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Tribuna:LA PACIFICACIÓN DE NICARAGUA
Tribuna
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Contra la guerra civil

La escalada bélica en Nicaragua ha ido creciendo hasta adquirir proporciones aterradoras. A finales de 1982, las fuerzas que combaten al FSLN (Frente Sandinista de Liberación Nacional) eran casi sólo bandas armadas con poca cohesión y muy pobre imagen. Entonces, el grupo de Fernando Chamorro (UDN / FARN) (Unión Democrática Nicaragüense / Fuerzas Armadas Revolucionaras Nicaragüenses) era el único sector insurgente no somocista activo, pero con capacidad muy reducida. Edén Pastora aún no se había lanzado de lleno a la acción militar y el FDN (Fuerza Democrática Nicaragüense) estaba todavía dominado por ex guardias somocistas bajo la tutela de militares argentinos, sin que la CIA lo hubiera todavía escogido como su programa predilecto en Centroamérica.Hoy se habla de 12.000 a 15.000 combatientes del FDN, y los jefes de la recién constituida Unidad Nicaragüense Opositora (UNO) -Robelo, Calero y Cruz-, que combina al FDN con sectores de Arde (Alianza Revolucionaria Democrática), prometen poner en pie de guerra en los próximos meses hasta 30.000 efectivos. Si a esto le agregamos los guerrilleros de Pastora, que pueden crecer rápidamente si dispusieran de recursos, y los 2.000 o 3.000 indígenas de Misura, nos encontramos en presencia del más importante operativo guerrillero que ha conocido Centroamérica en toda su historia.

Frente a estas fuerzas, la potencia militar sandinista ha crecido proporcionalmente. Hay unos 50.000 efectivos del Ejército regular, a los que hay que agregar unos 120.000 a 150.000 entre milicianos, reclutas del servicio militar obligatorio y reservistas. Sumando las cantidades de hombres movilizados por ambas partes, llegamos a casi 250.000 hombres prontos a la lucha. Es cierto que los enfrentamientos son aún limitados y no se extienden a la totalidad de la fuerza militar, pero existe un peligro real de escalada repentina.

Centros neurálgicos

Sabemos que el Gobierno del presidente Ortega cuenta con más de un centenar de tanques soviéticos, que ha recibido miles de toneladas de material bélico de la URSS, que dispone de helicópteros artillados soviéticos, así como de misiles tierra-aire y de veloces lanchas francesas. Los insurgentes, por su parte, se aprovisionan también de misiles, adquieren aviones ligeros y helicópteros que les permitirán dar golpes importantes. Pronto podrán atacar regularmente centros neurálgicos de comunicación, producción y comercio, puertos de mar y aeropuertos; podrán destruir la única refinería del país, la única planta de cemento, los generadores de energía, la represa del Tuma o las instalaciones geotérmicas del Momotombo. Nicaragua está en guerra. Es una guerra civil que va destruyendo lo poco que tiene el país y que ya ha producido miles de víctimas.

Lo terrible de todo esto es que ningún especialista en la materia -incluidos ambos lados, desde Cruz, Robelo, Chamorro, Calero, Pastora, del lado de la contra, apoyados por los norteamericanos, hasta los comandantes sandinistas, junto con sus padrinos del campo cubano-soviético- puede pronosticar un término al conflicto con el triunfo de una de las partes. A lo sumo llegan los primeros a afirmar que su acción es una presión para llevar al FSLN a la mesa de negociaciones (¿quién dijo que el fin no justifica los medios?), mientras los otros hablan de colgar de los árboles a sus opositores y de extender el conflicto a toda el área, convirtiendo a Centroamérica en un gigantesco incendio o en una miríada de hogueras. Esta guerra es inmoral en la causa que la provoca, la represión gratuita y despiadada del régimen del FSLN, y resulta difícil de justificar su desarrollo y escalada porque se inmola a lo más preciado de nuestro pueblo, los jóvenes estudiantes y los campesinos, en una lucha que de antemario saben sus directores y azuzadores que no tiene salida. Lo único decente y moral es poner fin a esta lucha y dedicarnos a trabajar en paz.

El Frente Sandinista debe asumir su parte de culpa, poner fin a las arbitrariedades que han caracterizado sus seis años de gobierno y ceñirse a la conducta propia de un Gobierno democrático respetuoso de los derechos humanos. No se le exigen milagros. Simplemente se le pide que cumpla con lo que ha prometido. Todos esperamos que el FSLN ponga punto final al sainete ridículo y vergonzoso de turbas y de grupos de choque o de los comités de defensa de una revolución que, a pesar de los bellos eslóganes, ha derramado tanta sangre y causado, por lo menos, tantos sufrimientos después de la victoria como durante la lucha contra el somocismo.

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Ángeles y demonios

Deben también asumir sus responsabilidades los sectores que adversan al FSLN, varios de cuyos dirigentes son coautores, junto con el FSLN, de muchas de las desgracias del pueblo de Nicaragua. Ésta no ha sido una lucha entre ángeles y demonios, ni de virtuosos contra perversos o de patriotas contra traidores. Es una lucha entre nicaragüenses; cada sector y cada uno de sus componentes, con sus cualidades y defectos, con sus virtudes y vicios, donde ha habido patridismo de ambos lados, así como en ambos lados ha habido, en mala hora, subordinación más o menos profunda a intereses foráneos, cualquiera que sea el pretexto con el que se quiera justificarla.

Todos aquellos Gobiernos que han tomado bando en este conflicto o que han suministrado armas le están haciendo daño a nuestro pueblo. La única causa digna de un Gobierno amigo del pueblo de Nicaragua es la causa de la paz, la no injerencia. Esto vale para todos, llámense Mitterrand o Gorbachov, Reagan u Honecker; vale para Gobiernos de izquierda y de derecha. Ojalá escuchen esta llamada: no armen ni apoyen a ninguno de los sectores contra el otro. Apoyen la voluntad de paz del pueblo de Nicaragua.

En esta guerra de Nicaragua ya todos hemos perdido mucho. Poco nos falta para que la destrucción del país nos haga a todos perderlo todo. El único victorioso será el bando que se decida a buscar activamente la paz. No bastará dar el primer paso. Habrá que estar decididos a no detenernos, a dar el segundo y el tercero y todos los demás pasos necesarios hasta lograr la paz, una paz definitiva, una paz honorable y sincera, orientada a impulsar de inmediato la ansiada reconstrucción nacional.

José Esteban González es presidente del Comité Nicaragüense de Derechos Humanos, con sede en Costa Rica, y fundador de la Comisión Permanente de Derechos Humanos de Nicaragua. Vive en el exilio desde 1981, acusado de terrorista por el Gobierno sandinista.

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