Aprendices de libertad en Suráfrica
El aumento de la tensión que vive Suráfrica hace que la postura del artista esté "determinada fundamentalmente por el conflicto entre los distintos intereses materiales de la sociedad", como afirma la escritora Nadine Gordimer en la conferencia cuya primera parte se publica en esta página. El artista "ha de ir combatiendo a través de lo que Pablo Neruda llama los laberintos del medio de expresión que haya elegido". Nadine Gordimer nació en la República Surafricana en 1923, donde ha vivido siempre. Ha obtenido varios premios por sus novelas y cuentos, entre los que se cuenta el Premio Booker, que en 1974 recibió por su novela The conservationist (El conservador). Su última novela, July's people, se publicó en 1981. Su anterior novela, Burger's daughter, fue prohibida en Suráfrica, pero más tarde se autorizó.
Hay un problema que siempre acaba irrumpiendo violentamente, con la tenacidad de un topo, en la superficie de los supuestos culturales en un país como Suráfrica: ¿se construye, puede construirse una cultura común si los intereses materiales del pueblo están trágicamente enfrentados?No creo que haya que ignorar al topo; pese a ser ciego sabe perfectamente dónde está la luz.
La naturaleza del arte en la Suráfrica actual queda determinada fundamentalmente por el conflicto entre los distintos intereses materiales de la sociedad surafricana. No nos engañemos. Cuando se reúnen escritores y artistas surafricanos lo hacen divididos por el mencionado conflicto. Pero lo hacen de una manera realista, con una filosofía de liberación espiritual que requiere, entre otros factores esenciales, una franca valoración de las instituciones y políticas de la comunidad blanca que afectan a las artes en Suráfrica.
Para los artistas y escritores todo son paradojas en Suráfrica. Tenemos todas las preguntas pero muy pocas respuestas. Lo que no quiere decir que no haya algún punto fortificado desde el que hablar honradamente y con sentido sobre las artes. Sabemos que hemos de enfrentarnos al hecho de que allí donde la supervivencia in mediata exige lealtades divididas la hermandad en nombre de Apolo no está más a salvo del fratricidio que cualquier otra.
Pienso que debemos tener con ciencia de que ya que la única esperanza de que se resuelvan los problemas raciales, tanto materia les como espirituales, es en situación de igualdad de oportunidades económicas; del mismo modo, el potencial creativo de nuestro país no puede discutirse sin constatar y aceptar plenamente el hecho de que hay que perseguir la utilización de ese potencial sólo con la premisa de que se den las mismas circunstancias.
Igualdad de oportunidades
La igualdad de oportunidades económicas, junto a los derechos civiles y parlamentarios para la totalidad de los 26 millones de surafricanos, es exacta e inevitablemente la base para toda futura consideración del futuro de las artes. El hombre no tiene control sobre la medida en que el talento es dado a un individuo o es tomado de otro; pero el hombre, a través del Estado, controla las circunstancias en las que se desenvuelve el artista. La creatividad innata puede ser falsificada, trivializada, desviada, condicionada, sofocada, deformada e incluso destruida por el Estado.
"Valor en la vida y talento en el trabajo" es el lema del artista, según uno de los mayores que han existido, Albert Camus. Ciertamente, todo artista, viva donde viva, de cualquier manera que lo traten las circunstancias, en cualquier sociedad, ha de ir combatiendo a través de lo que Pablo Neruda llama los laberintos del medio de expresión que haya elegido. Ésta es la condición del ser del artista.
Por lo que se refiere al lugar del artista en el mundo exterior, tengo mis dudas de que un artista pueda encontrarse nunca en la condición ideal, a la que se refería Hegel, de "conciencia individual en una relación armoniosa total con el poder exterior de la sociedad". Esto es una utopía en la cual sólo podemos engordar. Pero no debe haber habido muchos ejemplos en la historia humana -si los ha habido- de una sociedad en la que se dé tal grado, variedad e intensidad de conflictos entre el artista y el poder externo de la sociedad como la surafricana. Este poder exterior se manifiesta de la manera más obvia en las leyes relativas a la censura, que arrasan con la literatura, y cada dos por tres realiza incursiones en las otras artes.
Con todo, el poder externo de la sociedad, no en cada nivel profesional específico, sino en el nivel más amplio de la formación de nuestra sociedad, penetra en lo más hondo del artista y determina la naturaleza y el estado del arte. De la vida diaria de Suráfrica es de donde han surgido las condiciones de profunda alienación que prevalecen entre los artistas surafricanos. E incluso me atrevería a decir que la naturaleza del arte en la Suráfrica actual es la suma de los diversos estados de alienación.
No me refiero al concepto de alienación en el sentido marxista estricto, si bien éste es adecuado para describir el caso de la industrialización de millones de negros bajo el apartheid, y por tanto de toda nuestra sociedad en conjunto.
