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XXI 'cumbre' de la OUA

49 Estados de África acuerdan producir más alimentos

Soledad Gallego-Díaz

La XXI cumbre de países miembros de la Organización para la Unidad Africana (OUA) se clausuró ayer en la capital etíope con una declaración que será conocida como el Acuerdo de Addis Abeba, por el que 49 Estados africanos reconocen que han cometido errores, solicitan una conferencia internacional para renegociar conjuntamente su deuda exterior y se rijan un plan de urgencia de cinco años de duración destinado a incrementar la producción agrícola, actualmente en declive.

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El clima de tranquilidad y aparente concordia en que se desarrollaron durante tres días los debates permitió que la OUA eligiera un secretario general, algo que había resultado imposible, por enfrentamientos políticos, en los dos últimos años. El cargo recayó en el ministro de Asuntos Exteriores de Níger, Ide Umaru, considerado como moderado.Las discusiones para la elección de secretario general se prolongaron desde la noche del viernes -en que hubo sesión nocturna que concluyó a las dos de la madrugada-, hasta primeras horas de la tarde del sábado. Los países asistentes (todos, salvo Marruecos y Zaire, que abandonaron la OUA el año pasado) eran conscientes de que un nuevo fracaso echaría por tierra sus esfuerzos anteriores por presentar la cumbre de Addis Abeba como un giro en el ambiente de enfrentamiento que ha presidido la vida de la organización.

Hasta el último momento, se mantuvo la candidatura del ministro de Exteriores de Mali, el radical Blondin Beye, pero finalmente los países que le apoyaban lograron un acuerdo con Umaru, un hombre que no tiene estudios universitarios pero que posee amplia experiencia de trabajo en organismos internacionales, y especialmente en la ONU.

Al término de la reunión, todos los delegados (entre ellos, 21 jefes de Estado) se mostraron satisfechos. La asamblea, que debía analizar fundamentalmente los problemas económicos de África, cumplió su objetivo. La cumbre aprobó un informe elaborado por el Consejo de Ministros, prácticamente sin enmiendas. El documento reconoce que los países africanos no han sido capaces de poner en práctica el plan de Lagos, establecido en 1980 para un impulso económico, y que las insuficiencias de sus propias políticas han contribuido a agravar la crisis, la peor que conoce África en su historia.

Críticas a Occidente

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Prácticamente, todos los oradores criticaron duramente la actitud de Occidente, que ha enviado ayuda humanitaria pero que no proporciona los medios para el desarrollo del continente. Radicales y moderados coincidieron en este análisis. Hasta el presidente egipcio, Hosni Mubarak, considerado como portavoz de los más moderados, afirmó que "la comunidad internacional debe reconocer su propia responsabilidad y contribuir a remover los obstáculos"."No podemos aceptar que África sea simple y puramente una tierra de la que se extraen materias primas y un mercado en el que se venden productos manufacturados. No hay razones para exigirnos que soportemos solos el peso de una deuda exterior, que tiene consecuencias catastróficas para nosotros", añadió Mubarak.

La cumbre decidió, sin embargo, que los primeros que deben hacer algo para afrontar la crisis han de ser los propios países africanos. El objetivo prioritario es aumentar la producción de alimentos. Para ello, se comprometen a dedicar al sector agrícola del 20%. al 25% de las inversiones públicas previstas para 1989, fijando precios al pequeño agricultor que le resulten atractivos. Igualmente, se comprometen a elaborar una plataforma de acción común a escalas regional y continental. Varios paises asistentes anunciaron contribuciones al fondo de emergencia contra la sequía. Como anécdota, se puede recoger que la República Árabe Democrática Saharaui (RADS) ofreció 870.000 pesetas, en dicha moneda.

Los países africanos son conscientes de que su propio esfuerzo, aunque deba ser el primero, no será suficiente. Por eso piden de nuevo a la comunidad internacional que colabore y, sobre todo, que acepte discutir conjuntamente el problema de la deuda externa, que deja exhaustas las arcas africanas. "Las principales instituciones financieras", afirma la declaración de Addis Abeba, "han dejado deliberadamente a África fuera de los mecanismos de negociación concebidos para países en desarrollo. El efecto conjugado del aumento de las tasas de interés, el deterioro de las condiciones para nuevos empréstitos y la reducción de los préstamos exigen que se estudien nuevas condiciones para África".

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