Unanimidad en Europa occidental sobre la necesidad de responder al reto tecnológico de Japón y Estados Unidos
La reunión en París, el pasado miércoles, de ministros de Asuntos Exteriores y de Industria y Tecnología de 17 países europeos (entre ellos España) para lanzar el proyecto de cooperación tecnológica Eureka ha sacado a la luz divergencias sobre lo que tiene que ser Europa, pero también indica que algo se mueve y que los problemas de Europa occidental se han planteado con seriedad. Todos los participantes en el encuentro de París se mostraron, pese a sus diferencias, interesados en la idea y aludieron a la necesidad de responder al reto tecnológico de Japón y Estados Unidos.
Por una parte, hay una diferencia de opinión entre los países pequeños de la Comunidad Económica Europea y los grandes y medianos (como España). Los tres países del Benelux, Grecia, Portugal e incluso Dinamarca insistieron en que la cooperación tecnológica se prosiguiera en el marco de las instituciones comunitarias. Y así se recogió al pie de la declaración de París con una referencia a las conclusiones de la cumbre comunitaria de Milán, que en realidad no adoptó -técnicamente hablando- ninguna medida, sino que tuvo un gesto hacia las propuestas tecnológicas presentadas por la Comisión Europea.Los países grandes -sobre todo la República Federal de Alemania (RFA), Francia y el Reino Unido, pero también España- insistieron en tener una estructura lo más flexible posible para el proyecto Eureka, en la que las instituciones de la Comunidad Económica Europea fueran sólo parte, pero no armazón, pues la excesiva burocratización de Eureka mataría al pájaro en la jaula.
Algo que demostró la seriedad de las discusiones de París sobre el Eureka fueron los documentos de posiciones que habían elaborado diversas delegaciones, como la belga o la británica (lo que demuestra los esfuerzos que hace Londres por presentarse como país auténticamente europeo). Quizá España fue uno de los países que más verde fue a la reunión.
El gran debate
El gran debate se produjo a la hora de discutir cómo se organizarían los trabajos para preparar la próxima reunión ministerial en la RFA en el mes de noviembre. Francia, con el apoyo del ministro de Asuntos Exteriores alemán occidental, Hans-Dietrich Genscher, propuso que fuera París -apoyado por Bonn, la Comisión Europea y la actual presidencia luxemburguesa del Consejo de la CEE- el que se encargara de estos trabajos preparatorios.
Un comité paralelo de representantes de los Gobiernos se encargaría de vender Eureka en sus propios países, pero sin participar en los trabajos. Esta sugerencia desató las iras de, entre otros, el italiano Giulio Andreotti, que pudo sospechar un nuevo compló franco-alemán occidental, con lo que se modificó ligeramente el texto, pero no el sentido del comunicado final.
El comunicado final pensado inicialmente era mucho más amplio y detallado. Se mencionaban incluso los grandes campos de acción del Eureka. El texto final quedó reducido por la falta de acuerdo. Tras lo ocurrido late desde hace meses el problema alemán occidental. París intenta por todos los medios volver a atraer al Gobierno de la RFA, indeciso y sin ideas claras, hacia la esfera de la CEE.
Eureka ha nacido. Tiene nombre, pero falta aún su definición. Según el comunicado final, versará sobre una "selección de proyectos civiles" de alta tecnología En cuanto a la financiación -pública, privada o mixta-, las espadas siguen en el aire.
Tampoco se ha resuelto la cuestión del vínculo entre el Eu reka -abierto a países extraco munitarios de Europa- y la CEE. El verdadero impulso, sin embargo, según una opinión generalizada en la reunión, debe ahora venir de las propias em presas. Y el comunicado señala que en cada proyecto del Eureka tendrán que participar empresas o centros de varios países y no de uno solo.
Fuegos artificiales
Mucho más no se podía esperar de un día de reunión, tan sólo tres meses después de que el Gobierno de París lanzara el proyecto. Con un promedio de entre 10 y 20 minutos de intervención por delegación -y había 18, incluyendo a la Comisión Europea- las primeras 5 horas se fueron en una pura exposición de intenciones.
La reunión de París ha sido un fuego de artificio, muy a la francesa. Pero también la cumbre europea de Fontainebleau, el 25 y 26 de junio de 1984, fue una bengala que dejó muchos cabos sueltos. Y, sin embargo, allí empezaron a resolverse los problemas de la CEE.
En todo caso, el Eureka según una opinión generalizada en la CEE, no servirá para nada si, a la vez, o paralelamemente, no se crea un verdadero mercado único, incluido el acceso a las compras de los poderes públicos, que constituyen el mercado número uno para la tecnología de punta en Europa. Y esto sólo puede hacerlo la CEE (aunque no limitada a ella). Se verá en las próximas semanas y meses el grado de seriedad, pues de la creación de un mercado interior en Europa depende ahora casi todo.
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