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Toma el dinero y corre

La deuda externa del Tercer Mundo suma aproximadamente un billón de dólares, de los que 360.000 millones corresponden a América Latina. Pese a que muchos economistas y banqueros han llamado la atención sobre la quiebra del sistema que supondría un repudio generalizado de pago, la esterilidad de las discusiones para abordar un equilibrio financiero exterior del mundo entero se ha generalizado.Existen tres posturas ante el shock de la deuda, trufadas de motivaciones políticas, que se combaten permanentemente. En primer lugar, la defendida por muchos países desarrollados, principalmente Estados Unidos, que persisten en el pago de los créditos como si no existiese un estado de anormalidad. Acudir a las recetas del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial es una forma de dilatar el problema y dar tiempo a la banca internacional a cubrir provisiones para morosos. El ejemplo del Bank of America, cuyas pérdidas récord acaban de ser reconocidas, es válido. La banca europea es más flexible al estar menos pillada y llevar más ejercicios reconstituyendo sus fallidos.

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La otra postura extrema es la formación de un club de deudores desde el cual repudiar multilateralmente la deuda y hacer frente a las acciones de castigo de los acreedores. Esta fórmula ha sido insinuada en voz baja y hasta a media voz por algunos políticos (es el caso de Alfonsín en su primera época), pero no ha dejado de ser una amenaza. Cuando Castro ha levantado la bandera del impago de la deuda se ha vuelto a extender la inquietud en el primer mundo. El líder cubano es consciente de una situación objetiva explosiva, cuyo reflejo puede dar lugar a una conjunción de esfuerzos de regímenes muy distintos.

La postura intermedia es la del Grupo de Cartagena, que lleva abogando dos años por una negociación política. Al haber sido rechazada tal negociación en las cumbres de los siete países más ricos celebradas en Londres (1984) y Bonn (1985), las soluciones técnicas están paradas. Es un diálogo de sordos en el que unos intentan no pagar para sobrevivir y los otros, como en la película de Woody Allen, intentan recoger sus préstamos y salir corriendo hacia zonas más frías y más rentables.

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