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Tribuna:Cambios en la cúpula del Kremlin
Tribuna
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El 'viraje abrupto' de la diplomacia soviética

"Viraje abrupto" (Krutoi zavorot). Así es como Mijail Gorbachov, en un discurso pronunciado en Dnepropietrovsk, definió su política en relación con la de sus predecesores, Breznev, Andropov y Chernenko. Pocos días después, aprovechando la sesión del Soviet Supremo, ha realizado un zavorot (viraje) en la diplomacia soviética, quitando a Andrei Gromiko, con mucha elegancia y grandes honores, el control de ese sector tan sensible. Para dejar claro que se trata, también ahora, de un cambio de rumbo, Gorbachov ha confiado los asuntos exteriores a Eduardo Shevarnadze, de 57 años, secretario del PC en Georgia, que no había tenido hasta el momento muchas ocasiones de ocuparse de la diplomacia. Pero hará su aprendizaje a ritmo acelerado y acompañará a Gorbachov a París, el próximo mes de octubre, y a Ginebra, en noviembre, para la cumbre con Ronald Reagan.Pocas veces un secretario general del PCUS ha conseguido consolidar su poder en el Kremlin con la misma rapidez que Mijail Gorbachov. No han transcurrido todavía cuatro meses desde su acceso al puesto supremo, cuando ha logrado jubilarpor motivos de salud a su principal competidor, Grigori Romanov, y colocar a sus hombres en el Politburó y en el secretariado del partido. De todas formas, las razones de la escalada de Gorbachov son bastante claras desde el punto de vista interior, y él mismo las ha explicado en sus discursos con una franqueza inhabitual: la URSS ha perdido en los últimos 10 años mucho terreno a causa de la inercia del poder, y para evitar el declive debe modernizar, cueste lo que cueste, su economía, acelerando la asimilación de la tecnología avanzada y ajustando en consecuencia las relaciones sociopolíticas de todo el sistema. Gorbachov, en el discurso que pronunció en Ukrania, dijo que este proyecto "interesa a los ciudadanos y ha mejorado ya su humor", lo que equivale a decir que antes del viraje actual estaban más bien desmoralizados o de mal humor.

Esta empresa de modernización no puede dar sus frutos, sin embargo, por mucho que lo desee la opinión, antes de varios años. Para notar sus resultados, habría que esperar al menos hasta el buen término del próximo plan quinquenal, que finaliza en 1991. Hasta esa fecha, la URS S continuará sufriendo el retraso que ha acumulado en relación con otras potencias industriales y, sobre todo, en relación con Estados Unidos, que, pese a los cambios de coyuntura, se desarrolla a un ritmo dos veces superior al suyo. ¿Cuál puede ser en estas condiciones la nueva diplomacia soviética y cómo puede constituir un viraje el cambio de Gromiko por Shevarnadze?

Las biografías de estos dos hombres proporcionan por sí solas un principio de respuesta. Aunque haya tenido raramente buena prensa en Estados Unidos, Andrei Gromiko fue siempre un adepto de la famosa fórmula de Jruschov, según la cual la política mundial se parece a una alcachofa, cuyo corazón son las relaciones americano-soviéticas. Joven embajador de la URSS durante la II Guerra Mundial, último superviviente de la Conferencia de Yalta, vio nacer después de la victoria de 1945 un mundo bipolar, centrado esencialmente en las dos superpotencias, Estados Unidos y la URSS. Para garantizar la paz o para mejorar el clima internacional hacía falta, antes que nada y sobre todo, que estos dos supergrandes encontraran un lenguaje común. Ha sido, pues, a esto a lo que Gromiko consagró sus mejores esfuerzos durante 40 años. El encuentro EisenhowerJruschov en 1953 en Camp David, o la entrevista de Nixon-Breznev en San Clemente en 1973 constituyeron para él sus momentos de gloria.

