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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

La transición política

Cuantas personas hayan contemplado los dos capítulos del programa de televisión sobre el inicio de la reforma política y la muerte del general Franco (TVE-1, 18 y 19 de noviembre) habrán podido comprobar un hecho cierto: los. políticos de uno y otro bando que confluyeron en el proceso de reforma política se caracterizaron por su doble juego.O, si se prefiere, por decir cara al público unas cosas y hacer entre bastidores otras, contradictorias con aquéllas. Los del régimen -del Rey abajo, casi todos-, por cantar las excelencias del franquismo, jurarle fidelidades y conspirar a todo trapo contra él. Los de la oposición -salvo la de extrema izquierda y la de algún burgués radical, como Antonio García Trevijano-, por clamar en favor de la ruptura y preparar denodadamente el camino de la reforma. Luis Solana se expresó con enorme franqueza: para él, la cuestión no era saber si la ruptura resultaba viable; él ponía en duda, directamente, que fuera conveniente.

No entro a discutir aquí qué hubiera sido mejor para el pueblo, si la reforma vivida o la hipotética ruptura. La discusión sería, por lo demás, meramente académica: hoy resulta obvio que, estando la dirección de la oposición en las manos que estaba, la ruptura era imposible. Lo que me parece bueno subrayar, en cambio, es ese doble comportamiento, esa contradicción entre los dichos y los hechos, que está en el origen de nu.estra actual clase política.

Como ciudadano, no puedo por menos que recordar el'adagio popular: "Quien hace un cesto, hace ciento". Una vez que se ha aprendido a jugar con dos barajas, a afirmar unos principios políticos y a actuar soterradamente en contra de ellos, no hay ninguna razón para rechazar el recurso a tales métodos cuando parezca necesario hacerlo. ¿En razón de qué pueden ser hoy creídas las proclamas de quienes reconocen haber violado conscientemente las que hicieron en el pasado?

Lo que queda así planteado es un problema de moralidad política. A cada cual corresponde la labor de extraer de ello sus propias consecuencias.-

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