Existen otras muchas maneras en que un individuo queda apartado de los demás y de sí mismo. La alienación como tal es una condición para rechazar o ser rechazado, o para ambas cosas. El artista negro vive en una sociedad que ha rechazado su cultura durante siglos; ha vuelto su alienación hacia aquellos que lo han rechazado y ha convertido su falsa conciencia en el punto de partida inevitable hacia su verdadera personalidad. El artista blanco pertenece a la cultura blanca que rechazó la cultura negra, y ahora, a su vez, está siendo rechazado por la cultura negra. El blanco nacido y criado en Suráfrica es un no europeo, pese a lo cual su sociedad se ha negado a admitir una cultura indígena y a echar raíces junto a ella. Y es también el no negro, que los negros ven como separado de la cultura indígena. Y el problema que lo amenaza es que no sabe, hasta el momento presente, si esta postura es un callejón sin salida o si puede haber un nuevo comienzo.
Toda homogeneidad en la naturaleza del trabajo producido por estos artistas, tanto blancos como negros, se debe más a lo que los ata juntos que a lo que comparten. Los artistas surafricanos pertenecen a esa conciencia desintegrada dionisiaca que Hegel define por su antagonismo hacia el poder externo de la sociedad (a falta de otra cosa parecen estar unidos en el deseo de verse libres de las circunstancias sociales impuestas, aunque podrían definirlas de acuerdo con una experiencia profundamente diferente de la realidad circunstancial). A partir de una conciencia desintegrada, el negro y el blanco buscan la totalidad en sí mismos y volver a conectar con el voltaje del dinamismo social.
La oposición contra una sociedad dada implica un ansia de crear e identificarse con otra distinta y mejor. El rechazo de un conjunto de valores implica la intención de crear otro conjunto y relacionarse con él. Para el artista, tales implicaciones generales se convierten en parte de las transformaciones de la realidad en que consiste su trabajo.
Pertinencia y compromiso son conceptualizaciones de este movimiento. Ambas se convierten en el lema de los artistas, quienes, individualmente, entienden por ello diferentes cosas; pero también se convierten en las exigencias que su propio pueblo reclama al artista. La pertinencia y el compromiso se mueven adelante y atrás entre el artista y la sociedad. En un tiempo y en un lugar como Suráfrica en el último cuarto del siglo XX, la pertinencia y el compromiso se han convertido, en palabras de Lionel Trilling, en "los criterios del arte y en las cualidades de la vida personal de los individuos que pueden ser aumentadas o disminuidas por el arte".
Pertinencia y compromiso. ¿Qué proximidad hay entre estos dos términos que ponen en cuestión la existencia del escritor, del pintor, del escultor, del compositor, del fotógrafo, del arquitecto, en la Suráfrica de hoy día? De hecho, se hallan yuxtapuestos más que relacionados. Y esto, de nuevo, muestra la existencia de la tensión entre el artista y la sociedad en la que se genere su creatividad. Pues la pertinencia tiene que ver con los acontecimientos externos, mientras que el compromiso proviene de uno mismo.
Criterio supremo
Para el artista negro en este estadio de su desarrollo la pertinencia es el criterio supremo. Por esta razón su trabajo deberá ser juzgado por su propio pueblo, y éste es la autoridad suprema, pues sólo a través de él puede el artista negro acabar con su alienación. Éste es el credo cultural del movimiento de la Black Consciousness (Conciencia Negra). Bennie Khoapa, teórico del movimiento de la Conciencia Negra, afirma que la única opción del artista negro es la transformación personal; éste ha de estar preparado para irse desprendiendo del papel de lo que el poeta negro Mafika Pascal Gwala llama cultura blanca "de la piscina y de la roulotte" en Suráfrica.
La realidad externa respecto de la cual la pertinencia establece la medida del trabajo del artista negro no está a tres pasos de él. Otro escritor negro, Njabulo Ndebele, dice que "los negros están operando" desde "un medio intelectual y educativo abrumador".
Y desde la perspectiva europea, la máxima filosófica de Sartre lo resume bien: "Los explotados experimentan la explotación como su propia realidad. Por eso el artista negro ha de hacer solamente lo que cada artista debe hacer con el fin de serlo: enfrentarse a su propia realidad, y como negro habrá interiorizado también el modelo de pertinencia establecida fuera. Entonces, en teoría, habrá resuelto el problema estético y social y se habrá situado a sí mismo en una relación significativa respecto de su sociedad.
Este artículo es el texto de una conferencia de Nadine Gordimer en el Neil Gunn, a comienzos de 1981, en Edimburgo, invitada por el Scottish Arts Council (Consejo Escocés de las Artes). Traducción: C. A. Caranci.
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