Juan Rulfo pasa a la historia de la literatura con 250 páginas
El autor mexicano fallecido ayer no volvió a publicar desde que escribió 'Pedro Páramo', en 1955
Miles de aficionados a la literatura perdieron ayer toda esperanza de leer alguna vez otra obra de Juan Rulfó, un hombre semicallado y de ojos completamente negros en cuya obra de 250 páginas algunos críticos sitúan una de las cumbres de la literatura contemporánea. En 1953, el autor mexicano publicó el libro de relatos El llano en llamas, y en 1955, Pedro Páramo, librito que tardó en crecer hasta ser traducido a 56 idiomas. Borges lo incluyó entre as 100 obras más importantes de la literatura universal. Pero el autor no volvió a escribir, o al menos a publicar, aunque testimonios contradictorios aluden a su trabajo en una nueva narración. Juan Rulfo, de 67 años, falleció en México ayer a la una de la madrugada (hora española) causa de un paro cardiaco en el curso de un cáncer pulmonar.
La muerte sorprendió a familiares y amigos que le acompañaban, pues aunque en cama desde hacía tres meses, nada había hecho presagiar el fin en las últimas horas, según declaró Iraiz Rodríguez, una de las colaboradoras de Rulfo en el Instituto Nacional Indigenista de México (INI), en el que trabajaba el novelista. Hace unos meses le fue extirpada una catarata e injertada una retina, en una operación ocular en Nueva York.El escritor, que residía en un piso de clase media en el barrio de Guadalupe Inn, en el sur de la ciudad, fue velado en una agencia funeraria, en un féretro gris; no se recibieron ofrendas florales por indicación de la familia: su esposa, Clara Aparicio, y cuatro hijos.
La única imagen visible en la habitación funeraria fue un crucifijo sobre el ataúd. Un familiar declaró ayer: "Se ha querido que su muerte sea tan sencilla como fue su vida". El mundo de la cultura mexicana rindió al escritor un homenaje en el palacio de Bellas Artes antes de ser conducido al cementerio. Estaba previsto que el cuerpo del escritor fuera incinerado. El cortejo fúnebre salió a las once de la mañana (hora local) hacia el cementerio civil de Dolores, al oeste de la ciudad. Sus restos serán llevados a su tierra natal.
De los 10 a los 14 años Rulfo vivió en un orfelinato. Miembro de una familia con abundantes muertes violentas, a su padre lo asesinaron cuando él tenía seis años, y su madre murió cuando tenía 10. De niño había sido testigo de la rebelión cristera o guerra civil religiosa en la ciudad de San Gabriel (ciudad Venustiano Carrariza), donde cursé sus primeros estudios. "La infancia es lo que más influye en el hombre", dijo en una entrevista a EL PAÍS en agosto de 1979. Había nacido en Sayula, en el Estado de Jalisco, tierra que inspiró su literatura evocadora. Una tierra resecada por la erosión, de la que parten la mayor parte de los braceros mexicanos que trabajan en Estados Unidos. Una región principalmente blanca, también, pues los indios fueron exterminados, repoblada por andaluces y extremeños. A Rulfo le apasionaba. rastrear sus orígenes.
La biblioteca del cura
"Tuve en mi casa la biblioteca del cura de mi pueblo", evocará más tarde, "porque estalló la cristiada, una rebelión cristera, y entonces el cura guardó su biblioteca en mi casa, y ahí leí desde Emilio Salgari a Alejandro Dumas, todo. Era un cura muy raro, porque no tenía casi libros religiosos ni novenas ni cosas así, sino que tenía muchos libros de historia y, novela"."( ... ) "También tenía el Índice, el famoso Index Papal, las obras prohibidas". El cura había elaborado su biblioteca al amparo de su trabajo como censor oficial. "Con ese pretexto se apoderaba de todos los libros que había en el pueblo y era el único que tenía biblioteca".
El vicio de leer se le quedó incrustado para toda la vida, favorecido además porque Rulfo era uno de esos privilegiados que sólo necesitan cinco horas de sueño, hasta el punto de ser descrito como lector casi profesional por amigos suyos. "He leído más que los maestros de Salamanca", dijo en cierta ocasión quien aparentaba una gran modestia. Su biblioteca estaba formada por 6.000 volúmenes escogidos. Otra pasión suya fue escuchar música.
Una larga huelga estudiantil en Guadalajara le impidió matricularse en la Universidad antes de trasladarse a México. Vivió diversos empleos. Uno de ellos fue el de agente de inmigración, cuando tenía unos 18 años. Su trabajo consistía en localizar a los extranjeros fuera de la ley. Vivió en Tampico y en Guadalajara, y estuvo viajando por México tres años, experiencia que marcó definitivamente su obra. Antes de su trabajo como indigenista tuvo los empleos más variados: burocracia estatal, televisión, regadíos, campos de refugiados nazis o guionista de cine comercial.
