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Crítica:XX FESTIVAL DE JAZZ DE SAN SEBASTIÁN
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Adiós a la vanguardia

ENVIADO ESPECIAL

El vigésimo festival de jazz de San Sebastián se inició el miércoles 17 de julio con tradicional concurso de aficionados. Resultó vencedor el cuarteto de la cantante portuguesa Maria Joâo, con muy escasa diferencia sobre el grupo Beboporum Optet, que procede del Taller de Músicos de Barcelona. Como mejor solista fue seleccionado el saxo húngaro Laszlo Des.

El apartado de profesionales comenzó al día siguiente. Se ha empezado así por el final, por la vanguardia, con la edición especial de Jack de Johnette y la peculiar arkestra de Sonny Blount, extravagante ciudadano que prefiere llamarse Sun Ra, nombrando al sol dos veces, sol sol, como ese cantante latinoamericano que se llama José José. La crítica de jazz es cosa epigramática y aforística; así que, para resumir el concierto, baste el título de esta crónica, Adiós a la vanguardia. Tomemos por ejemplo el grupo de Jack de Joniette.

XX Festival de Jazz de San Sebastián

Jack de Johnette Special Edition-Sun Ra Arkestra.Palacio Municipal de Deportes. San Sebastián, 18 de julio.

Sus músicos son un prodigio de eficiencia: entre los tres solistas de viento llegaron a tocar diez instrumentos distintos, todos con soltura y algunos con virtuosismo. Pero no parecen capaces de llevar la cota de la vanguardia mas allá de donde la pusieron otros en los años sesenta, cuando el récord mundial del jazz quedó fijado tan lejos como el de salto de longitud.

Las composiciones, que evocan en algunos títulos el maximalismo de los buenos tiempos, son alambicadas y de construcción dificil; excepto la propina, un tema comercial que tiene el agrado de ser bailable. Los músicos combinan recursos de jazzman antiguo con actitudes de intérprete serio. El mismo de Johnette, que toca increíblemente la batería, la abandona a ratos y se pone a tocar el piano, que hace más culto. Todo supera los escollos con ejemplar solvencia, pero es una pena que quienes pueden ser poetas se empeñen tanto en ser ingenieros.

Historias siderales

Sun Ra sigue con lo suyo, con sus historias siderales, sus gorritos y sus lentejuelas. No hay que reprochárselos, si le funciona. Pero ahora se le va a ver con un interés entre familiar y arqueológico, para comprobar si los veteranos siguen como antes. Que no sigue, aunque John Gilmore conserva clase y coraje al saxo tenor, y Marshall Allen saca del saxo alto un sonido agresivo.La arkestra venía esta vez sobrecargada del lado de la percusión. Además de los habituales tambores aplicados, sonajas, timbales y cascabelitos, había tres baterías, lo que me parece una exageración. Para compensar, sólo había dos metales, un trompeta y un trombón, que trataban de paliar su inferioridad numérica con grandes bocinazos, no siempre afinados.

El piano del maestro es por lo menos característico, y extrae hermosura de su propia torpeza y embarullamiento. En el repertorio no faltan ni las procesiones, ni los recitados, ni los bailes; hay ecos del ramalazo free, con músicos que luchan, se tiran por el suelo y hacen la bicicleta. Pero a Sun Ra le pasa como a la computadora de 2001, que con la decadencia vuelve a las canciones de sus principios. Sólo que las reminiscencias de Sun Ra no son nada sofisticadas, y suenan menos a gran falta de jazz que a orquestina de rhythm and blues. Pero esos son los momentos mejores, porque ver a un astro rey contonearse a los sones de un boogie-boogie o despedirse con Hasta luego, cocodrilo queda superrealista y muy gracioso.

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