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Reportaje:Polémica por torturas en experimentación animal

Escándalo en los laboratorios de investigación

Un vídeo robado en un centro de la universidad de Pensilvania muestra irregularidades en la experimentación con animales

El incidente que ya se conoce como el asalto al laboratorio, estuvo precedido por una serie de acontecimientos que comenzaron en marzo de 1.983, fecha en la que apareció un artículo en el Toronto Mail y en el Globe describiendo los experimentos. Se citaba al neurocirujano Thomas Gennarelli, quien afirmaba que no quería publicar su trabajo porque podía "levantar toda clase de revuelos innecesarios entre aquellos que se sentían sensibilizados ante este tipo de cosas".La reacción fue inmediata. En una conferencia de prensa celebrada en Filadelfia en abril del mismo año, Cleveland Amory, presidente de la Fundación para los Animales, hizo referencia al citado artículo y denunció los experimentos. Representantes de varios grupos defensores del bienestar y los derechos de los animales, incluido el Pennsylvania Animal Rights Coalition (Coalición por los Derechos de los Animales de Pensilvania, PARC), se reunieron y hablaron con los doctores Gennarelli y Moshe Shalev, directores de la división animal del laboratorio de la Escuela de Medicina de la universidad de Pensilvania.

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Investigar para salvar vidas

Aunque a esos representantes no se les concedió permiso para visitar el laboratorio donde se golpean los cráneos de los babuinos mediante el llamado dispositivo de aceleración de la cabeza Penn II, pero fueron invitados por el doctor Gennarelli a visitar a sus pacientes humanos con lesiones cerebrales en el hospital de la Universidad de Pensilvania y el hospital infantil.

El 28 de mayo de 1984, el laboratorio de lesiones en la cabeza fue asaltado. En las paredes aparecieron las siglas del Animal Liberation Front (Frente de Liberación Animal, ALF), fueron destruidos equipos de ordenadores y desaparecieron más de 60 horas de filmación en vídeo, tomadas por los propios investigadores, de los experimentos. El Frente de Liberación Animal se responsabilizó de la acción, motivada, según ellos, por su fidelidad a unos valores morales más elevados. Fueron entrevistados por la Prensa y la televisión, convenientemente encapuchados, para ocultar su identidad. Afirmaron que habían intentado todos los medios legales para obtener la información que ahora tenían. También aseguraron que el asalto no había dañado a ningún ser viviente. Un miembro del ALF declaró: "Creemos que los derechos de la propiedad están subordinados a los derechos humanos y de los animales". Los informativos de televisión mostraron al doctor Gennarelli en medio de su destrozado laboratorio, y el ALF fue acusado por algunos de grupo terrorista. Las cartas y los editoriales oscilaban entre las que consideraban a los miembros del ALF como maleantes inconscientes y los que los ensalzaban, comparandolos con quienes arriesgaron su bienestar para liberar a los esclavos antes de la guerra civil, o que ayudaron a escapar a los judíos de la Alemania nazi durante la II Guerra Mundial.

La universidad de Pensilvania, que tiene un gran prestigio y es quizá el mayor centro de trabajo de la ciudad de Filadelfia, cerró filas y defendió su investigación. Volvió a oírse la queja de que esta investigación era esencial para salvar vidas humanas. Un neurocirujano de la universidad de Pensilvania llegó incluso a decir: "Admitir la actividad criminal de lo que quizá es un grupo de activistas bien intencionado, pero indudablemente equivocado, sería, en resumidas cuentas, un crimen contra la humanidad".

Nadie pareció escuchar cuando los activistas pro animales, que habían leído los artículos de Gennarelli en publicaciones científicas, dijeron que según sus propios informes estaba todavía intentando encontrar un modelo para las lesiones cerebrales humanas. Los representantes de Penn insistieron en que los babuinos no sentían el dolor porque estaban anestesiados, a pesar de que en las cintas los animales se veían retorciéndose y revolviéndose, mostrando todas las señales de estar totalmente conscientes. Las acusaciones no dejaron de intercambiarse.

La gente empezó a preguntarse quién o qué era el ALF y a causa de que el People for the Ethical Treatment of Animals (Gente para el Tratamiento Ético de los Animales, PETA) se había convertido en su portavoz. El ALF se originó en el Reino Unido como una organización radical para defender los derechos de los animales. Con el paso de los años se hicieron más activos y radicales. Sabotear cacerías figuraba entre sus primeras actividades. Después empezaron a asaltar instalaciones de investigación para rescatar animales. Ésta parece ser la idea que predomina ahora, a juzgar por las informaciones sobre las actividades del ALF en Europa y en las dos costas de Estados Unidos.

