Venus, el vecino desconocido
Dos sondas soviéticas aterrizarán en el planeta la próxima semana
Venus, el planeta más cercano a la Tierra y el más parecido a ella por su tamaño, masa y densidad, es, sin embargo, uno de los peor conocidos. Este mes, concretamente los días 11 y 15, en el marco del proyecto internacional Venus- Halley, las sondas espaciales gemelas de la Unión Soviética Veha 1 y Veha 2 desprenderán a su paso por Venus, camino del encuentro con el cometa Halley -previsto para marzo de 1986-, dos dobles módulos de descenso, con el objeto de investigar la composición química del suelo del planeta, su contenido de elementos radiactivos y la composición de su atmósfera.
Los datos obtenidos por las sondas, una vez analizados, ayudarán a comprender mejor la evolución de nuestro propio planeta. El hecho de que una espesa capa de nubes cubra permanentemente la superficie de Venus ha impedido que pudieran obtenerse testimonios visuales de su estructura. Para superar esta dificultad, desde, 1961, año en el que se lanzó la primera nave, la Venera 1, hacia su órbita, han sido numerosos los ingenios que han recorrido la distancia que separa ambos planetas.El primer módulo automático de descenso se desprenderá de la nave Veha 1 el día 11. Este módulo se dividirá en dos partes antes de llegar al planeta: una se posará en su superficie, mientras que la otra se mantendrá a la deriva en la atmósfera. La misma operación se repetirá exactamente igual al paso de la Veha 2, cuatro días más tarde.
Las dos sondas aerostáticas se situarán en un principio en la parte de Venus no expuesta al sol, a una altura de unos 54 kilómetros, para irse desplazando posteriormente hacia la parte iluminada impulsadas por los vientos. Su misión consiste en determinar la dirección y velocidad del viento, la absorción y dispersión de la luz solar, así como la presión y la temperatura.
Estos datos serán recogidos y elaborados por las sondas cada 75 segundos y transmitidos a la Tierra cada media hora a través de una red internacional de radiotelescopios. Una vez analizados los datos, se podrá determinar por qué, a pesar de la lenta rotación de Venus (243 días) y de la baja velocidad del viento en su superficie (menos de un metro por segundo), en la zona de las nubes esta velocidad se dispara hasta alcanzar los 200 metros por segundo.
Otra de las incógnitas que pueden quedar despejadas es la de la composición de esta misma capa de nubes. Hasta ahora, los datos que se conocen indican que no se trata de nubes especialmente densas, sino más bien de una especie de neblina. Están situadas a una altura comprendida entre los 45 y los 70 kilómetros de altura, y su densidad no es siempre la misma, lo que implica una estructura compleja. Por indicios indirectos se ha llegado a la conclusión de que las nubes están integradas por gotas de ácido sulfúrico, aunque otros análisis han detectado también la presencia de cloro.
Las adversas condiciones climatológicas en las que van a desarrollar su trabajo estas dos sondas aerostáticas han hecho prever a los técnicos que no funcionarán más allá de 48 horas. Las informaciones suministradas durante este tiempo serán evaluadas por un grupo de científicos compuesto por especialistas soviéticos, estadounidenses y franceses.
Sistema de radar de exploración lateral
Por su parte, los dos módulos de aterrizaje se posarán en la región de Afrodita, una zona no explorada hasta el momento. Su misión consiste en investigar la composición química del suelo, su contenido de elementos radiactivos y el análisis de las rocas montañosas de la región.Para completar desde otra perspectiva estas investigaciones sobre el lucero del alba se encuentran orbitando el planeta las estaciones Venus 15 y Venus 16, las cuales, mediante un sistema muy avanzado de radar de exploración lateral, están consiguiendo radioimágenes con resoluciones de casi un kilómetro.
Este grado de resolución espacial, es decir, las mínimas dimensiones que debe tener un detalle para poder ser identificado, ha supuesto un enorme avance para el estudio de Venus. En los años sesenta, el grado de resolución conseguido se cifraba en tomo a los 20 kilómetros. En 1980, con la ayuda de un radioaltímetro instalado en la nave estadounidense Pioneer-Venice, se pudo diseñar un mapa de alturas que abarcaba una extensa zona del área ecuatorial, pero en el que no se podían apreciar ni tan siquiera las cordilleras. Con los radar de las naves Venus 15 y Venus 16 se consiguen apreciar detalles del planeta con el mismo grado de resolución con que se ve la Luna desde la Tierra con potentes telescopios.
También se está confeccionando un mapa térmico sobre la distribución de las temperaturas en la superficie de Venus, que ha puesto de manifiesto la existencia de varios puntos del planeta donde la temperatura alcanza los 700 grados, dato que es interpretado por los científicos como determinante de la existencia de volcanes activos.
Con la creación de un detallado mapa del relieve venusiano se pretende resolver una de las incógnitas que más ocupan a los ivnestigadores: la posibilidad de que en algún momento de su evolución Venus haya tenido agua en abundancia sobre su superficie. Los resultados de análisis espectrométricos de su atmósfera han detectado rastros de humedad, lo que parece confirmar esta hipótesis.
Basándose en la relación existente en la atmósfera de Venus entre el deuterio y el hidrógeno, se ha llegado a la conclusión de que la cantidad de agua inicial existente en Venus constituía, en el menor de los casos, un 0,3% del agua que contienen todos los océanos terrestres.
Sin embargo, no todo son interrogantes. Gracias a las numerosas naves que precedieron a la Veha 1 y la Veha 2, se ha conseguido determinar con certeza importantes datos sobre la composición y estructura de Venus. Así, se sabe ya -desde 1967- que su atmósfera está compuesta por anhídrido carbónico en un 97% y de nitrógeno en un 3%, mientras que la de la Tierra está compuesta por un 80% de nitrógeno y un 20% de oxígeno.
En la superficie, la temperatura se aproxima a los 500 grados, y la presión de la atmósfera es 90 veces superior a la de la Tierra. En 1982 se comprobó que el cielo de Venus no era azul, como el nuestro, sino de color naranja.
Cuando la Venus 8 consiguió determinar el contenido de uranio, torio y potasio del suelo de Venus, por analogía con la Tierra, se llegó a la conclusión de que en el lucero del alba hay rocas que por su contenido de elementos radiactivos se parecen a las volcánicas de basalto propias de nuestro planeta. De este. hecho se ha extraído una importante conclusión: en Venus, la materia está diferenciada por capas, igual que sucede en la Tierra.
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