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Reagan reanuda su 'ofensiva', en favor de nuevos fondos para los antisandinistas

Francisco G. Basterra

El presidente estadounidense, Ronald Reagan, vuelve a pedir al Congreso ayuda para los contra que tratan de derrocar al régimen de Nicaragua y ha advertido al Parlamento que no está dispuesto a tolerar interferencias en la política exterior de EE UU. Reagan mostró su irritación al afirmar el martes, en la Casa Blanca: "Tenemos que llegar al punto en que podamos realizar una política exterior sin que un comité de 535 personas nos diga lo que hemos de hacer".

El presidente reforzó sus críticas al Congreso -que aludían a la derrota en la Cámara de Representantes, el pasado mes, de su propuesta de ayudar con 14 millones de dólares (unos 2.400 millones de pesetas) a los contra- con un puñetazo sobre la mesa alrededor de la cual estaba reunido un grupo de congresistas y senadores republicanos.El presidente está "muy frustrado" por lo ocurrido en el Congreso con su política hacia Nicaragua, explicó el jefe de la mayoría republicana en el Senado, Robert Dole, después de la reunión en la Casa Blanca. Esta frustración, que provocó el anuncio de un embargo económico contra Managua, ha dado paso, sin embargo, al optimismo, y la Administración volverá a presentar esta semana en el Congreso una política de ayuda para los rebeldes que luchan, con apoyo de la CIA, contra la Junta izquierdista que gobierna Nicaragua. Esta vez, la Casa Blanca está convencida de que el Parlamento aprobará la ayuda.

El viaje de Daniel Ortega a Moscú, inmediatamente después de que el Congreso de EE UU bloqueara los planes del presidente, y el anuncio de que la URSS suministrará en el futuro el 90% del petróleo que necesita Nicaragua han servido para que suficientes congresistas cambien de actitud y quieran ahora atender a los deseos de la Casa Blanca. Se calcula que entre 20 y 30 congresistas demócratas que en abril votaron en contra de la ayuda apoyarán ahora a Reagan. Ningún legislador quiere ser responsabilizado de haber ayudado a que Centroamérica "caiga en manos del marxismo" y de poner en peligro la seguridad de Estados Unidos.

Reagan ha aprovechado la estancia en Washington de sus dos principales aliados en Centroamérica -el presidente salvadoreño, José Napoleón Duarte, y el hondureño, Roberto Suazo Córdova- para relanzar su cruzada antisandinista. Los dos países son prácticamente los únicos en el mundo que han aplaudido el embargo contra Nicaragua. El líder hondureño ha viajado a EE UU alarmado por la posibilidad de que, si los contra dejan de ser apoyados por EE UU, se conviertan en un peligroso ejército mercenario sin objetivo que puede desestabilizar su país. Suazo quería firmar un tratado de defensa mutuo con Washington, a lo que la Administración norteamericana se ha negado, porque obligaría a EE UU a acudir en defensa de Honduras en cualquier supuesto; por ejemplo, si tiene un conflicto con El Salvador, como el de la guerra del fútbol.

Compromiso verbal

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Suazo consiguió un compromiso verbal de Reagan, plasmado en un comunicado conjunto, de que EE UU "tomará las medidas apropiadas para defender la soberanía y la integridad territorial de Honduras si es atacada por la agresión comunista de Nicaragua".Los militares hondureños, que son quienes realmente tienen el poder en Tegucigalpa, están irritados por el excesivo precio que paga el país como portaviones norteamericano frente a Nicaragua, y quisieran recibir algo más a cambio.

El Salvador es el ejemplo de proceso democratizador que la Administración de EE UU desearía ver copiado en Nicaragua, a través de una negociación entre la Junta y los rebeldes.

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