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El día más difícil

Reagan dice nunca más ante el monumento a los 50.000 judíos asesinados en el campo de concentración de Bergen-Belsen

Francisco G. Basterra

FRANCISCO G. BASTERRA ENVIADO ESPECIAL, Ronald Reagan realizó ayer un viaje a la historia del horror nazi, y, en una de las jornadas más difíciles de su carrera política, tuvo que rendir homenaje, con una separación de tres horas, a las víctimas del holocausto y recordar también al Ejército de Hitler. El presidente norteamericano salió bastante airoso de Bergen-Belsen, donde murieron más de 50.000 judíos, entre ellos la joven holandesa Anna Frank. Reagan clamó, emocionado, "nunca más".

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El presidente, que se vio forzado por la opinión pública norteamericana a realizar esta visita para compensar la polémica presencia en Bitburg, recorrió a pie Bergen-Belsen sin soltar en ningún momento la mano de Nancy Reagan, que vestía de riguroso negro, como una viuda de guerra.Al mediodía, ante el obelisco que, junto con un muro conmernorativo es lo único que sobresale del nivel y del sueldo en este campo, Reagan colocó una corona de flores y, en posición de firmes, se recogió, humillada la cabeza, durante un minuto. Sólo los clicks de las máquinas de decenas de fotógrafos rompieron el sobrecogedor silencio de una mañana brumosa y plomiza. Llovía muy levemente. Todo en Bergen-Belsen es de color gris: la tierra, las estelas funerarias, el muro en el que una inscripción en latín reza: "Seres humanos inocentes, conocidos y desconocidos, fueron enviados a la muerte a manos de brutales ejecutores. Pero la piedad Dios finalmente vino como salvación para ayudar a la desgraciada humanidad, atormentada por estos crímenes". También era gris la gabardina pasada de moda que escogió Reagan para la ocasión.

El presidente volvió a ser el gran comunicador y durante su discurso apareció sinceramente emociona-do, quebrándose en varias ocasiones su impostada voz de ex locutor de radio. "Aquí mandaba la muerte",. dijo, "pero a causa de lo que ocurrió hemos aprendido que la muerte no puede gobernar para siempre. Y por eso es por lo que estamos hoy aquí". Unas 400 personas escogidas, autoridades y menos de media docena de ex supervivientes del campo de concentración asistieron al acto. Dos sacerdotes cristianos, un pastor protestante y un obispo católico, rezaron una plegaria antes del discurso, que fue boicoteada por un ministro de la fe judía que se negó a tomar parte como protesta por la visita de Reagan a Bitburg.

"Estamos aquí hoy para confirmar que el horror no puede acabar con la esperanza", afirmó el presidente, que se dirigió al canciller Kolh para recordar que "su nación y el pueblo alemán han condenado con fuerza y resolución los actos de un odiado régimen del pasado".

El momento más emotivo se produjo cuando Reagan leyó unos párrafos del diario de Anna Frank, en los que la joven judía holandesa afirmaba que, a pesar de todo el horror que la rodeaba, "es realmente un milagro que no haya perdido todos mis ideales".

Mientras Reagan pronunciaba su discurso, más de 1.000 policías controlaban a varios centenares de manifestantes a los que impidieron aproximarse al campo de concentración. La noche anterior, las fuerzas de seguridad habían forzado a retirarse de la entrada a 40 judíos franceses. El rabino norteamericano Av¡ Weiss fue expulsado de las cercanías de Bergen-Belsen el sábado por la tarde y ayer dijo a los periodistas que "la presencia aquí de un hombre que está a punto de acudir a un cementerio de las SS viola la santidad de este lugar".

El cazanazis francés Serge Klarfeld, cuya mujer fue retenida por la policía cuando intentó bloquear la carretera de acceso al campo de concentración, manifestó que "hace 40 años nos estaban empujando para meternos dentro, ahora nos vuelven a empujar fuera".

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