Por el contrario, no hay trazas de sus viajes al África subsahariana o a América Latina (con la excepción de Cuba), ni de hecho a Pekín. Que yo sepa, Gromiko no discutió nunca cara a cara con altos responsables de China.Una políticamultipolarEduardo Shevarnazde, 20 años más joven, pertenece, al igual que Gorbachov, a la generación de soviéticos que se afirmó a la muerte de Stalin y después del fin de la guerra fría. No ha hecho su carrera en la lejana Georgia obsesionado por el enfrentamiento o unión con Estados Unidos, según la antigua definición china de la diplomacia soviética. Durante los últimos años ha tenido ocasión de viajar a Brasil, la India, Túnez y Argelia, y de constatar que, hoy día, el mundo está multipolarizado, gracias a la aparición de nuevas potencias económicas y políticas -Europa, Japón, China-,que cuentan mucho en el tablero mundial. Es cierto que estas breves estancias como miembro de una delegación oficial no hacen de Shevarnazde un especialista en el Tercer Mundo, ni más específicamente en Oriente Próximo, como han pretendido algunos expertos, basándose en la proximidad geográfica de Georgia y de esa región tan agitada. Pero si Gorbachov aspira a dar a la diplomacia soviética un giro más imaginativo, menos dependiente del diálogo, cada día más dificil, con Washington, encontrará en su nuevo ministro de Asuntos Exteriores una colaboración mucho más eficaz que la que le hubiese proporcionado un diplomático de carrera, formado en la escuela de Andrei Gromiko.

En el discurso de Dniepropietrovsk, Gorbachov lamentó las explicaciones de Reagan sobre el carácter puramente experimental de las investigaciones para la guerra de las galaxias, calificándolas de cuento para niños".

Este proyecto constituye, según él, "el muro opaco" que hace imposible toda aproximación entre Moscú y Washington sobre el problema de la limitación de la carrera de armamentos. No parece hacerse ilusiones sobre su capacidad de convencer a Ronald Reagan en Ginebra para que abandone el proyecto. Dos miembros de su equipo de cerebros, Vadim Zagladin y Alexander Vakovlov, lo afirman, por otra parte, muy claramente en una entrevista más bien insólita publicada el 26 de junio en la Litteraturnaia Gazeta, precisando que sus diferencias con Reagan no se deben a su definición ideológica ni a su anticomunismo virulento, sino a esta guerra de las galaxias que ha transformado las negociaciones con los norteamericanos en un diálogo de sordos.

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Sin embargo, otras dos capitales -París y Pekín- han estado, desde el principio y por sus propios motivos, en la punta de lanza de la negativa al proyecto de Reagan sobre armas en el cosmos. A esto se debe el interés de los soviéticos por François Mitterrand y su apoyo, más bien inesperado, a los esfuerzos franceses para hacer progresar la construcción europea. Los dos analistas de la Gazeta no dudan a la hora de afirmar que desean que Europa llegue a ser lo suficientemente fuerte como para dirigir su propia política y para convertirse en menos vulnerable frente a las presiones norteamericanas. Esta actitud, cuando se conoce la reticencia de los predecesores de Gorbachov respecto a la CEE, constituye pos sí sola un viraje apreciable.

Hay además el tema pendiente de las relaciones con China. Por primera vez, el secretario general del PCUS ha reconocido públicamente que su partido y su país tienen su parte de responsabilidad en el pasado deterioro de las relaciones chino-soviéticas. No se trata todavía de una autocrítica en debida forma, pero es ya mucho más que lo que decían los predecesores de Gorbachov. Pekín no ha sido insensible a ese cambio de tono y ha enviado esta semana a Moscú al primer vicepresidente del Consejo, Yao Yilin, el más importante dirigente chino que visita el Kremlin desde la breve aparición de Zhou en Lai, en 1964. En principio, renovará los acuerdos económicos entre los dos países, pero en realidad participará en una cuasi cumbre soviético-china.

En su conjunto, el viraje soviético, pese a ser todavía impreciso, encuentra un eco bastante favorable en las capitales interesadas para que su programa choque de modernización constituya un éxito. Gorbachov desea crear, según sus propios términos, "relaciones internacionales civilizadas", intensificando los intercambios económicos, en particular con todos los partenaires potenciales de un mundo cada día más diversificado. Ninguno de sus proyectos es de fácil realización, y sin duda éste no será su último viraje abrupto, pero, en lo inmediato, su voluntad de promover una diplomacia multipolar parece responder a un muy sano realismo.

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