El vídeo y los babuinos maltratados

PETA, mientras tanto, vio horas y horas de filmaciones de vídeo y elaboró una versión acertadamente titulada, según las palabras de Gennarelli, Revuelo innecesario. La cinta resumida fue horrible. Mostraba el terrible estado de los babuinos que sufrían lesiones cerebrales. Los investigadores estaban fumando, bromeando y burlándose de los animales, diciéndoles que sonrieran para.la cámara y llamando la atención sobre la incisión.en el cráneo de uno de los babuinos diciendo: "No está mal eso que tienes aquí. Tiene pinta de punkie". Sin embargo, el doctor Thomas Lagfitt, presidente del departamento de Neurocirugía y vicepresidente de Asuntos Sanitarios, manifestó: "Tratamos a los babuinos igual que tratamos a los seres humanos".El PETA y otras organizaciones para los derechos de los animales intentaron mostrar las cintas al público y a los legisladores, pero hubo cierta resistencia porque se trataba de cintas robadas. El decano de la escuela de Veterinaria de la universidad de Pensilvanía, por ejemplo, cuando se le pidió que hablara sobre el laboratorio de lesiones en la cabeza tuvo mucho cuidado en disociar a la escuela de vete.rinaria, que también hace investigación, de la escuela de médicina. Cuando se le presionó para que diera una opinión, dijo que no sabía lo que había sucedido en aquel laboratorio. Al preguntarle si había visto las cintas, replicó que se había negado a ver material conseguido ilegalmente. Así pues, no podía hacer ningún comentario sobre el hecho de que los investigadores martilleen el cráneo de los animales con un martillo y un escoplo -para levantarlo- después de que el babuino haya sufrido una lesión cerebral. ¿No trataba el experimento, a fin de cuentas, de estudiar el daño cerebral, y no causaría el martilleo una lesión adicional, anulando así los descubrimientos? ¿Y el hecho de que los investigadores estuvieran fumando, no afectaría al estado de los vasos sanguíneos?. ¿No se olvidaban los procedimientos sanitarios cuando a un investigador le caía un es.calpelo al suelo, lo recogía y lo volvía a poner en el cráneo del babuino?. ¿Y las condiciones de suciedad del propio laboratorio? (Los investigadores hablan en la pinta de insoportable hedor). Y la inspección del departamento de Agricultura afirmó: "Había cucarachas por todas partes, excrementos de ratones y gusanos" y "restos de orina y deyecciones en las paredes y suelos de todas las habitaciones". ¿Por qué estaba el laboratorio sinidentificar (¿oculto?) en el subsótano de un edificio?

El mes de octubre pasado, PETA y PARC convocaron una conferencia de prensa para intentar conseguir una mayor audiencia de la cinta. Los que asistieron a la reunión fueron fotografiados por agentes de la oficina del fiscal del distrito de Filadelfia. Muchos fue~ ron citados a declarar ante un gran jurado que investigaba. el asalto. Entre otras cosas, a los testigos se les pedía que identificaran a las personas de las fotografilas tomadas durante la conferencia de prensa. Los abogados protestaron diciendo que se estaba abusando de los derechos civiles de los testigos. El fiscal del distrito afirmó que "partiría la espalda del movimiento de los derechos de los animales".

Hace unos cuatro meses, el doctor James Wyrigaarden, director del Instituto Nacional de la Salud, que ha estado subvencionando estos experimentos durante unos 13 años y que manifestó que el laboratorio está "considerado como uno de los mejores del mundo", nombró un comité para, investigar las distintas acusaciones.

En sus descubrimientos preliminares el comité proclamó haber encontrado "fállos materiales en el cumplimiento de la política de salud pública para el cuidado y utilización de laboratorios anirnales". Tal declaración suena como si hubiera leyes que controlaran el tipo de experimentos permitidos, pero la realidad es que las leyes se ocupan de cuestiones tales como dimensiones de las jaulas, iluminación, cuidado veterinario antes y después de los experimentos, etcétera.

Falta normativa para regular los experimentos

No hay impedimentos legales contra nada que el experimentador desee hacer a los animales. Un investigador no tiene obligación legal, por ejemplo, de utilizar analgésicos si, a su juicio, pueden interferir con los descubrimientos o los motivos de su experimento. Lo que esto quiere decir es que si un comité de investigación hace una declaración como la citada, se refiere al cuidado de los animales antes o después del experimento, el estado del laboratorio, su limpieza y otros aspectos.Quien crea que los investigadores biomédicos son siempre profesionales cuidadosos y precisos que siguen procedimientos científicos quedará sorprendido por el descuido, el desinterés y lapura y simple ignorancia de estos, investigadores que aparenternerite carecen de conocimientos suficientes para distinguir entre un animal viejo y otrojoven, que tienen problemas a la hora de decidir si un animal es macho o hembra y que accidentalmente cortan un trozo de la oreja de un animal y se ríen diciendo: "Creo que todavía me dejé algo de oreja".

Si los observadores hubieran testificado simplemente sobre esas prácticas, seguramente no los creería nadie. Es demencial pensar que ese estado de cosas existe en una de las universidades con más prestigio de Estados Unidos, receptora todos los años de millones de dólares de los impuestos para subvenciones a la investigación. Si esto sucede en la universidad de Pensilvania, ¿qué pasará en otras universidades y laboratorios de investigación más pequeños y peor subvencionados?.

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