísticamente en las antípodas del anterior. Por último, la película norteamericana At close range contiene un drama en tonos rosas sobre la negra violencia de una cuadrilla de pistoleros rural que existió realmente y que perpetró atroces crímenes en 1978 en el Estado de Pensilvania (EE UU). Mientras tanto, las películas españolas que acuden a las diversas secciones comenzaron también ayer su prueba de fuego.

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Stammheim es un filme difícil de ver, muy abrupto, pero importante. Está lastrado por el tremendo peso de la veracidad de lo que en él se representa. El recuerdo todavía caliente del trágico proceso al grupo terrorista Baader-Meinhof es una losa que aplasta las imágenes, calculadamente frías, del filme de Reinhard Hauff.Éste reproduce, con unas pocas escenas documentales intercaladas y algunos rápidos apuntes visuales de los procesados en sus celdas, los momentos más significativos del debate procesal. No hay otra cosa: los diálogos están tomados literalmente de las actas del proceso, y es éste, el ritual jurídico en sentido estricto, el único objeto del filme. No se debate si Andreas Baader, Ulrike Meinhof, Jan-Paul Jaspe y Gudrun Ensslin eran o no culpables de delitos de terrorismo, no si eran o no eran verdaderos idealistas revolucionarios mientras estuvieron sueltos o simples individuos sanguinarios que disfrazaron su pasión de política. Se debate otra cosa.

El filme representa, con la extrema sequedad de un puro documento, con casi insoportable ascetismo, de qué manera el proceso convirtió a estos jóvenes, con independencia de la consideración que merezcan los actos por los que se les juzgó, en cuatro bombas humanas de efecto retardado, en cuatro vendavales políticos que hicieron conmoverse las raíces de la democracia en la República Federal de Alemania.

Fachada civilizada

La única materia fílmica es el proceso en cuanto tal, una ceremonia procesal que poco a poco va convirtiéndose ante nuestros ojos en el lado formal, visible, de un insondable mecanismo político: la fría pero mortal respuesta del Estado al furor mortal de los encausados. Stammheim es la representación de la fachada civilizada de un bárbaro ajusticiamiento.Por esta razón, el filme es muy radical. Las escenas que preceden y siguen a la muerte en su celda de Ulrike Meinhof abren, como un corte de navaja barbera, la grieta de una trastienda innombrable. Desde la óptica de Hauff, la incógnita de si los cuatro encausados se suicidaron o fueron eliminados por órdenes policiales o políticas es un trivial dilema detectivesco que nada revela del fondo del problema planteado en su filme. Este fondo es que, ya se tratara de suicidios, ya de ejecuciones -y con mayor gravedad en la primera hipótesis-, las muertes de Stammheim se configuraron formalmente como crímenes de Estado.

Georgi Shengelaia, director de Viaje de un joven compositor, es un cineasta georgiano de mediana edad, hasta ahora autor de obras caracterizadas sobre todo por su buen ritmo y ligereza. Éste su último filme cambia de rumbo, y cuenta, con buen pulso de narración itinerante, el recorrido en las comarcas de la región norte de Tiflis de un joven músico estudioso del folclor georgiano durante el año 1908. El filme tiene forma de película de aventuras, pero, paralelamente, el recorrido físico del protagonista coincide con un recorrido de tipo moral: el proceso interior de un artista que transita desde la pasión estética pura a la impureza de otra pasión primordial, como es la gestación de una conciencia, revolucionaria.

At close range, tercer filme del día y segundo del norteamericano James Foley, es igualmente muy violento. Tiene más fuerza en el lado violento que en su contrapartida lírica, que en este caso da a un filme de gran negrura argumental unas tonalidades rosáceas que desorganizan interiormente la unidad estilística de la obra. Pese de su buena factura, este filme no tiene grandes vuelos como ficción ni convence del todo como documento sociológico y humano.

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