El presidente de EE UU exculpa a los alemanes del nazismo en su acelerada visita al cementerio militar de Bitburg
El presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, dijo ayer que "no creemos en la culpa colectiva" de los alemanes por el nazismo, en un discurso pronunciado en la base militar de Bitburg, después de la visita de 10 minutos al cementerio de la ciudad, donde están enterrados 48 miembros de los grupos armados de las SS. Lo que estaba previsto como una ceremonia de reconciliación ante las tumbas de los soldados alemanes muertos en la II Guerra Mundial, con intervención de Reagan y el canciller de la RFA, Helmut Kohl, quedó reducido a un acto de 10 minutos, debido a la fuerte polémica desatada.
Para salvar la situación, se recurrió ayer en el cementerio de Bitburg a dos ex generales de los ejércitos enemigos de la II Guerra Mundial. En un gesto efectista, para evitar la repetición de la ceremonia de Verdún -cuando Kohl se dió la mano, con el presidente francés, François Mitterrand-, ayer en Bitburg el ex general norteamericano Metthew B. Ridgway y el ex general de Alemania Johannes Steinhoff hicieron la ofrenda floral y se dieron la mano en presencia de Kohl y Reagan.De esta forma vergonzante se trató de evitar que fuesen Reagan y Kohl los que depositasen la corona. Se buscó el efecto reconciliador entre dos soldados enemigos del pasado, que después de la guerra ocuparon altos cargos en el mando aliado de la OTAN.
Ridgway tiene hoy 90 años y combatió en Normandía y en Las Árdenas; después de la guerra llegó a comandante en jefe de las fuerzas de la OTAN y jefe supremo del Ejército norteamericano en Europa. Steinhoff, de 71 años, fue un piloto con 167 victorias y 12 caídas en la 11 Guerra Mundial. La cara de Steinhoff estaba marcada terriblemente por las quemaduras y las 70 operaciones sufridas tras su derribo en abril de 1945. Los dos generales se dieron la mano y depositaron la corona, mientras Kohl y Reagan permanecían en segunda fila con gesto grave.
En Bitburg se concentraron ayer unos 3.000 manifestantes, que exhibieron sus pancartas a lo largo de las calles por donde pasó con cierta celeridad la comitiva del presidente Reagan. Hubo división de opiniones. Aplausos de los habitantes del pueblo y gritos de "fuera, Reagan" de los manifestantes. Una pancarta decía: "Reconciliación no quiere decir olvidar", y otra: "Recordar los 6.000.000", que hacía referencia al número de judíos asesinados durante el período hitleriano.
En la base norteamericana de Bitburg desaparecieron por completo todos los signos de discrepancia. Reagan estaba en su terreno y sacó a relucir todas sus capacidades retóricas en su discurso, con toda una gama de matices de voz. Como en su discurso en el campo de concentración de Bergen-Belsen, Reagan habló en Bitburg de "la dictadura totalitaria de un hombre". Estas afirmaciones, unidas a la negación de la culpa colectiva, parecen reducir, en el esquema mental de presidente Reagan, la explicación del nazismo a la actividad aislada de Adolfo Hitler.
"No lo sabemos"
Sin embargo, en otro pasaje de su discurso Reagan estableció una diferencia entre las SS y el resto de los soldados enterrados en Bitburg: "En el cementerio de Bitburg están enterradas más de 2.000 personas, y entre ellas se encuentran 48 miembros de las SS: Los crímenes de las SS tienen que ser considerados como los más horrorosos de la historia de la humanidad, pero los otros que están allí enterrados eran simples soldados del Ejército alemán. ¿Cuántos eran seguidores fanáticos de una dictadura y cumplieron sus órdenes crueles con premeditación? ¿Cuántos eran reclutas obligados a cumplir el servicio militar durante la última lucha mortal de la maquinaria de guerra hitleriana? No lo sabemos".
Después siguió la absolución de la culpa colectiva, alemana y más adelante Reagan contó una historia con toda la profesionalidad de actor. Narró el presidente el caso de una madre que durante la II Guerra Mundial vivía en medio de un bosque con su hijo. Llamaron a la puerta. Eran tres jóvenes soldados norteamericanos que se habían perdido tras las líneas alemanas. La madre los refugió. Al poco rato llegaron cuatro soldados alemanes. La madre dijo: "Aquí no se dispara". Les hizo la comida y empezó a rezar, antes de comer todos juntos en la mesa. En los ojos de los soldados había lágrimas. Uno de los alemanes era estudiante de Medicina y curó a un norteamericano herido. A la mañana siguiente los alemanes enseñaron a los norteamericanos el camino para regresar con los suyos. Cuando Ronald Reagan concluyó que "era el día de Navidad de hace 40 años", el público congregado aplaudió la exhibición narrativa del presidente.
Destacó Reagan en su discurso el cambio producido al final de la guerra mundial y cómo la RFA, Italia y Japón se sumaron a la "comunidad de las naciones libres, pero", siguió el presidente, "la lucha por la libertad no ha llegado a su fin, porque hoy todavía una gran parte del mundo se encuentra bajo las tinieblas del totalitarismo".
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