Llamamiento de Reagan para que "el átomo nunca más sea usado como arma de guerra, sino como un medio de paz"
El presidente Ronald Reagan, al recordar ayer el 40º aniversario del bombardeo atómico de Hiroshima, pidió a todas las naciones del mundo, incluida la Unión Soviética, que tomen las medidas para "asegurar que el átomo nunca más sea usado como arma de guerra, sino como instrumento de paz". Mientras, los oponentes al armamentismo nuclear, en multitudinarias manifestaciones en ciudades y poblados de Estados Unidos, han conmemorado con una diversidad de testimonios el cuadragésimo aniversario de la explosión de la primera bomba atómica, ocurrida en Hiroshima (Japón) el 6 de agosto de 1945.
Reagan, en un comunicado difundido en Washington con motivo del aniversario, dijo que no se debe olvidar nunca lo que las armas nucleares impusieron a Hiroshima y Nagasaki, pero que tampoco puede olvidarse que la capacidad de disuasión nuclear norteamericana "ha garantizado", según el presidente, "la seguridad de Estados Unidos y la libertad de nuestros aliados de Asia y Europa durante cuatro décadas".Al mismo tiempo, Reagan reiteró la invitación hecha la semana pasada a la Unión Soviética para que envíe observadores a una prueba nuclear norteamericana en el desierto de Nevada. Informes publicados ayer en The New York Times, citando fuentes diplomáticas en París, dijeron que por primera vez la Unión Soviética ha aceptado que miembros de la Agencia Internacional para la Energía Atómica (AIEA) inspeccionen dos de sus reactores nucleares, para asegurar que sean exclusivamente de uso pacífico.
Tañido de campanas
Las campanas de las iglesias de ciudades como Filadelfia y Nueva York y de otros templos en los Estados de Connecticut, New Hampshire y Rhode Island, doblaron al unísono a las 19.15 del lunes (3.15 hora peninsular del martes). En el parque Lafayette, opuesto a la Casa Blanca, centenares de manifestantes guardaron un minuto de silencio. Eran, en ese momento, las 8.15 de la mañana del martes en Hiroshima. Las actividades coincidieron con el preciso instante en el que el Enola Gay, tripulado por Paul Tibbets, arrojó la primera arma nuclear de la historia sobre la ciudad japonesa, tres días antes de que otra bomba devastase totalmente Nagasaki.El martes, las calles de decenas de ciudades norteamericanas lucían en sus aceras millares de sombras pintadas por los miembros de un grupo de artistas que favorecen el desarme nuclear. "Son las réplicas de las sombras de los seres humanos que quedaron a 320 metros del sitio donde la bomba hizo blanco, vaporizados por el artefacto", explicó el promotor de este proyecto, Alan Gussow.
Mientras tanto, los niños de San Francisco (California) decoraron con unos 300.000 pájaros de papel, elaborados en el arte japonés del origami, un edificio público. El lunes, unas 1.000 garzas (el símbólo japonés de la paz), confeccionadas también en papel por 10 pequeños de la zona metropolitana de Washington, pendían de una de las estatuas en el parque Lafayette.
"He querido rememorar las vidas que se perdieron (hace 40 años) y también celebrar la vida que aún está con nosotros", dijo uno de los manifestantes que el domingo pasado integró una gigantesca cinta por la paz alrededor del Pentágono, el Congreso y otros símbolos del poder norteamericano.
Las acciones de los grupos pacifistas y las declaraciones de Reagan reflejan una realidad que parece imposible descartar con los años: el recuerdo de los dos primeros y únicos holocaustos nucleares de la historia de la humanidad sigue atormentando a Estados Unidos. Porque, a pesar de la justificación estadounidense de que, el bombardeo evitó al menos un millón de muertes de soldados norteamericanos en combate, la moralidad de la decisión es todavía objeto de debates.
Una encuesta realizada simultáneamente en Estados Unidos y en Japón mostró que un 44% de los japoneses aún guarda rencor contra Estados Unidos por el bombardeo, aunque la mayoría de los ciudadanos de ambos países consideran las relaciones mutuas como "amistosas". Además, un 45% de los japoneses juzga inmoral la decisión, cifra que baja al 38% entre los norteamericanos, la mayoría jóvenes.
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