"Es un ambiente siniestro". Así describió una vez el de la ciudad de México para el intelectual. "La ciudad de México es una de las ciudades más sórdidas del mundo y donde toda lagente está histérica". Sin embargo, en alguna otra ocasión hablé también del encanto de la ciudad.
Desde hace 20 años trabajaba en el Instituto Nacional Indigenista, de cuyo departamento editorial era ahora director y donde realizó tal labor de investigación de las culturas indígenas que le hicieron acreedor al Premio Gramio al mérito indigenista, concedido por su Gobierno, y que no alcanzó a recibir.
De hecho, a la falta de tiempo a causa de su trabajo en el instituto achacaba el escritor no seguir escribiendo. De todas formas, no pensaba seguir creando novela, aunque sí cuento, según sus declaraciones. Del boom latinoamericano, del que se sentía ajeno, sólo salvaba a Julio Cortázar y a García Márquez. No a Vargas Llosa. "Cuando un escritor escribe mucho, se repite", dijo.
Fue Premio Nacional de las Letras y Premio Villaurrutia, en, México, cuya universidad Nacional Autónoma le nombró doctor honoris causa el año pasado; su precaria salud le impidió asistir a la ceremonia. Premio Príncipe de Asturias de Literatura en 1983, lo recibió el mismo año que Belisario Betancur, presidente colombiano, obtuvo el correspondiente a Cooperación Iberoamericana.
'Pedro Páramo'
"Mire usted -me dice el arriero, deteniéndose-: ¿ve aquella loma que parece vejiga de puerco? Pues detrasito de ella es , tá la Media Luna. Ahora voltié para allá. ¿Ve la ceja de aquel cerro? Véala. Y ahora voltié para este otro rumbo. ¿Ve la otra ceja que casi no se ve de lo lejos está? Bueno, pues eso es la Media Luna de punta a cabo. Como quien dice, toda la tierra que se puede abarcar con la mirada. Y es de él todo ese terrenal. El caso es que nuestras madres nos malparieron en un petate aunque éramos hijos de Pedro Páramo. Y lo más chistoso es que él nos llevó a bautizar. Con usted debe haber pasado lo mismo, ¿no?". _
"- No me acuerdo".
"-¡Váyase mucho al carajo!".
"-¿Qué dice usted?".
"-Que ya estamos llegando, señor".
"- Sí, ya lo veo. ¿Qué pasé por aquí?".
"-Un correcaminos, señor. Así les nombran a esos pájaros".
"-No, yo preguntaba por el pueblo, que se ve tan solo, como si estuviera abandonado. Parece que no lo habitara nadie".
"-No es que lo parezca. Así es. Aquí no vive nadie".
"-¿Y Pedro Páraino?".
"-Pedro Páramo murió hace muchos años".
Ésa es parte de la narración de la llegada de Juan Preciado a Comala, en busca de su padre, Pedro Páramo, en uno de los relatos más misteriosos que se han escrito. Lo hizo con una ayuda de la Fundación Rockefeller. "No podía encontrar el libro que estaba buscando y que necesitaba leer. Tenía una vaga idea de lo que debía ser, pero no lo hallaba entre los libros. Entonces decidí escribir Pedro Páramo", explicó una vez.
"Vivimos con la muerte",
García Márquez, residente en México, atravesaba un período de búsqueda para expresar lo que sería Cien años de soledad cuando un amigo le entregó Pedro Páramo. "Aquella noche no pude dormir mientras no terminé la segunda lectura", evocó el colombiano después en un artículo. "Al día siguiente leí El llano en llamas, y el asombro permaneció intacto".
Algunos críticos han apuntado a García Márquez como uno de los escritores sobre los cuales Rulfo influyó. "No creo que yo tenga ninguna infuencia sobre él", dijo Rulfo en una entrevista. "Al contrario, yo le respeto mucho y creo que su obra es auténticamente original". Al colombiano lo había conocido hacia 1965, cuando García Márquez sobrevivía en México como periodista y guionista, y ambos colaboraron en el guión del mexicano, El gallo de oro.
La única advertencia que recibía el interlocutor de Juan Rulfo era la de que no se le preguntara por qué no escribía más.
Consideraba la obra terminada como algo ya muerto. Sólo mientras la escribía le merecía interés. Hacía años que ya no releía su breve obra de 250 páginas en edición de bolsillo. No le tenía miedo a la muerte. "Nosotros vivimos con la muerte, no puede asustarnos. La convivencia con la muerte está en el carácter mismo de los mexicanos".
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