_
_
_
_
Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La sociedad, contra la guerra

El autor explica cómo para erradicar definitivamente el fantasma de la guerra civil la sociedad española optó por dotarse de un sistema democrático y de libertades y por la restauración de la tradicional monarquía hereditaria como símbolo de reconciliación. A partir de ahí el autor analiza los retos que tiene planteados España en relación con su integración en Occidente y lo que ello supone de colaboración con la Alianza Atlántica y Estados Unidos.

La razón íntima, profunda, de ese proceso que se ha dado en llamar transición a la democracia se encuentra, sin duda, en el anhelo, sentido imperiosamente por la mayoría de los españoles, de clausurar la guerra civil. Y para encadenar ese fantasma de la guerra, que aún permanecía suelto y amenazador, hemos escogido el camino de la construcción de un Estado social y democrático de derecho y de la restauración de una monarquía hereditaria, como símbolo visible de nuestra reconciliación nacional.Es el viejo argumento de concebir la sociedad y el Estado como exclusión de la guerra, como final un tanto utópico de los pronunciamientos, dictaduras y luchas fratricidas que han acompañado, como un estigma, la desgraciada marcha, mil veces interrumpida y mil veces reemprendida, de la España contemporánea hacia la modernidad.

Instauración de la democracia como cancelación de la guerra civil, sí, pero también como expulsión y destierro definitivo de toda guerra, escogiendo aquella forma de organización política que Tocqueville había reputado como la más inepta para superar cualquier confrontación armada. Y hete aquí que nos encontramos, al doblar la esquina que nos lleva a los noventa, con que el fantasma que habíamos expulsado por la ventana llama de nuevo a nuestra puerta bajo la forma de una sociedad internacional dividida y enfrentada.

Sociedad civil

Y empezamos a padecer el sinsentido, como diría Rousseau, de vivir a la vez en el orden social y en el estado de naturaleza. Dentro de nuestras fronteras hemos alcanzado el refugio y la paz que suponen la construcción de la sociedad civil, y fuera de ellas reina todavía la hobbesiana lucha de todos contra todos; descubrimos una realidad, que se sitúa a contrapelo de lo que es una de nuestras experiencias históricas básicas, que la guerra constituye no una relación entre individuos, sino una, relación entre Estados. Y al recién edificado Estado soberano español se le exige que participe de esa lógica, no por cierta menos funesta, que se enuncia eufemísticamente en latín: "Si vis pacis para bellum".

Y el todavía ingenuo y utópico Gobierno socialista se enreda y se enreda en esta contradicción, proponiendo ayer la celebración de un referéndum para salir de la OTAN y hoy la de otro para quedarse dentro, abogando al principio por mantener intocable la relación con EE UU y amenazando hoy con denunciar el convenio bilateral. Mateniendo, en definitiva, una titánica pelea contra la razón y el tiempo; contra la razón, porque no se pueden cuestionar a la vez los dos elementos en los que nuestra relación con el mundo occidental se sustenta, el convenio con EE UU y la pertenencia a la OTAN; contra el tiempo, porque el arte de gobernar se está reduciendo cada vez más al manejo del calendario y se está volviendo imposible incluir en él más eventos. Me temo que desgraciadamente no son muchos los mundos posibles y que la normalización democrática y europea de España pasa por la aceptación de ese mundo internacional dividido y agresivo, todavía en estado de naturaleza, en el que España debe hallar aún su óptima ubicación.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Desatar el nudo gordiano ante el que ahora nos encontramos nos remite otra vez al problema del calendario y al de la lógica: primero, despejar la incógnita sobre nuestra vinculación a la OTAN; segundo, negociar la aportación militar española a la seguridad de Occidente, y tercero, reducir la presencia militar norteamericana en España.

La integración en las comunidades europeas, que se realizará simultáneamente a este proceso, quizá volverá más soportable nuestro viaje de retorno, después de tantos años, a la sociedad internacional.

Fernando Rodrigo es profesor de Sociología de la universidad Complutense.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_